Mi Amor Platonico

Mi Amor Platonico
Y el amor roto, cuando vuelve a nacer, crece
más bello que el primero, más fuerte, más grande.


jueves, 28 de marzo de 2013

"CAPITULO 43"




Pero él seguía echando leña al fuego. El día de la partida de cartas en casa de los Fitzhugh otro arreglo floral llegó a Russell Square.

—¡Es imposible! —dijo __________ mirando cómo dos hombres entraban un enorme ramo de flores con todos los colores del arco iris.

Lady Fitzhugh tuvo que despejar toda una esquina de la habitación para hacer sitio al enorme ramo que, como mínimo, medía un metro de ancho por un metro y medio de alto, y no cabía en el pequeño vestíbulo. Cuando hubieron acabado de instalarlo, los dos hombres que lo habían entregado se fueron. Elizabeth y Anne examinaron entusiasmadas las flores y ___________ miró exasperada a lady Fitzhugh.

—¿Qué voy a hacer? —preguntó desesperada—. No acepta un no como respuesta.

—¿Vas a rechazarle? —se sorprendió Anne—. Oh, _________, ¿cómo puedes ser tan insensible?

La acusación le dolió, y Elizabeth debió de darse cuenta, porque salió en su defensa.

—Si no le ama no tiene por qué casarse con él.

—¿No le amas? —preguntó Anne incrédula—. ¿Por qué no?

—Anne, ya es suficiente —dijo lady Fitzhugh—. Los sentimientos de __________ no son asunto nuestro. Ahora, niñas, creo que es hora de que nos vayamos a casa de lady Atherton. Son casi las tres. Dejemos a _________ en paz un ratito, Dios sabe que le conviene.

Ella miró agradecida a lady Fitzhugh mientras la mujer se llevaba a sus hijas de la sala, dejando a __________ a solas con su nuevo ramo. Lo miró durante mucho rato.

A pesar de que las docenas de flores y plantas que tenía delante hablaban de pasión, de honor, del deseo que tenía de protegerla, de cuidarla, __________ no pudo evitar darse cuenta de que no había ninguna flor en todo ese enorme ramo que fuera una declaración de amor.

No importaba demasiado. El propio Tom le había dicho que lo que sentía por ella era una locura temporal, y aunque hubiera habido una rosa o un ramillete de nomeolvides escondido en algún lugar de aquel exagerado ramo, no se convencería de que él sintiera por ella algo permanente y duradero. No había ninguna flor, ningún regalo que pudiera convencer a su corazón.

 

 

Tom había sabido desde el principio que no había manera de cortejar a __________ sin alimentar los chismes. Pero no estaba preparado para la rabia que sentía cada vez que leía algo sobre ella en los periódicos. Después de su baile en las Haydon Rooms no había vuelto a visitarla a Russell Square con la esperanza de acallar así las habladurías.

Como no podía ir allí, se pasaba mucho tiempo en su club. Una noche, al cabo de una semana del famoso baile, fue a Brook's, y se encontró allí con Dylan, que ya se había bebido más de media botella de licor.

Tom aceptó la invitación de Dylan de acompañarle y se sentó. Se recostó en su silla y observó la cara cansada y los ojos enrojecidos de su amigo.

—Siempre que te veo así me alegro de no tener tu temperamento artístico —le comentó.

—Al parecer yo tampoco lo tengo. —dijo Dylan preocupado—. No soy capaz de escribir más de dos notas seguidas, de modo que he decidido sucumbir a los excesos del alcohol. —Señaló la botella—. ¿Quieres acompañarme? Por lo que he oído, tú también necesitas un trago.

Tom no admitió nada. En vez de eso, se limitó a pedir un vaso y, cuando se lo trajeron, se sirvió ignorando la mirada burlona de su amigo.

—He oído que los floristas de Londres están muy ocupados.

Tom bebió en silencio.

—Tal vez debería empezar a mandar flores a las damas. Eso sería algo nuevo para mí. ¿Con qué flor le pides a una mujer que se acueste contigo?

Tom se rió quedamente.

—Te has acostado con tantas que no sé si eres capaz de acordarte de todas.

—No es verdad —corrigió Dylan—. Aún no me he acostado con la tuya, a pesar de lo mucho que me gustaría hacerlo.

Tom se tensó y apretó el vaso en su mano, pero no dijo nada.

Dylan se recostó en su silla y levantó las cejas buscando el enfrentamiento.

—Las notas de sociedad no dejan de decir que no es atractiva, ¿sabes? Dicen que tiene la piel demasiado tostada por el sol para lo que se lleva, que sus mejillas son demasiado redondas y que su pelo es de un color marrón de lo más común. Seguro que para ti es de color miel.

Tom no estaba de humor para aguantar las burlas de Dylan.

