"CAPITULO 21"
___________ enmudeció al notar
sus dedos sobre la piel.
—¿Ahora que está haciendo?
—Estaba demasiado nerviosa para discutir, e intentó inútilmente apartar las
manos de él.
—El recogido es casi tan horrible
como el delantal —contestó Tom mientras le quitaba las horquillas del pelo y
acariciaba con los dedos cada mechón que liberaba—. Ya que estamos solos y no
hay nadie para impedírmelo, voy a deshacerme también de él. Llevo días
deseándolo.
A medida que él le soltaba el
pelo ___________ notaba cómo todo su control se desvanecía. Podría haberse
apartado, pero entonces él habría notado hasta qué punto le afectaba, así que
decidió permanecer quieta.
—Y usted siempre consigue lo que
quiere, claro.
—No siempre. Si así fuera, usted
se quedaría. Aguante esto.
___________ vio que él le
entregaba las horquillas que le estaba quitando. No podía creer que le
estuviera dejando hacer eso, pero la sensación de sus dedos entre su pelo era
tan maravillosa que no pudo resistirse. Ningún hombre la había tocado de ese
modo tan íntimo.
—¿Cómo es que sabe peinar a una
mujer? —preguntó para intentar huir de esos sentimientos.
—No sé hacerlo. —Le pasó las
manos por el pelo y le recogió unos pocos mechones en lo alto de la cabeza. Los
sujetó allí y cogió una de las horquillas que ____________ tenía en la mano
para fijarlos en ese lugar—. Estoy improvisando sobre la marcha.
—Pero si no queda bien sujeto se
me deshará en cualquier momento.
Él la miró entre sus brazos y le
guiñó un ojo.
—Eso espero.
El corazón le golpeó las
costillas y ella volvió a hablar.
—No sé por qué se preocupa por
algo tan banal como mi pelo.
—Para un hombre, el pelo de una
mujer nunca es algo banal. Imaginar cómo será suelto, cómo se moverá alrededor
de su cuello, cuál será su tacto o cómo quedará encima de la almohada, es algo que
en realidad puede convertirse en una obsesión. —Hizo una pausa para mirarla y
le colocó un rizo rebelde tras la oreja acariciándole la mejilla con los
nudillos—. A mí me ha pasado.
Una oleada de calor la inundó por
completo. Las palabras de Tom, sus caricias, hicieron que ella se imaginase
cómo sería su pelo encima de la almohada de él e inmediatamente se arrepintió
de ello. Tenía que recordar el dolor que había sentido al oír lo que de verdad
pensaba de ella. Pero cuando lo miró, lo único que vio en sus ojos fue el mismo
calor, la misma necesidad que ella sentía.
__________ se obligó a no apartar
la mirada.
—¿Así que el aspecto exterior de
una mujer es lo que más le importa? —le preguntó, como si estuvieran hablando
del tiempo—. ¿Para todos los hombres es más importante el envoltorio del
paquete que lo que haya en su interior?
Él cogió otra horquilla de su
mano y continuó arreglándole el pelo.
—Los hombres no son muy profundos
cuando piensan en las mujeres.
—No parece que tenga muy buen
concepto de la inteligencia de su propio género —dijo ella con desaprobación.
—Los hombres perdemos toda
nuestra inteligencia frente a las mujeres. El amor nos convierte en idiotas o
en unos completos villanos. A menudo en ambas cosas.
—¿Por qué siempre habla del amor
en unos términos tan denigrantes?
—¿Eso hago? —Hizo una pausa y
apretó los labios hasta formar una delgada línea—. Es irónico, ¿sabe? La verdad
es que el amor me da pánico, maldita sea, siempre me ha aterrorizado. Por eso
nunca me permitiré enamorarme.
Ella nunca se hubiera imaginado
que aquel hombre que caminaba como si fuera el amo del mundo tuviera miedo de
algo.
—¿Por qué tiene miedo del amor?
—Disculpe mis palabras —dijo él
apartando la mirada—, un caballero no debe maldecir frente a una dama. —Retomó
su tarea—. Conversaciones como ésta logran sacar lo peor de mí.
—No ha contestado a mi pregunta
—insistió—. ¿Por qué le asusta el amor?
—Usted debería saber la respuesta
—contestó él a la vez que cogía otra horquilla y la colocaba en su sitio—. A
usted también le asusta.
—No, a mí no.
—Oh, sí, ya lo creo que sí.
—No sea ridículo. El amor no me
asusta.
—¿De verdad? —Bajó la mano hasta
su barbilla y se la levantó hasta que sus miradas se encontraron—. ¿Por qué
insiste pues en llevar ese horrible delantal, o por qué nunca se quita las
gafas, por qué lleva esos vestidos tan feos y el pelo recogido de la peor
manera? Usted se está escondiendo.
