"CAPITULO 22"
Durante los seis meses que ___________
llevaba en Tremore Hall, no había tenido tiempo de explorar la casa o sus
alrededores, ni tampoco el pueblo. Los domingos siempre asistía con los Bennington
al servicio religioso en Wychwood, pero nunca había visitado las tiendas ni
había paseado por sus calles.
Ahora que también tenía libres
los jueves podía aprovechar para ir al pueblo y hacer unas cuantas compras. __________
había decidido gastarse un poco del dinero que había ganado trabajando. Sería
su primer paso hacia su nueva vida de menos trabajo.
Mientras se dirigía a Wychwood,
iba paseando tranquilamente, disfrutando de la belleza de las casas, de los
viejos robles y de los colores otoñales de las hojas que cubrían el camino. No
pudo evitar comparar el paisaje de Hampshire con las palmeras y la arena del
norte de África, o con las rojas montañas de Petra o los montes de Creta,
cubiertos de verde romero. Todo tenía su encanto, pero para ___________
Inglaterra era el lugar más bello que había visto nunca. Dudaba que pudiera
cansarse del clima inglés, pero si alguna vez lo hiciera, sólo tendría que
pensar en las tormentas de arena de Mesopotamia para volver a pensar que la
lluvia de Inglaterra era maravillosa.
Al pensar en la lluvia pensó en Tom,
y en cómo él la miraba ahora. Como a una mujer. Recordó el tacto de sus dedos
sobre su piel y de sus palabras sobre la obsesión que puede despertar en un
hombre el cabello de una mujer. Entonces volvió a sentir aquel calor, aquella
necesidad que había sentido cuando, a escondidas, le observaba quitarse la
camisa en la excavación. Pero no se culpaba de ello ni sentía remordimientos.
Después de todo era fantástico que un hombre al que había adorado durante meses
finalmente se diera cuenta de que existía, incluso aunque ya fuera demasiado
tarde. Aunque no significara nada.
Tal vez él creyera que tenía los
ojos bonitos, tal vez ahora la viera como algo más que una máquina, pero ___________,
sabía que para él el museo y la excavación seguían siendo lo más importante.
Apartó todos los pensamientos sobre Tom y aceleró el paso.
En Wychwood había una calle llena
de tiendas. __________ la recorrió entera, deteniéndose un instante en todos
los escaparates, pero cuando llegó a la tienda de la esquina, con un instante
no tuvo bastante.
____________ se quedó hipnotizada
ante el escaparate de la señora Avery, la modista del pueblo. En él había
expuestos unos preciosos vestidos capaces de tentar a cualquier joven que
pasara por allí, y uno la había tentado a ella. Era un vestido de seda rosa,
con un escote que dejaba los hombros al descubierto y mangas combinadas con un
rosa más oscuro. A su lado, había expuestos unos zapatos de seda bordada que
combinaban perfectamente. _________ nunca en su vida había visto algo tan
femenino, bonito y poco práctico.
Se acercó para verlo mejor y un
incontrolable anhelo la embargó. A ella nunca le había interesado la ropa, la
seda no era muy útil en Marruecos o en Petra, y no había considerado oportuno
tener una pieza tan superficial como un vestido de noche. Pero ahora su vida
iba a cambiar, ya no estaba en el desierto.
___________ imaginó cómo se
sentiría llevando ese vestido y, antes de que pudiera cambiar de opinión, abrió
la puerta y entró en la tienda.
Sonó una campanilla y todas las
mujeres que allí había levantaron la vista para mirar a la nueva visitante. ___________
les sonrió a todas y se dio la vuelta para observar el vestido.
Cuando lo tocó supo que estaba
perdida. Quería ese vestido, necesitaba ese vestido, y no le importaba gastarse
en él todo su dinero. Parecía de su talla, pero si no, encargaría que le
hicieran uno a medida.
Volvió a sonar la campanilla de
la puerta y entró la señora Bennington, que rápidamente se acercó a ella.
—Querida señorita Wade, la vengo
siguiendo por toda la calle, ¿no ha oído cómo la llamaba? No sabía que hoy iba
a venir de compras, ¿por qué no me lo ha dicho a la hora del desayuno?
—Entonces aún no lo sabía y
cuando me decidí a venir usted y el señor Bennington ya se habían ido.
—Pues tiene suerte de que la haya
encontrado, así podrá volver a casa con nosotros. El duque ha tenido la
amabilidad de ofrecernos a mí y a mi marido un carruaje. —Le dio una cariñosa
palmadita en la mano—. Me alegro tanto de que se distraiga. Dios sabe que le
conviene irse a Enderby, lleva no sé cuánto tiempo atrapada en esa sucia
cabaña, ¿cómo la llama el señor Bennington?
