Mi Amor Platonico

Mi Amor Platonico
Y el amor roto, cuando vuelve a nacer, crece
más bello que el primero, más fuerte, más grande.


domingo, 17 de febrero de 2013

"CAPITULO 21"




___________ enmudeció al notar sus dedos sobre la piel.

—¿Ahora que está haciendo? —Estaba demasiado nerviosa para discutir, e intentó inútilmente apartar las manos de él.

—El recogido es casi tan horrible como el delantal —contestó Tom mientras le quitaba las horquillas del pelo y acariciaba con los dedos cada mechón que liberaba—. Ya que estamos solos y no hay nadie para impedírmelo, voy a deshacerme también de él. Llevo días deseándolo.

A medida que él le soltaba el pelo ___________ notaba cómo todo su control se desvanecía. Podría haberse apartado, pero entonces él habría notado hasta qué punto le afectaba, así que decidió permanecer quieta.

—Y usted siempre consigue lo que quiere, claro.

—No siempre. Si así fuera, usted se quedaría. Aguante esto.

___________ vio que él le entregaba las horquillas que le estaba quitando. No podía creer que le estuviera dejando hacer eso, pero la sensación de sus dedos entre su pelo era tan maravillosa que no pudo resistirse. Ningún hombre la había tocado de ese modo tan íntimo.

—¿Cómo es que sabe peinar a una mujer? —preguntó para intentar huir de esos sentimientos.

—No sé hacerlo. —Le pasó las manos por el pelo y le recogió unos pocos mechones en lo alto de la cabeza. Los sujetó allí y cogió una de las horquillas que ____________ tenía en la mano para fijarlos en ese lugar—. Estoy improvisando sobre la marcha.

—Pero si no queda bien sujeto se me deshará en cualquier momento.

Él la miró entre sus brazos y le guiñó un ojo.

—Eso espero.

El corazón le golpeó las costillas y ella volvió a hablar.

—No sé por qué se preocupa por algo tan banal como mi pelo.

—Para un hombre, el pelo de una mujer nunca es algo banal. Imaginar cómo será suelto, cómo se moverá alrededor de su cuello, cuál será su tacto o cómo quedará encima de la almohada, es algo que en realidad puede convertirse en una obsesión. —Hizo una pausa para mirarla y le colocó un rizo rebelde tras la oreja acariciándole la mejilla con los nudillos—. A mí me ha pasado.

Una oleada de calor la inundó por completo. Las palabras de Tom, sus caricias, hicieron que ella se imaginase cómo sería su pelo encima de la almohada de él e inmediatamente se arrepintió de ello. Tenía que recordar el dolor que había sentido al oír lo que de verdad pensaba de ella. Pero cuando lo miró, lo único que vio en sus ojos fue el mismo calor, la misma necesidad que ella sentía.

__________ se obligó a no apartar la mirada.

—¿Así que el aspecto exterior de una mujer es lo que más le importa? —le preguntó, como si estuvieran hablando del tiempo—. ¿Para todos los hombres es más importante el envoltorio del paquete que lo que haya en su interior?

Él cogió otra horquilla de su mano y continuó arreglándole el pelo.

—Los hombres no son muy profundos cuando piensan en las mujeres.

—No parece que tenga muy buen concepto de la inteligencia de su propio género —dijo ella con desaprobación.

—Los hombres perdemos toda nuestra inteligencia frente a las mujeres. El amor nos convierte en idiotas o en unos completos villanos. A menudo en ambas cosas.

—¿Por qué siempre habla del amor en unos términos tan denigrantes?

—¿Eso hago? —Hizo una pausa y apretó los labios hasta formar una delgada línea—. Es irónico, ¿sabe? La verdad es que el amor me da pánico, maldita sea, siempre me ha aterrorizado. Por eso nunca me permitiré enamorarme.

Ella nunca se hubiera imaginado que aquel hombre que caminaba como si fuera el amo del mundo tuviera miedo de algo.

—¿Por qué tiene miedo del amor?

—Disculpe mis palabras —dijo él apartando la mirada—, un caballero no debe maldecir frente a una dama. —Retomó su tarea—. Conversaciones como ésta logran sacar lo peor de mí.

—No ha contestado a mi pregunta —insistió—. ¿Por qué le asusta el amor?

—Usted debería saber la respuesta —contestó él a la vez que cogía otra horquilla y la colocaba en su sitio—. A usted también le asusta.

—No, a mí no.

—Oh, sí, ya lo creo que sí.

—No sea ridículo. El amor no me asusta.