—¿Estás tratando de provocarme?

—Confieso que sí. Por una vez, me gustaría verte sin esa máscara de control ducal. ¿Sabes que en todos los años que hace que te conozco nunca te he visto perder el control? Ni una sola vez. Pero dejemos a un lado tu carácter por hoy y centrémonos en los encantos de la señorita Wade. —Bebió un poco más—. Dicen que no ve bien y que tiene que llevar gafas casi todo el tiempo. Todas las mujeres de Londres se preguntan cómo alguien tan insignificante puede haber conquistado tu corazón, pero yo creo que hay muchos hombres que estarán de acuerdo conmigo en esto… Mira, aquí está lo que quiero enseñarte.

Tom cogió la copia de The Times que había encima de la mesa y volvió a doblarlo por las páginas de política.

—Tiene una figura sensual —continuó Dylan pese al gesto de Tom—. Me di cuenta de eso enseguida, yo siempre me fijo en las cosas importantes. A ver, los periódicos quizá tienen razón al decir que su cara es común, pero es bastante bonita si la miras en conjunto. Es una cara que no revela sus sentimientos fácilmente, ¿a que no? Te estuve observando mientras bailabas con ella, y cualquiera diría que a ella no le importas lo más mínimo. Y sus ojos. Dios, qué color tan maravilloso…

Tom golpeó la mesa con el periódico.

—No me presiones más, Moore, esta noche no estoy de humor para aguantar tus satíricos comentarios.

—Lo que sí es satírico es verte a ti agonizando de mal de amores. La verdad es que observar este romance a distancia resulta bastante divertido. ¿Limoneros, Tom? Nadie te había considerado antes un idiota. La señorita Wade parece no compartir tus sentimientos. ¿Cómo te sientes? ¿Frustrado? ¿Herido? ¿Enfadado con los dioses por haberte retirado su favor?

A Tom empezaba a temblarle el músculo de la barbilla.

—Vete al infierno.

—Ya estoy allí, amigo mío. —Dylan volvió a llenarse el vaso y lo levantó—. Por el infierno —dijo, y se bebió todo el licor—. Ahora ya estamos los dos en él.

Se levantó de su silla y se dispuso a irse, pero antes de hacerlo se inclinó sobre Tom, apoyando las manos en la mesa.

—Creo que voy a componer una pieza en honor de la señorita Wade —declaró en voz baja—. «__________, la de los ojos violeta» o algo por el estilo. ¿Quién sabe? A lo mejor una sonata tenga éxito allí donde las flores han fracasado…

Una ira como nunca había sentido antes se apoderó de Tom, y lo siguiente que vio fue a su mejor amigo tumbado en el suelo con el labio partido. Sintió un dolor punzante en el puño y notó que varios miembros del club le estaban sujetando.

Dylan se frotó el labio con la mano. Se miró los dedos ensangrentados y, sonriendo, se enfrentó a Tom.

—¿Lo ves, amigo mío? —murmuró—. La locura nos afecta a todos. Incluso a ti.


CHICAS... aqui un nuevo capi =)... no se que le pasa al maldito Blogg ayer quice poner el capitulo 42 y no me dejaba.. pero la cosa es que igual los subio... xd espero les guste el capi...

Chicas mañana no subire capi.. ya que en mi país es dia feriado.. y descansare.. asi que no pasare por el blogg... pero el lunes le subo un capi...

Las Quiero
Bye =)

miércoles, 27 de marzo de 2013

"CAPITULO 42"




A pesar de sus afirmaciones, ___________ no había olvidado la noche que pasaron juntos, ni a él, y no podía creer que él así lo pensara. Esos momentos estaban grabados para siempre en su mente. Los recuerdos de cómo la había besado, de cómo le había hecho el amor, la gloriosa sensación de sus manos, de su boca. El acto en sí mismo, el placer y el deseo que sintió, los recordaba a todas horas. Ella nunca podría olvidarle. Además, en las dos semanas que siguieron al baile en las Haydon Rooms él no se lo permitió.

Al día siguiente de bailar juntos, él le mandó doce ramos variados de tulipanes y romero para decirle que admiraba sus preciosos ojos y que se acordaba de la primera vez que se lo había dicho. Cada ramo iba en un hermoso jarrón de cristal con un lazo del que colgaba una pequeña horquilla de oro para el pelo. _________ tocó uno de esos bellos adornos recordando exactamente lo que él quería que recordara; el día en que la había peinado.

«El cabello de una mujer puede convertirse en una obsesión para un hombre.»

¿Se estaría él imaginando cómo quedaría su pelo encima de su almohada?

Esa noche había sido cuando él le confesó que tenía miedo del amor, y que temía enamorarse.