—Antika.
—Ah sí, sí, antika. Es un nombre
muy extraño.
—Buenos días, señora Bennington
—interrumpió una joven dama pelirroja que estaba cerca de ellas.
—Señorita Elizabeth, es un placer
volver a verla. ¿Cómo se encuentra?
—Está bien, ella siempre está
bien —contestó por ella una chica un poco mayor—, aunque sigue igual de tonta.
—Lo mismo que tú —contestó la
señorita Elizabeth, y a continuación miró primero a ___________ y luego a la
señora Bennington, que suspiró avergonzada.
—Oh, ustedes tres no se conocen,
¿verdad? ¡Qué descuido de mi parte! Señorita Wade, le presento a la señorita
Anne Fitzhugh —dijo señalando a la mayor— y ella es la señorita Elizabeth
Fitzhugh. Mis queridas damas, ella es la señorita Wade.
Todas se saludaron cortésmente.
—Es un placer conocerla —dijo la
señorita Fitzhugh—. No entiendo por qué la señora Bennington no nos ha
presentado antes, al acabar el servicio del domingo en la iglesia.
—Lo habría hecho —respondió la
anciana riéndose—, peto tan pronto acaba la ceremonia la señorita Wade sale
corriendo hacia Tremore Hall.
Las dos chicas la miraron de tal
modo que ____________ se vio obliga a explicarse.
—El señor Bennington descubre
artefactos a tal velocidad que, si no me paso las tardes del domingo encerrada
en la biblioteca del duque, no tengo tiempo de catalogarlos todos.
—Si yo viviera en Tremore Hall,
también aprovecharía cualquier excusa para no salir de allí —confesó Anne—. Por
si al duque se le ocurría hablar conmigo.
—Si él te dirige la palabra
—intervino su hermana— te desmayas, estoy segura.
—Yo no haría tal cosa.
—Claro que lo harías —respondió
Elizabeth riendo.
—¡No, no lo haría!
—Ya está bien, queridas
—interrumpió una mujer mayor que acababa de incorporarse al grupo—. No os
peleéis.
Cuando la mujer se acercó a
Elizabeth y Anne, para _________ fue evidente que era su madre. Era una mujer
muy atractiva, de piel tersa y cabello de un color rojo más oscuro que el de
sus hijas.
Una vez la hubieron presentado,
lady Fitzhugh dijo:
—Es un placer conocerla
finalmente, señorita Wade, mi marido no deja de alabar su trabajo.
—Sir Edward es muy amable.
—Le encantan las antigüedades,
seguro que ya se ha dado cuenta. Creo que ha leído todos los artículos que
escribió su padre, le admiraba muchísimo.
—Papá dice que usted dibuja muy
bien —interrumpió Elizabeth—, y que habla latín y griego, y que ha vivido en un
montón de sitios. ¿Ha estado en Abisinia? ¿Allí está el Nilo, a que sí?
—Sí —respondió ___________
sonriendo—. Y así es, he estado allí.
—Tiene que venir a tomar el té
con nosotras el domingo y contarnos todas sus aventuras. Anne y yo no somos muy
buenas estudiantes y papá cree que somos unas criaturas frívolas, por eso usted
le gusta tanto, señorita Wade. Él siempre dice que usted es una persona muy
práctica —rió contenta—. Para él eso es un gran cumplido.
—Nos encantaría que viniera el
domingo —añadió lady Fitzhugh—, aunque quizá mi hija haya sido demasiado
directa y no haya considerado que quizá usted ya esté ocupada.
—Oh —se lamentó Elizabeth—, es
verdad, no me acordaba de que usted no tiene las tardes de domingo libres.
Tendría que pedirle permiso al duque y, con lo intimidante que es, quizá sería
un problema. Supongo que es normal que sea así, siendo duque y todas esas
cosas.
—En absoluto, señorita Elizabeth
—dijo la señora Bennington—, parece intimidante, pero cuando se le conoce es
bastante amable. La gente que vive en sus tierras lo consideran un amo justo y
bueno y el señor Bennington le tiene en gran estima. Le diré más, hace dos
semanas, el señor Bennington, la señorita Wade y yo misma cenamos con él y fue
encantador. ¿No es así, señorita Wade?
—Sí, fue encantador —admitió __________,
«demasiado para mi paz de espíritu»—. No es necesario que le pida permiso,
estaré encantada de tomar el té con ustedes el domingo, lady Fitzhugh. Gracias
por la invitación.
