Mi Amor Platonico

Mi Amor Platonico
Y el amor roto, cuando vuelve a nacer, crece
más bello que el primero, más fuerte, más grande.


lunes, 11 de febrero de 2013

"CAPITULO 16"




El desalojo de campesinos era siempre un asunto delicado. Muchos nobles dejaban esa tarea en manos de sus secretarios, pero para Tom eso era de cobardes y, por muy desagradable que fuera el asunto, prefería hacerse cargo personalmente.

—El hombre está enfermo. —Miró a su secretario, que estaba frente a él al otro lado del escritorio—. Me niego a creer que no haya otra opción.

El señor Cox sólo llevaba seis meses trabajando para Tom y aún no conocía todas las excentricidades de su patrón, pero sí sabía que el duque valoraba la sinceridad por encima de todo, así que respondió sin rodeos:

—Su señoría ya le ha permitido estar un año sin pagar las rentas. Hace un año que no trabaja y, como está en cama, tampoco podrá cosechar nada esta temporada. Si permite que él y su familia se queden, creará un precedente.

—Señor Cox —le interrumpió impaciente Tom—, estando tan enfermo tampoco podrá alimentar a su media docena de hijos. No voy a echarle de su casa habiendo otras opciones.

Cox, como buen secretario, le miró resignado.

—¿Qué desea que haga?

—Su mujer tiene salud. Dígale a la señora Pendergast que encuentre un trabajo para ella y para su hija mayor en la lavandería. Trabajarán allí mientras él esté enfermo. Encárguese también de buscar a algún vecino que se haga cargo de sus otros hijos pequeños. Con eso bastará para pagar las rentas.

—Señor, el sueldo de una lavandera no cubre…

—Ésas son mis órdenes, señor Cox. Llévelas a cabo. Si dentro de quince días él sigue enfermo, quiero que sus vecinos recojan su cosecha para que no se estropee. Como paga les daré licor, seguro que así estarán más dispuestos a colaborar.

—Muy bien, señor.

Cox se levantó y se fue. Tom se relajó, esperaba no volver a tener que hablar de desalojos hasta el año siguiente. Miró por la ventana y vio que estaba lloviendo. Una lluvia como ésa causaba estragos en las excavaciones. Entonces se acordó de cuando la señorita Wade lanzó la espátula maldiciendo el fango inglés y le entraron ganas de reír. No era nada propio de ella, pero tal como le había dicho, no era la mujer tímida que él había imaginado. En realidad, estaba resultando ser bastante más impredecible que eso.

Caminó hacia la ventana para observar el exterior, y lo que vio le confirmó lo que estaba pensando. Allí, de pie bajo la lluvia, sin sombrero y sin chubasquero estaba la señorita Wade, con la cabeza hacia atrás con toda la lluvia cayéndole encima.

¿Qué estaba haciendo fuera con aquel tiempo? Agosto había sido un mes cálido, pero en septiembre las temperaturas ya habían bajado considerablemente. Si se quedaba bajo semejante lluvia mucho más rato cogería un resfriado.

Tom se apartó de la ventana y salió de su despacho. Algunos minutos más tarde, ya vestía un impermeable y, como haría cualquier persona sensata, cogió un paraguas y fue a buscarla.

Ella seguía en el mismo sitio en que la había visto desde su despacho. Delante de una fuente, entre dos macizos de flores y con la cabeza hacia atrás. No llevaba las gafas y tenía los ojos cerrados. Estaba completamente quieta, con los brazos abiertos, concentrada en sentir cómo la lluvia caía sobre su cara.

—¿Qué está haciendo aquí fuera, señorita Wade? —preguntó.

Al oír su voz ella abrió los ojos y lo miró.

—Hola. ¿Quiere acompañarme?

—Dios, no. He venido a buscarla.

Se acercó más a ella y, con el paraguas, los cubrió a ambos. Estaba desconcertado por la sonrisa de ella. No había nada de divertido en estar empapado por la lluvia de una fría tarde de otoño.