El regalo era tan exagerado y tan caro que lo apropiado seria devolverlo todo: flores, jarrones y horquillas del pelo. Al final, se quedó con las flores y le devolvió el resto, con una nota en la que le recordaba que no podía aceptar regalos, y mucho menos tan caros, porque si lo hacía todo el mundo pensaría que estaban prometidos, y no era así.

Unos días más tarde, doce ramos de dicanias proclamaban la pasión que sentía por ella y le recordaban su picnic, en el que ella le describió las colinas de Creta. Pero esta vez, sólo estaban atados con unos lazos de seda, no había ni jarrones ni horquillas para el pelo.

Al cabo de unos días, llegaron doce ramos más. Éstos de flores de melocotón.

«Me tienes cautivo», leyó Elizabeth en el libro que sostenía entre las manos, y se acercó al ramo que ___________ tenía en su habitación para poder olerlas mejor.

—También significan «estoy a tu disposición». —Con un suspiro, se apartó del ramo y se tumbó en la cama de _________—. Yo me enamoraría de un hombre que me dijera esas cosas.

—Está diciendo tonterías —contestó __________ mientras se escurría el pelo mojado y hacía que el agua cayera encima de las flores que había sobre su mesa—. «Estoy a tu disposición» —repitió, y se cubrió el pelo con una toalla—. Como si Tom pudiera pensar algo tan ridículo.

Se dio la vuelta y al ver el nuevo ramo de flores se acordó de la noche en que negociaron sobre las gafas. Se cubrió la boca con las manos.

«No se da cuenta del poder que tiene sobre mí.»

Al recordar esa noche, la invadió de nuevo el deseo, aquella cálida sensación que se apoderaba de todo su cuerpo cuando él la acariciaba.

—Pero ¿eso no te ablanda el corazón? ¿Ni siquiera un poquito? —preguntó Elizabeth.

___________ negó con la cabeza y miró preocupada a su amiga.

—No lo dice en serio.

—¿No crees que sea sincero?

—¡No lo sé! —contestó exasperada—. No hablemos más del tema.

Elizabeth no volvió a mencionar el asunto y el resto de la familia Fitzhugh guardó también un respetuoso silencio, pero cuando llegaron doce limoneros indicando la inconfundible intención que tenía el duque de casarse con ella, sir Edward preguntó divertido si aquellas demostraciones de afecto seguirían así hasta Navidad. Porque si ésa era la intención del duque, ya temía que fueran a recibir doce abetos.

Además de las flores que ___________ recibía, a la mansión llegaban cada día cientos de cartas e invitaciones. Tanta gente acudía de visita a Russell Square que el pequeño saloncito a menudo no podía acomodarlos a todos. Las visitas hablaban delicadamente sobre bodas o compromisos, pero nadie era nunca tan atrevido como para preguntar directamente por los rumores que circulaban sobre ella. No se había anunciado ningún compromiso, pero todo el mundo interpretaba el silencio de ___________ como una señal de que quería ser discreta, y nadie creía que pudiera ser cierto que le había rechazado.

El barón los visitaba a menudo durante la semana, a veces se quedaba a charlar y otras la invitaba a dar un paseo para así poder conocerse mejor. __________ no sabía si lo hacía porque de verdad sentía cierto cariño por ella o si lo único que quería era parecer un abuelo atento. En cualquier caso, Durand estaba convencido de que, a pesar de sus negativas, _________ sería pronto la esposa de un duque.

Esa convicción se veía reforzada por las páginas de sociedad de los periódicos de Londres, ya que todos daban por hecho que ella aceptaría la proposición de Tom. El decoro le impedía desmentirlos públicamente, así que la única opción que le quedaba era esperar que se cansaran de hablar de eso.

En cualquier caso, durante la segunda semana de su inusual cortejo, las especulaciones no sólo no cesaron, sino que aumentaron considerablemente. Todo el mundo se enteró de lo de los doce limoneros y de que Tom estaba usando el libro de Charlotte de la Tour como guía. Al cabo de unos días, todas las librerías de Londres se llenaron de ejemplares, y mucha gente iba a pasear por Russell Square con la esperanza de ver llegar a casa de sir Edward Fitzhugh el nuevo ramo de flores que el duque le mandaba a la señorita Wade.

Había un gran foro de discusión sobre los orígenes de __________, que eran muy inferiores a los del duque. También se habló de la fuga de sus padres y del intento del barón de ocultarlo diciendo que su hija se había ido a estudiar a Italia. Una o dos personas se atrevieron a insinuar que sus padres no se habían casado, pero esos rumores se acallaron enseguida.

Empezaron a circular las más increíbles historias sobre su vida en África, y de cómo había llegado a trabajar para el duque, restaurando antigüedades y haciendo los dibujos para su museo.