—Excelente, Edward siempre dice
que es usted una dama seria y responsable, seguro que será una buena influencia
para mis hijas.
—Todo lo contrario —dijo
__________—, últimamente me han dicho que soy demasiado seria y estricta, creo
que sus hijas serán una buena influencia para mí.
—Entonces ya está decidido
—declaró Anne—. Vendrá a tomar el té y nos contará todo lo que sabe acerca del
duque.
—¡Sí! —gritó Elizabeth—. Hablar
de Tremore será mucho más interesante que hablar de Abisinia. Le hemos visto un
par de veces, pero papá es tan aburrido. Se niega a llevarnos con él cuando le
visita y usted, señora Bennington, tampoco es de mucha ayuda. Nunca nos cuenta
nada.
—Yo no sé nada —contestó la
anciana—. Yo casi nunca veo al duque. Nuestras habitaciones están muy lejos de
las suyas y él es un hombre muy reservado. Además, el señor Bennington habla
muy poco sobre él.
—Igual que papá, así que me temo
que usted, señorita Wade, es nuestra mejor fuente de información. Nosotras
siempre asistimos al baile que el duque ofrece para todo el pueblo, y a veces
le hemos visto cabalgando a campo través encima de esa bestia negra, pero eso
es todo. Él no celebra otras fiestas ni bailes y nunca viene a las del pueblo.
Oh, cómo me gustaría que lo hiciera, quizá entonces podría bailar con él. Eso
sería maravilloso.
—Entonces tú serías la que se
desmayaría —dijo Anne—, y nos dejarías a todos en ridículo.
—Anne, ya basta de decir
tonterías interrumpió lady Fitzhugh—. Hemos venido a aquí a hacer algo más que
hablar sobre el duque. Tenemos que encontrarte un vestido nuevo. —Se volvió
hacia __________—. Señorita Wade, la esperamos en casa el domingo, y a usted
también, señora Bennington.
Lady Fitzhugh y su hija mayor se
separaron del grupo, y entonces la dependienta se dirigió a las otras tres para
preguntarles si podía ayudarlas en algo.
—Yo ya me he gastado toda la paga
del mes —dijo Elizabeth negando con la cabeza—. No puedo comprarme nada más.
—Yo tampoco voy a comprar nada
—dijo a su vez la señora Bennington—. Sólo he entrado aquí para hablar con la
señorita Wade.
—Esperemos que usted, señorita
Wade, no sea tan aburrida como nosotras —comentó Elizabeth— y sí tenga
intenciones de comprarse algo.
__________ señaló el vestido de
seda rosa del escaparate.
—Quisiera ese vestido.
—¡Oh, sí! —exclamó Elizabeth—.
Ese color es perfecto para usted, le quedará muy bien. Parece de su talla, y
seguro que se lo tendrán listo para que el domingo pueda llevarlo en nuestra
pequeña reunión.
—Oh, la señorita Wade llevará ese
vestido en celebraciones mucho más importantes que nuestras reuniones —dijo la
señora Bennington apartándose del escaparate para que la dependienta pudiera
sacar el vestido—. Dentro de poco se irá a Chiswick, y pasará allí el invierno
con lady Hammond. Después, acudirá a Londres para la temporada de bailes.
—¡Londres! —gritó Elizabeth—. ¿De
verdad? ¿Cuándo? Nosotros iremos después de año nuevo, papá tiene allí algunos
negocios que atender, y nos quedaremos toda la temporada.
—Yo llegaré antes —contestó __________—.
El veintiuno de diciembre es mi último día en Tremore Hall y luego me alojaré
en casa de lady Hammond. —Al decirlo, ____________ sintió un poco de añoranza,
pero rápidamente se recordó que Tremore Hall no era su casa.
—Oh, debe de ser maravilloso ser
la acompañante de la hermana del duque —dijo Elizabeth—. Me encantaría poder
serlo yo.
—No será su acompañante, querida
—la corrigió la señora Bennington—, la señorita Wade es amiga de lady Hammond.
—Mejor para mí, así podré ir a
visitarla mientras esté en su casa. Vi a la vizcondesa una vez en Brighton,
cuando papá nos llevó allí de vacaciones. Es muy guapa, ¿a que sí? Si es su
amiga, se moverá por círculos muy elevados.
—Lo sé y debo confesarle que me
siento un poco intimidada —admitió __________—. No estoy acostumbrada a moverme
en sociedad.