—¿Pasa algo? —preguntó ella.

Él no tuvo más remedio que señalarle lo evidente.

—Está lloviendo y usted está aquí fuera, mojándose.

—Ya lo sé —admitió ella, y luego, ante la sorpresa de Tom, empezó a reír—. ¿No es maravilloso?

—Creo que se ha vuelto loca, señorita Wade. Es lo único que se me ocurre para justificar su comportamiento. —La cogió del brazo para intentar llevarla a la casa.

—No, no —se opuso ella, soltándose—. No me he vuelto loca, se lo aseguro. Sólo quiero quedarme aquí fuera un poco más.

—No lo dirá en serio.

Ella afirmó con la cabeza y dio un paso atrás para salir así de la protección del paraguas.

—Lo digo totalmente en serio —le contestó mientras se mojaba. Tenía la ropa empapada y el pelo se le pegaba a la cara—. Me encanta la lluvia. ¿A usted no?

—No, a mí no. Y a usted tampoco. ¿No se acuerda de que ayer mismo estaba maldiciendo el barro inglés?

Ella rió.

—Es la verdad. Odio el fango porque dificulta mi trabajo, pero aun así me encanta la lluvia. Ya veo que no lo entiende.

—Tiene razón, no lo entiendo. Entre en la casa o cogerá un resfriado.

Él volvió a acercarse para intentar que así el paraguas la protegiera, pero ella estaba decidida a quedarse bajo el chaparrón, negando con la cabeza y retrocediendo cada vez que él daba un paso hacia ella.

—De verdad, gracias por preocuparse por mí, pero no quiero entrar, aún no.

Él seguía mirándola serio, así que ___________ dejó de reír y aceptó la protección de su paraguas.

—Usted no lo entiende —le dijo—. He pasado la mayor parte de mi vida en desiertos. Sólo salía de ellos un par de meses al año para descansar en Nápoles o en Roma. ¿Sabe lo que es pasar nueve meses de inacabable calor y sequedad?

Él se cambió el paraguas de mano y contestó:

—No, nunca he estado en un desierto.

—El verano es tan caluroso que cuesta respirar. Si se mira al horizonte se puede ver cómo se mueve el aire caliente, y el calor reseca tanto la piel que ésta se tensa sobre los huesos hasta doler. —Cerró los ojos y, con los dedos mojados, se acarició las mejillas—. Sientes cómo tu propio sudor convierte en fango el polvo que se ha depositado en tus mejillas. La boca se te seca y todo el rato te humedeces los labios, aunque no sirva de nada, pues ya están secos y agrietados.

Tom bajó la vista hasta su boca. Estaba hipnotizado viendo cómo ella se pasaba los dedos de un extremo al otro de sus húmedos y entreabiertos labios. Quizá habían estado agrietados en el desierto, pero ahora parecían extremadamente suaves.

El deseo lo golpeó con tal fuerza que no podía ni moverse.

—El viento levanta la arena —continuó ella, mientras se deslizaba los dedos por las mejillas y el mentón hasta llegar a la garganta.

Él tenía la garganta tan seca como el desierto que ella describía.

—La arena vuela en todas direcciones y te araña la piel como una lija. Toda la ropa tiene que estar teñida de colores que disimulen la suciedad. Hay poca agua, así que sólo te puedes bañar un día a la semana, y ni siquiera es un baño completo, sino un barreño de agua y, si la caravana de suministros ha pasado por allí, un poco de jabón y una esponja.

Él quería decir algo, cualquier cosa, pero cometió el error de bajar la vista. En ese momento, cualquier pensamiento coherente desapareció de su mente. Por primera vez, ella no llevaba delantal y, con la lluvia, el vestido se le había pegado completamente al cuerpo. Se le marcaban todas las curvas y el algodón mojado parecía casi transparente. Por suerte, la muchacha no era consciente de la imagen que ofrecía: la perfecta redondez de sus pechos dibujada bajo el vestido, su estrecha cintura, sus caderas insinuantes, la forma en que la ropa se pegaba a su entrepierna. Y sus piernas. Dios, eran interminables.