____________ se dio cuenta de que
él había logrado cambiar los papeles poniéndola a ella a la defensiva y sin
confesar él nada a cambio. Cómo deseaba no haber hecho esa pregunta. Se apartó
de su caricia y bajó la vista hasta su perfecta corbata.
—Soy una persona práctica y me
visto acorde con mi trabajo.
—Muy práctico si uno desea pasar
totalmente desapercibido.
«Como un insecto pegado a una
hoja.»
Cada vez que se acordaba de esas
palabras, sentía un vacío en el estómago. Se acordó de todas las veces en que,
por miedo a que alguien descubriera lo que sentía por él, ella se había
escondido, disimulado. Había intentado pasar lo más desapercibida posible. En
el fondo, sabía que tarde o temprano se iría a otra excavación, a otro
proyecto, y que entonces tendría que decirle adiós para siempre.
No era de extrañar que le hubiera
hecho tanto daño oír su opinión. Quizá había sido desagradable, pero había dado
en el clavo. Sin embargo, aunque tuviera razón, se moriría antes que
reconocérselo.
—No tengo miedo al amor —mintió—.
Si así fuera, no me plantearía encontrar marido.
Tom no contestó y tampoco la
miró, pero estaban tan cerca el uno del otro que, incluso sin las gafas, podía
ver perfectamente sus rasgos. Tenía las cejas juntas, como si estuviera muy
concentrado en lo que estaba haciendo, los ojos entrecerrados y la mirada fija
en sus dedos.
Colocó la última horquilla y bajó
los brazos. Se apartó un poco para poder observar mejor el resultado y __________
sintió una horrible punzada de vulnerabilidad. Fundirse con el papel pintado de
la pared era mucho más seguro.
Él apretó los labios. Si decía
algo horrible, por insignificante que fuera, ella rompería su acuerdo. Su museo
y su excavación podían irse al infierno.
—Mucho mejor, señorita Wade
—dijo, y tomó aliento—. Se la ve… muy hermosa.
Había algo en esas palabras, o en
el modo inseguro en que las dijo, que le tocó el corazón, y deseó creer que las
decía de verdad, aunque sabía que eso era imposible.
—¿Dos cumplidos en la misma
noche? Estoy impresionada con esta nueva tendencia suya a halagarme.
—Yo nunca halago a nadie.
Simplemente doy mi opinión sinceramente. —Sacó de su bolsillo las gafas y se
las ofreció—. Si de verdad quiere encontrar marido, señorita Wade, deje de
esconderse. Quizá entonces averigüemos si un marido es lo que realmente quiere.
Justo en el momento en que __________
aceptó las gafas, él retrocedió unos pasos.
—Creo que nos hemos alejado un
poco de nuestra clase de baile.
La idea de bailar con él en ese
momento, cuando tenía todos los sentidos a flor de piel, era intolerable. Sus
palabras, sus caricias y el hecho de que él conociera su más profundo miedo ya
la habían alterado bastante.
—Quizá deberíamos dejarlo para
mañana —sugirió ella.
—De acuerdo —aceptó él,
sorprendiéndola una vez más. Dio un paso atrás, le hizo una reverencia y se dio
la vuelta.
—Me gustaría hablar con usted
mañana por la mañana —dijo ya de espaldas—. Tendríamos que empezar a catalogar
los artefactos que están listos para su traslado a Londres. Esté en la antika a
las diez. Por favor.
___________ observaba su espalda
mientras se iba, sintiendo aún la caricia de sus dedos en su piel. Estaba a
punto de salir cuando comprendió lo que él estaba diciendo.
—Mañana es jueves, señor —gritó—,
mi día libre según nuestro acuerdo. ¿Lo recuerda?
—Sí, así es. —Se paró en la
puerta y se volvió para mirarla—. Nos veremos el viernes. Disfrute de su día
libre, señorita Wade. —Y con esta frase se fue.
__________ seguía parada donde él
la había dejado, mirando sorprendida la puerta vacía. Aquel hombre era
impredecible. Un día ella era sólo un insecto y al siguiente tenía los ojos
bonitos. Cuando conseguía odiarle hacía algo maravilloso y volvía a gustarle, y
cuando le gustaba hacía algo despreciable y lo odiaba de nuevo.
___________ se tocó el cuello aún
sensible por las caricias de sus dedos y se dio cuenta de que, aunque ya no le
importara lo que él pensara de ella, ella nunca podría llegar a odiarle.
CHICAS.. perdon por no subir ayer... pero altiro les subo el segundo =)
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