—Yo tampoco, pero eso no debe
asustarla, señorita Wade. Nos enfrentaremos juntas a los misterios de la alta
sociedad y usted me presentará a todos sus sofisticados amigos. —Una picara
sonrisa le iluminó el rostro—. Si hacemos el ridículo, nos consolaremos la una
a la otra.
—Tonterías —exclamó la señora
Bennington—. Las dos lo harán muy bien.
__________ vio que la dependienta
aguardaba con el maravilloso vestido rosa en las manos.
—Perdónenme, pero ya no puedo
esperar más. Tengo que probármelo.
Dejó a las dos mujeres y siguió a
la dependienta hasta el probador; no recordaba haber estado nunca tan nerviosa
por una prenda de ropa.
Tan pronto como la falda le rozó
los tobillos supo que había acertado. Se volvió para que la modista pudiera
abrocharle los botones de la espalda, se miró en el espejo y se sintió la mujer
más bonita del mundo. La dependienta marcó con unas agujas los pequeños ajustes
que eran necesarios y __________ volvió a mirarse. Ya no era la joven discreta
con gafas en la que nadie se fijaba, ahora era una mujer hermosa, por dentro y
por fuera. No entendía cómo un simple vestido había logrado convencerla de eso,
pero estaba entusiasmada de que así fuera.
Alguien golpeó impacientemente y
la sacó de su ensimismamiento.
—¿Le va bien? —preguntó
Elizabeth—. Salga para que podamos verla.
Descalza, ___________ se acercó
hasta la puerta y, cuando la abrió, esperó ansiosa la reacción de Elizabeth.
—¡Está bellísima! —declaró la
joven, y entró en el probador cerrando la puerta tras ella—. Estaba segura de
que este vestido resaltaría su figura y el color de sus ojos. ¿Va a quedárselo,
no?
—Sí.
—En verdad le favorece, señorita
—dijo la modista mientras colocaba las últimas agujas en su cintura—. Sólo
necesita algunos ajustes en las mangas y en el escote, y será perfecto para
usted.
Elizabeth oyó cómo alguien la
llamaba desde el pasillo, abrió un poco la puerta y asomó la cabeza.
—Oh, ésa debe de ser Anne —dijo,
y volvió a cerrar la puerta—. Supongo que mamá ya quiere volver a casa, así que
debo irme.
Elizabeth cogió las manos a __________
y se las apretó cariñosamente.
—Me muero de ganas de que venga a
tomar el té con nosotras. Espero que nos cuente muchas cosas sobre Abisinia y
sobre todos los lugares en los que ha estado, pero especialmente espero que nos
cuente cosas del duque. Es tan guapo y tan alto, es como el príncipe encantado
del cuento. Y un duque es casi un príncipe, ¿no?
Elizabeth salió del probador
antes de que ella pudiera responder. __________ asomó un poco la cabeza y
observó cómo sus nuevas amigas salían de la tienda.
—Sí, por un instante yo también
creí que era un príncipe —susurró—, pero sólo es un hombre.
Volvió a entrar en el probador y
cerró la puerta. La modista empezó a desabrocharle los botones de la espalda,
pero _________ la detuvo.
—No, aún no. Me gustaría llevarlo
un ratito más.
La mujer levantó la vista y,
mirándola a los ojos, comprendió lo que sentía y se apartó. ___________ volvió
a observar su imagen en el espejo y la felicidad y la alegría volvieron a
inundarla. En ese instante, se sentía la mujer más bella del mundo, y eso era
mucho más gratificante que soñar con un príncipe imposible. No podía dejar de
sonreír, se había comprado un vestido maravilloso.
CHICAS.... aqui esta el segundo.. ya no les puedo subir mas.. porque me tengo que ir al terminal de buses ahora xd jaja se me cuidan.. y tratare de subirles cuando pueda en mis vacaciones... las quiero...
Bye =)
ya quiero que Tom la vea con ese vestido, ojala atraiga muchas miradas de hombres y a Tom le den terribles celos!!
ResponderEliminarAy q emocion!! Sii yo tambien quiero q Tom la vea *.* esta nuy hermosa la fic xD
ResponderEliminarSiguela ni bien puedas..
Cuidate y diviertete mucho.. :D
bye se te extrañaraa
o que genial Tn ya hizo amigas, medio mandonas e
ResponderEliminarinteresadas pero me agradaron... AHHH
y si creo que todas estaremos de acuerdo en querer que Tom
la vea con el vestido *w*
espero que pronto puedas subir algun capi...
disfruta tus vacaciones
y no te preocupes que te estaremos esperando con
ansias...
bueno bye cuidate...