Se comentó su belleza demasiado común, su falta de dote, y su falta de influencias. Todo con la intención de señalar lo inadecuada que era como duquesa y sugiriendo que quizá el duque Tom de Tremore no estaba acertando en su elección.

__________ hacía todo lo posible por ignorar las cosas horribles que decían sobre ella, pero no soportaba que la observaran constantemente. No podía ir a ningún sitio sin ser estudiada y analizada. Empezaba a entender lo que Tom le había dicho respecto a lo pesada que podía ser su vida.


CHICAS... aqui esta un nuevo capi.. y sorry por no publicar ayer.. pero es que el estudio la verdad no me deja tiempo.. y como saben tambien trabajo y llego muy tarde a mi casa... y no tengo tiempo la verdad para pensar en otras cosas... esperon entiendan ^^..

Las Quiero
Bye =)

lunes, 25 de marzo de 2013

"CAPITULO 41"




_________ pensaba que la primera vez que asistiera a un baile en Londres se pasaría el rato sentada mirando cómo la gente bailaba, pero le sorprendió ver que se equivocaba, y que le solicitaban bailes en varias ocasiones. Ninguna de sus parejas podía compararse con el hombre que le había enseñado a bailar, pero ella no podía evitar hacerlo.

—¿Cuánto tiempo va a quedarse en Londres, señorita Wade? —le preguntó sir William Laverton mientras participaban en una cuadrilla—. ¿Ha visitado ya algún museo?

—Sí, claro —respondió ella intentando concentrarse en su pareja y no en la puerta de las Haydon Rooms. Una planta helada simbolizaba el rechazo de unos avances, pero no sabía si Tom iba a aceptar su respuesta. Temía que apareciera por allí en cualquier momento.

—Siendo hija de quien es, seguro que encontrará fascinantes los museos de Londres. —Sir William continuaba hablando, y ella volvió a intentar concentrarse en lo que decía tratando de no bostezar. Su pareja era bastante agradable, pero no la motivaba en absoluto. Era el tipo de hombre que no le partiría el corazón con sólo mirarla, y que era incapaz de llegar a su alma con sólo tocarla. Debería alegrarse de ello.

La música se paró de golpe, y todo el mundo dejó de bailar. Su pareja tenía la mirada fija en algún punto por encima de su hombro y __________ se dio la vuelta. A pesar de no llevar las gafas, no las necesitó para saber quién acababa de entrar.

Todos los murmullos se fueron acallando y la habitación quedó en completo silencio. Incluso aquellos que no lo conocían podían distinguir que se trataba de un miembro de la nobleza. La gente empezó a inclinarse y a hacer reverencias delante de él como sauces meciéndose al viento.

Aunque aún no podía verlo bien, __________, notaba que él la estaba mirando. Distinguía lo bastante como para darse cuenta de que había empezado a caminar hacia ella, pero que se había detenido de repente.

Otro hombre seguía a Tom y se paró a su lado. Un hombre vestido todo de negro a excepción de la camisa blanca. Había tal silencio que todo el mundo pudo oír lo que decía.

—En serio, Tom —se quejó—, basta con que tú llegues para que se acabe la diversión. —Con un gesto de aburrimiento continuó—. Están todos parados. Vamos, haz eso que hacen los duques y diles que pueden continuar. Si no lo haces, no vamos a poder bailar con ninguna de las damas aquí presentes.

—Eso sería una pena —contestó Tom, y ella notó cómo él seguía mirándola—. Me he aficionado mucho a bailar últimamente.

Él dejó de mirarla un instante para saludar a la gente allí reunida.

—Pueden continuar.

La música volvió a sonar y su acompañante siguió bailando con ella.

—El duque Tom de Tremore —dijo sir William en uno de sus encuentros—. Nuestra pequeña reunión no puede tener ningún interés para él. Me pregunto qué hace aquí.

—No me lo puedo ni imaginar —mintió ella cuando volvieron a separarse.

__________ siguió bailando con sir William, y se mantuvo todo el rato concentrada en los pasos, pero cuando la música finalizó, vio que Tom y su amigo estaban con los Fitzhugh. No podía escapar de él.

—Señorita Wade —dijo él al saludarla—, es un placer volver a verla. Permítame que le presente a este caballero. —Señaló al hombre que estaba a su lado—. Éste es Dylan Moore, mi más querido y viejo amigo. Moore, ella es la señorita Wade. Quizá haya oído a hablar de Dylan, señorita Wade, es uno de los mejores compositores de Inglaterra.

—Exageras mi talento, Kaulitz. —El hombre de negro le hizo una reverencia—. Tengo entendido que es una gran viajera, y que ha estado en un montón de lugares exóticos, señorita Wade. Sir Tom me ha contado sus aventuras en el desierto con su famoso padre. ¿De verdad ha montado en camello?