«Es la señorita Wade —se recordó a sí mismo—, no una diosa, aunque su cuerpo indique todo lo contrario.» Ni en un millón de años habría podido imaginar que aquel cuerpo tan seductor se escondiera bajo aquellos horribles delantales.

Tom apartó la vista de su escandalosa y empapada figura y se concentró en la estatua que había en lo alto de la fuente que quedaba tras ___________. Un sátiro. «Qué apropiado», pensó, mientras intentaba apagar el deseo que había inundado todo su cuerpo.

Ella trabajaba para él, y había reglas para esas cosas. Volvió a mirarla e intentó concentrarse en sus palabras.

—En cuanto tengo oportunidad, salgo a caminar bajo la lluvia. Me encanta. Aquí en Inglaterra es especialmente agradable, cae suave y hace que los jardines sean preciosos. El primer día que me desperté en esta casa, el pasado marzo, salí a pasear por la finca, quería conocer el olor de la hierba mojada. Fue maravilloso. —Suspiró profundamente—. Oh, no puede ni imaginarse lo que es estar aquí cuando se ha vivido en climas secos y calientes toda la vida.

Tom no podía ordenar sus pensamientos de forma coherente. En algún lugar de su mente entendía lo que ella estaba diciendo, e intentó imaginarse lo duro que debía de ser vivir así, especialmente para una mujer. También sintió cierta rabia hacia su padre, ¿cómo pudo un hombre honorable obligar a su hija a vivir en esas circunstancias? Pero aparte de eso, Tom era incapaz de concentrarse. Delante de él tenía a una mujer a la que nunca antes había visto, una mujer cuyo cuerpo era un tesoro oculto, y cuyos ojos eran del mismo color que las lilas que florecían en los macizos que había tras ella. Una mujer a la que le gustaba el aroma de la hierba mojada, y cuyo inocente placer de mojarse bajo la lluvia había demostrado ser para él más erótico que cualquier afrodisíaco.

Haciendo acopio de toda su disciplina, Tom apretó la mandíbula e intentó recordarse cuál era su posición y la de ella.

—Dígame, ¿va a convertirse esto en una costumbre?

Ella parpadeó, no sabía si lo había hecho porque él la había asustado con su tono de voz o porque el agua se le metía en los ojos.

—¿A qué se refiere? —preguntó ella—. ¿A permanecer bajo la lluvia?

—A perder el tiempo divirtiéndose en lugar de estar trabajando. No quiero tener que recordarle que le pago muy bien, extremadamente bien, como para eso.

—¿Qué es lo que lo ha puesto de mal humor? —le preguntó ella con un poco de aspereza, pero antes de que él pudiera contestar, levantó la mano para callarle—. No importa, no quiero saberlo.

—No —dijo él con una voz que sonó extraña incluso a sus propios oídos—, mejor que no lo sepa.

—Pero ya que usted ha preguntado por mi trabajo —continuó __________—, déjeme decirle que estaba trabajando cuando ha empezado a llover. Estaba en la biblioteca, tratando de averiguar algo sobre unos fragmentos de cerámica, pero no he podido resistir la tentación de…

—De mojarse —la interrumpió él—. Ya lo sé.

Entonces la miró y vio que eso también había sido un error, porque no pudo evitar el impulso de apartarle de la cara un empapado mechón de pelo. Sintió bajo sus dedos la tibia piel de sus mejillas. Se preguntó cómo una mujer que había vivido tantos años en el desierto podía tener una piel tan tersa y suave. Le acarició los labios igual que ella había hecho antes. Parecían terciopelo.