—¿De verdad? —Bajó la mano hasta su barbilla y se la levantó hasta que sus miradas se encontraron—. ¿Por qué insiste pues en llevar ese horrible delantal, o por qué nunca se quita las gafas, por qué lleva esos vestidos tan feos y el pelo recogido de la peor manera? Usted se está escondiendo.

____________ se dio cuenta de que él había logrado cambiar los papeles poniéndola a ella a la defensiva y sin confesar él nada a cambio. Cómo deseaba no haber hecho esa pregunta. Se apartó de su caricia y bajó la vista hasta su perfecta corbata.

—Soy una persona práctica y me visto acorde con mi trabajo.

—Muy práctico si uno desea pasar totalmente desapercibido.

«Como un insecto pegado a una hoja.»

Cada vez que se acordaba de esas palabras, sentía un vacío en el estómago. Se acordó de todas las veces en que, por miedo a que alguien descubriera lo que sentía por él, ella se había escondido, disimulado. Había intentado pasar lo más desapercibida posible. En el fondo, sabía que tarde o temprano se iría a otra excavación, a otro proyecto, y que entonces tendría que decirle adiós para siempre.

No era de extrañar que le hubiera hecho tanto daño oír su opinión. Quizá había sido desagradable, pero había dado en el clavo. Sin embargo, aunque tuviera razón, se moriría antes que reconocérselo.

—No tengo miedo al amor —mintió—. Si así fuera, no me plantearía encontrar marido.

Tom no contestó y tampoco la miró, pero estaban tan cerca el uno del otro que, incluso sin las gafas, podía ver perfectamente sus rasgos. Tenía las cejas juntas, como si estuviera muy concentrado en lo que estaba haciendo, los ojos entrecerrados y la mirada fija en sus dedos.

Colocó la última horquilla y bajó los brazos. Se apartó un poco para poder observar mejor el resultado y __________ sintió una horrible punzada de vulnerabilidad. Fundirse con el papel pintado de la pared era mucho más seguro.

Él apretó los labios. Si decía algo horrible, por insignificante que fuera, ella rompería su acuerdo. Su museo y su excavación podían irse al infierno.

—Mucho mejor, señorita Wade —dijo, y tomó aliento—. Se la ve… muy hermosa.

Había algo en esas palabras, o en el modo inseguro en que las dijo, que le tocó el corazón, y deseó creer que las decía de verdad, aunque sabía que eso era imposible.

—¿Dos cumplidos en la misma noche? Estoy impresionada con esta nueva tendencia suya a halagarme.

—Yo nunca halago a nadie. Simplemente doy mi opinión sinceramente. —Sacó de su bolsillo las gafas y se las ofreció—. Si de verdad quiere encontrar marido, señorita Wade, deje de esconderse. Quizá entonces averigüemos si un marido es lo que realmente quiere.

Justo en el momento en que __________ aceptó las gafas, él retrocedió unos pasos.

—Creo que nos hemos alejado un poco de nuestra clase de baile.

La idea de bailar con él en ese momento, cuando tenía todos los sentidos a flor de piel, era intolerable. Sus palabras, sus caricias y el hecho de que él conociera su más profundo miedo ya la habían alterado bastante.

—Quizá deberíamos dejarlo para mañana —sugirió ella.

—De acuerdo —aceptó él, sorprendiéndola una vez más. Dio un paso atrás, le hizo una reverencia y se dio la vuelta.

—Me gustaría hablar con usted mañana por la mañana —dijo ya de espaldas—. Tendríamos que empezar a catalogar los artefactos que están listos para su traslado a Londres. Esté en la antika a las diez. Por favor.

___________ observaba su espalda mientras se iba, sintiendo aún la caricia de sus dedos en su piel. Estaba a punto de salir cuando comprendió lo que él estaba diciendo.

—Mañana es jueves, señor —gritó—, mi día libre según nuestro acuerdo. ¿Lo recuerda?

—Sí, así es. —Se paró en la puerta y se volvió para mirarla—. Nos veremos el viernes. Disfrute de su día libre, señorita Wade. —Y con esta frase se fue.

__________ seguía parada donde él la había dejado, mirando sorprendida la puerta vacía. Aquel hombre era impredecible. Un día ella era sólo un insecto y al siguiente tenía los ojos bonitos. Cuando conseguía odiarle hacía algo maravilloso y volvía a gustarle, y cuando le gustaba hacía algo despreciable y lo odiaba de nuevo.

___________ se tocó el cuello aún sensible por las caricias de sus dedos y se dio cuenta de que, aunque ya no le importara lo que él pensara de ella, ella nunca podría llegar a odiarle.


CHICAS.. perdon por no subir ayer... pero altiro les subo el segundo =)

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