—Muchas veces —contestó ella evitando mirar a Tom—. Pero no hay nada exótico en ello. Un día a camello, y uno es dolorosamente consciente de todos los músculos que tiene en el cuerpo. Es tan poco romántico como que te arranquen un diente.

Todo el mundo se rió, incluso Tom, pero cuando los músicos volvieron a tocar, su expresión se volvió seria.

—Me encantaría saber más sobre camellos, señorita Wade. Si no tiene otro compromiso, ¿me concedería el honor de bailar conmigo? —dijo Tom.

—Yo no creo… —se interrumpió, consciente de que todo el mundo la estaba mirando, y supo que no podía decir que no. Si le rechazaba lo ofendería públicamente ante toda aquella gente.

»Por supuesto, señor —murmuró ella mientras él le ofrecía el brazo—. Será un honor.

__________ se cogió de él y le permitió guiarla hasta la pista de baile. Sentía cómo todo el mundo los miraba mientras Tom le pasaba la mano por la cintura y levantaba la otra. Estaba segura de que tropezaría, así que miró al suelo.

—Mírame a mí, __________. No al suelo.

Ella se decantó por un punto intermedio. Fijó la vista en su corbata e intentó no pensar en que todo el mundo los estaba mirando. Pero su miedo a hacer el ridículo desapareció cuando empezaron a sonar las primeras notas del vals, pues su cuerpo se acordaba de todas las veces que habían bailado juntos, y le siguió con soltura.

—Me alegra tener finalmente la oportunidad de verte con el vestido rosa —dijo él cuando empezaron a bailar—. Me acuerdo de lo contenta que estabas el día que te lo compraste.

Sorprendida, __________ lo miró directamente a los ojos.

—¿Te acuerdas de eso?

—Claro. —Había algo en sus ojos, algo intenso y apasionado—. Me acuerdo de todo.

Ella podía sentir cómo temblaba por dentro. Tenía miedo. Tenía miedo de ser su pasión de hoy pero no la de mañana, miedo de lo mucho que le dolería si volvía a confiar en él y se equivocaba.

—Estás preciosa —dijo él—, el rosa te sienta muy bien.

—No hagas eso —le ordenó con la voz controlada—. No me halagues, por favor.

—Muy bien. Cambiaré de tema y te diré lo mucho que me ha gustado tu regalo. Lo he recibido hace un rato, y debo confesarte que nunca en mi vida me había sentido tan aliviado al recibir algo.

Él ni siquiera parpadeó cuando ella lo miró escéptica, ni cuando suspiró como si no le creyera.

—Te digo la verdad, has sido muy cruel teniéndome en ascuas durante tres días. Estaba empezando a perder la esperanza de recibir respuesta alguna.

—No era mi intención causarte tal inquietud —comentó ella—. Esa cosa tenía que estar tres días en hielo para que estuviera totalmente muerta.

Él soltó una carcajada y ella vio cómo un montón de gente se volvía a mirarles.

—Shhh —le riñó—. La gente nos está mirando.

—Ya lo sé —dijo él sonriendo—. Las palabras no pueden expresar lo feliz que me hizo recibir esa planta muerta y congelada. Es una señal de lo mucho que te importo.

—¿Feliz? —le atacó ella—. Me siento decepcionada. Esperaba que tus sentimientos tomaran otra dirección, más hacia la tragedia que hacia la alegría.

—Ni mucho menos. Quizá cuando mañana recibas mi respuesta sabrás que vivo pendiente de lograr tu atención y tus favores.

—¡Oh, para ya, Tom! No me gustas cuando te comportas así.

—¿Así, cómo?

—Todos esos cumplidos y este despliegue de sentimientos. Apesta a insinceridad, y eso no es propio de ti.

—Ya te dije que cuando doy mi opinión soy siempre honesto. No lo habría dicho si no fuera cierto. Pero no te culpo por no creerte mis cumplidos —añadió antes de que ella pudiera responder—. Después de todo, no he sido muy buen pretendiente, hablando de obligaciones, del honor y del deber cuando debería haber hablado de la pasión, del romance o de lo bonitos que son tus ojos.

—¡Calla ya! Me estás haciendo enfadar.

—¿Tú, __________? ¿La mujer que me tiró una espátula a la cabeza? No puedo creérmelo.

—No te la tiré a propósito —le recordó—. Si lo hubiera hecho, te habría dado.

—No tengo ninguna duda.

Ella volvió a bajar la vista hasta su corbata, apretó los labios y no dijo nada más.

—¿Por qué estás enfadada conmigo, __________?

Ella no estaba enfadada. Intentaba endurecerse frente a él, pero la dulzura de su voz la estaba poniendo nerviosa. Lo miró a los ojos, apartó la mirada y volvió a mirarle.

—Fuiste a ver al barón y le dijiste que íbamos a casarnos. ¿Cómo pudiste decir tal cosa si te rechacé claramente?