___________ también le miraba, pero en sus ojos abiertos no sólo había sorpresa, sino algo más; algo similar a lo que él mismo estaba sintiendo. Sí, el deseo también estaba presente en su mirada, en el modo en que su entrecortada respiración acariciaba sus dedos. Era el deseo lo que la paralizaba y ponía tensa, como un cervatillo a punto de escaparse. Seguro que si deslizaba su mano, sentiría cómo el corazón de ella latía tan rápido como el suyo.

Empezó a hacerlo, pero de golpe retiró la mano.

—Vamos adentro —dijo—, está empapada y podría coger un resfriado. Conozco este clima mejor que usted y no voy a permitir que se ponga enferma cuando hay tanto trabajo por hacer.

Tom se sintió aliviado al ver que ella no discutía su orden. Bajo el paraguas, la acompañó hasta la casa. Una vez dentro, entregó el empapado paraguas y a la empapada señorita Wade a una sorprendida señora Pendergast, a quien ordenó:

—Prepare un baño caliente y una copa de brandy para la señorita Wade. —A continuación, se volvió hacia __________ y dijo—: La próxima vez que quiera quitarse de encima el recuerdo del desierto, tome un baño dentro de casa, por favor. Espero que esto no le impida asistir a la cena de esta noche.

—Por supuesto que no —contestó ella intentando mantener cierta dignidad a pesar de estar chorreando y formando charcos en el suelo.

—Bien. Entonces la veré esta noche.

Tom se dio la vuelta y, sin una palabra más, regresó a su despacho. Se decía a sí mismo que __________ Wade era su empleada, una mujer inocente pero también hermosa. Una mujer a quien nunca había prestado atención y a la que nunca, nunca había deseado. Hasta ese momento.


Ahora, si pensaba en ella con aquel empapado vestido beige, no podía controlar el fuerte y ardiente deseo que se apoderaba de todo su cuerpo. Ni tampoco podía dejar de ver la cara del sátiro burlándose de él.


CHICAS... aqui con un nuevo capi... perdon por no haber subido el sabado... trate..pero no tuve tiempo, ya que en la mañana tuve que cuidar a una amiga de la familia.. y en la tarde ayude a mi papá a pintar nuestro auto.. asi que la tarde se me paso rapidisima... y en la noche estaba tan cansada que me quede dormida de inmediato.. y no pude entrar en todo el fin de semana al blog... pero por eso les subo  un capi medio largo el dia de hoy...
Tambien tengo que informales que el viernes salgo de vacaciones por fin.. asi que voy a estar fuera del trabajo por 3 semanas.. pero me voy al sur.... donde mi abuela.. y haya no tiene internet... y si me voy al campo.. menos señal tengo.. asi que no sabria decirles si desde el 18-02-2013 al 8-03-2013 podre subir capi... les prometo que cuando tenga señal tratare de subirles algun capi.. pero para que esten informadas... habras varios dias en que no pueda subir.. lo siento.. pero la verdad es que necesito mis vacaciones para olvidarme del trabajo un tiempo ajjaja xd

Se me cuidan
Bye =D

4 comentarios:

  1. Awww ahora ya siente deseos de (tn) que emocion!!
    Ahora si Tom sufreee.. Me encantaa xD

    okis Tamitha no te preocupes yo te entiendo perfectamente descansar y olvidarte de tu trabajo y obligaciones no tiene precio..
    cuidate bye :D

    ResponderEliminar
  2. me encantoooooooooooooooo descansaaaa esperare el proximoooo cuidate besotessss...

    ResponderEliminar
  3. jajaja Tom sufre!!! bueno bueno no te preocupes necesitas unas merecidas vacaciones, que te la pases muy bien, te distraigas y te liberes de todo aquel estres de la vida diaria
    besos! :)

    ResponderEliminar
  4. owww cada vez se pone mejor... AHHH!!! espero el proximo :3

    Tamitha no te preocupes si no puedes subir capi esos dias...
    todos necesitamos vacaciones...

    bueno
    Abschiet
    =D

    ResponderEliminar