—Sí, fui a ver a Durand. Y no, no le dije que fuéramos a casarnos. Como él es tu pariente más cercano, le dije que tenía intención de casarme contigo, y le pedí permiso para cortejarte honorablemente. Eso es todo.

—Sabías desde el principio que él aceptaría encantado tu solicitud.

—Sí, claro —admitió el tratando de no sonreír—. Pero ya te confesé hace tiempo cómo aborrezco que me digan que no. Esperaba que en algún momento decidieras pasar por alto mis defectos y que aceptaras casarte conmigo.

—Yo no quiero casarme contigo, ya te lo he dicho. ¿Por qué no puedes aceptarlo?

—Porque no puedo dejar de pensar en ti. En nuestros bailes, en nuestras conversaciones y en la primera vez que te oí reír. No puedo dejar de pensar en nosotros dos, en esa noche en la antika —dijo él con una voz entrecortada que le llegó al corazón—. Me acuerdo de cómo tu piel estaba fría al principio, de cómo sentía que se calentaba a medida que te acariciaba. Me acuerdo de lo preciosa que estabas con la luz de la luna reflejándose en ti mientras yo te acariciaba los pechos.

—Por favor. —Se estaba sonrojando delante de toda aquella gente.

—Me acuerdo de cómo repetías mi nombre una y otra vez mientras te tocaba, y de cuánto me gustó oírtelo pronunciar, me acuerdo de cómo llenaste todos mis sentidos hasta que ya no podía ni pensar.

Ella se tragó un sollozo de pena y de furia.

—Eres cruel, Tom —le susurró enfadada—. Es cruel decirme todas esas cosas cuando ambos sabemos que lo único que te importa es la determinación de salirte con la tuya.

—Ambos hicimos algo que odiamos hacer, __________. Ambos perdimos el control. Yo acepté toda la responsabilidad porque yo sabía lo que estaba haciendo y no fui capaz de detenerme. ¿Y dices que yo soy cruel? Tú ni siquiera me permites reparar el daño que he hecho. Si estoy decidido es sólo porque quiero cuidar de ti. Eres tú quien está siendo cruel, _________, al negarme eso.

El baile acabó y la música se detuvo. Mientras la acompañaba junto a los Fitzhugh, él desafió todas las miradas y le susurró directamente al oído.

—Me acuerdo de todo, y no me creo que tú lo hayas olvidado. Y si lo has hecho, haré que lo recuerdes. Juro por mi vida que lo haré.


CHICAS.... aqui esta el capi.. y lo alcance a poner.. ya que en poco me voy del trabajo al instituto a estudiar .-. ahii definitivamente es estresante.. pero lo bueno.. es que no se me ha olvidado poner capi.. la verdad es que casi no lo subo hoy.. porque no he tenido tiempo... pero espero les guste...

Las Quiero
Bye =)

viernes, 22 de marzo de 2013

"CAPITULO 40"




La mansión que Tom tenía en Londres estaba ubicada en Grosvenor Square y era una muestra más de su opulencia, él pasaba mucho tiempo en esa casa y reflejaba a la perfección su personalidad, mucho más que sus otras propiedades. Las chimeneas eran de un pálido mármol y las mullidas alfombras de colores sutiles con diseños sencillos. Había gente que la describía como demasiado sobria, aburrida y más intimidante que impactante. Para Tom eso era todo un cumplido.

Una de aquellas mullidas alfombras estaba siendo muy castigada desde que había ido a visitar a __________ en Russell Square tres días antes. No dejaba de pasearse de arriba abajo por delante de la chimenea de su estudio. Cada hora que pasaba estaba más impaciente.

Cuando visitó la casa de los Fitzhugh no tenía ninguna duda de que __________ le contestaría. Un juego en el que utilizar el lenguaje de las flores, un lenguaje por el que ella había mostrado mucho interés. Por fuerza tenía que estar intrigada, pero aún no había recibido ninguna respuesta a su desafío. A ella le gustaba jugar tanto como a él.

El primer día después de su visita a Russell Square había seguido con su rutina, seguro de que cuando llegara a casa encontraría allí su respuesta, pero no recibió nada.

Al final del segundo día, aún no tenía ninguna respuesta, y empezó a preocuparle que ella no respondiera a su desafío.

A las nueve de la noche del tercer día, su confianza y su preocupación fueron sustituidas por un profundo y oscuro sentimiento de incertidumbre. Ésa era una emoción nueva para él y no le gustaba especialmente.

Ahora, se paseaba delante del fuego, deseando con todas sus fuerzas que el hecho de que ella no respondiera no significara que no tenía intención de hacerlo, y empezó a pensar en una nueva táctica. Tenía que encontrar el modo de convencerla de que casarse con él era la única opción posible. Él había creído que con el juego de las flores, con su declaración previa de que iba a ganar, sería suficiente para lograr que ella contestara, pero si no lo hacía tenía que encontrar otro modo. De ninguna manera iba a abandonar.

La puerta del estudio se abrió y Tom se detuvo cuando entró Quimby, su mayordomo en Londres.

—Dylan Moore está aquí, señoría —le informó Quimby.

El mayordomo se apartó de la puerta para dejar paso al compositor. Dylan era una de las pocas personas que no tenían que pedir cita previa para visitar al duque. Él siempre era bien recibido.

—Kaulitz, he venido a suplicarte que vengas conmigo —dijo sin preliminares—. Ya no puedo soportar a ninguna otra diva petulante más.

—¿Problemas con tu nueva ópera? —preguntó Tom, pero con la cabeza en otra parte. No podía dejar de pensar en todo lo que había dicho aquella nefasta noche hablando con Viola. Tenía que encontrar el modo de convencer a ___________ de que ya no la veía de ese modo. Ahora veía a aquella mujer bajo la lluvia. Veía su preciosa cara que siempre intentaba esconder sus sentimientos, hasta que un día explotaba entre risas o enfadada, y ese enfado solía dirigirse a él. La veía con aquel horrible delantal mirando el fresco erótico y luego mirándolo a él con aquella mezcla de seducción e inocencia.

—No, no tengo problemas con la ópera, querido amigo, tengo problemas con su diva —le corrigió Dylan—. Elena Triandos es una excelente soprano, pero es griega, y las divas griegas son especialmente insoportables. Cuando me acuerdo de que fui yo quien insistió en darle el papel principal, me…

La voz de Dylan se perdió en la distancia mientras Tom giraba sobre sus talones y volvía a pasear por la alfombra, mordiéndose una uña y pensando.

_________ necesitaba que la cortejara, y parecía que las flores no habían sido suficiente. Ella nunca había tenido oportunidad de disfrutar de los placeres de la vida, y Dios sabía que lo necesitaba. El modo en que su padre la había arrastrado por todo el mundo sin poner nunca a su alcance las comodidades de la civilización le disgustaba profundamente. __________ merecía algo más aparte de los jabones perfumados, los bombones y el vestido rosa que se había comprado. Se merecía todos los lujos que la vida era capaz de ofrecer, y él podía dárselos. Se juró que, si tenía oportunidad, la colmaría de todo tipo de regalos. Lo único que necesitaba era una respuesta.

«¿Y si me manda una indiferente nota en la que educadamente me dice que me rechaza? Eso sería mucho peor que si no me mandara nada.»

Sentía cómo la duda lo estaba carcomiendo con cada minuto que pasaba sin tener noticias de ella. ¿Qué ocurriría si nada de lo que él pudiera hacer o decir fuera suficiente? Negó con la cabeza. No, eso él no podía aceptarlo. No podía creerlo. Lo único que tenía que hacer era encontrar la respuesta adecuada, las palabras justas que decirle. No, no iba a rendirse.

—¿Qué es lo que te tiene tan alterado que no puedes dejar de pasearte con esas ansias? —preguntó Dylan mirándole—. ¿Algún problema político en la Cámara? ¿Algún problema en el museo? Si es así, tiene que ser muy grave, nunca te había visto tan preocupado.

Tom miró distraído a su amigo, pero no contestó. Lo que tenía que hacer era lograr estar a solas con ella. Eso podría hacerla cambiar de opinión. Cuando visitó a Durand, le contó cuáles eran sus intenciones. Estaba seguro de que a __________ no le había gustado pero se había visto obligado a hacerlo. Sabía que si la sociedad no la veía como a uno de ellos no la aceptarían, y ella sería la víctima perfecta de aquellas lenguas viperinas. Por muy discretos que fueran los Fitzhugh, no se podría mantener en secreto que la estaba cortejando. Tom temblaba sólo de pensar que pudieran decir que era una oportunista que lo único que quería era atrapar a un duque. Ya que dentro de poco todo el mundo creería que estaban prometidos, quizá pudiera estar a solas con ella. Poder besarla, tocarla, decirle lo preciosa que era por dentro y por fuera.

—¡Maldita sea, Tom! Si das un paso más sin decirme lo que te pasa te juro que te doy una paliza.

Tom no tuvo oportunidad de responder, porque en ese momento Stephens, uno de sus sirvientes, apareció en la puerta con una caja de madera en las manos.

—Es de DeCharteres, señoría —le informó el lacayo—. El señor Quimby me dijo que ya que usted había estado preguntando si había llegado algo se lo subiera enseguida.

El alivio se apoderó de todo el cuerpo de Tom. De repente sintió tal tranquilidad que tuvo que cerrar los ojos y tomar aire. «Ya era hora.»

Abrió los ojos y le indicó al sirviente que entrara en la habitación y dejara la caja encima de su escritorio. Cuando salió, Tom se acercó a la mesa y la observó. No le importaba lo que le hubiera mandado, el hecho de que le hubiera mandado algo ya le daba esperanzas.

—¿DeCharteres? —Dylan se acercó al escritorio, intrigado, pero sin entender aún nada—. ¿La mejor floristería de Londres manda ahora huevos a la nobleza? ¿O quizá entre tanta paja hay escondida una delicada papaya para tu famoso invernadero?

Tom estaba demasiado ocupado sacando manojos de paja como para contestarle. Quería ver qué le había mandado. Finalmente descubrió una maceta envuelta en papel. Cuando la sacó, vio que tenía un aspecto lamentable. Sus hojas estaban secas y rotas y la tierra seca. Se dio cuenta de que el sencillo tiesto que la contenía estaba totalmente congelado y Tom empezó a reírse.

Su amigo miró la patética planta y levantó una ceja.

—¿Qué demonios es esto?

—Un regalo de una joven dama —contestó él entre risas.

Una planta helada. No había ninguna nota, pero no hacía falta. Muy propio de __________ pensar en algo ingenioso y que diera justo en el clavo.

—Está muerta. —Dylan señaló lo que era obvio mirando el aspecto que ofrecían las negras hojas—. Y además está congelada. —Miró sorprendido a Tom—. ¿Esto es un regalo de una dama y tú lo encuentras divertido?

—Sí, mucho —contestó Tom sonriendo mientras acercaba aquella planta tan fea a la chimenea. La colocó en el centro de la mesa—. Pero lo que es más importante: es un hecho alentador. —Miró por encima del hombro a su amigo y añadió—: Ya que estás vestido para la ocasión y me has suplicado que te distraiga de tus excéntricas divas, puedes acompañarme.

—Claro, pero ¿adónde vamos?

—A Haydon Rooms.

Ahora fue el turno de reírse de Dylan.

—Estás de broma. Las Haydon Rooms son demasiado mundanas para ti, ¿no crees? Estará repleto de chicas decentes buscando posibles prometidos. ¿Qué hombre medianamente inteligente quiere conocer a una chica que piensa en el matrimonio?

Tom se dio la vuelta para mirar a su amigo.

—Vamos a ver a mi duquesa.

—Lady Sarah no pondría nunca uno de sus delicados pies en un sitio como ése. Antes se muere. Y tampoco creo que ella haya sido capaz de enviarte una planta muerta. —Se interrumpió y estudió a su amigo durante un momento—. Has cambiado de idea. Has escogido a otra. Dime que sí, te lo ruego.

—Sí, así es.

—Estoy oyendo cómo cantan los ángeles, Tom. No estarás tomándome el pelo, ¿no? De cualquier modo, estoy tan aliviado que no me importa. Así qué, ¿quién es tu nueva elección? ¿Qué tipo de futura duquesa acude a un baile en las Haydon Rooms y te manda una planta muerta? ¿No será una chica del campo?

—Más o menos, pero sería más preciso decir que es una chica de mundo.

—Me tienes intrigado.

—Lo sé —respondió Tom caminando hacia la puerta con su amigo pisándole los talones—. Estaba convencido de que así sería.


CHICAS.. jajaja vieron la respuesta de TN.... Tom estaba nervioso por que algo llegara jajaj lo bueno es que pronto se encontraran nuevamente jaja xd.. y hay que ver que planea Tom xd...
Espero les guste el capi..

Las Quiero
Bye =)

PD: Jenni podriamos hacer un baby shower virtual porque no jajaj ahi le contamos a la Ale.

jueves, 21 de marzo de 2013

"CAPITULO 39"




___________ se puso en pie tan pronto como cruzaron la puerta, y empezó a pasearse por la habitación.

—Esto es humillante. Sé perfectamente que lo único que le ha impulsado a venir hoy aquí es que cree que voy a casarme con el duque. ¡Qué hombre tan horrible! ¿Y cómo se atreve el duque a ir a casa de Durand y hablarle de todo eso? Él sabe que no voy a casarme con él, cuando lo rechacé fui bastante clara al respecto.

—___________, siéntate.

Ella vio que lady Fitzhugh la estaba observando tan seria que decidió hacerle caso y sentarse.

—Así que en verdad el duque se te declaró.

—Sí. —Temerosa de lo que lady Fitzhugh pudiera decirle, añadió—: Por favor, no me diga que fui una estúpida al rechazarle. Yo…

—No, no, __________, yo nunca me entrometería en algo tan delicado. Tus razones tendrás para haberlo hecho. Respeto que no quieras hablar de eso, es tu elección. Yo sólo te preguntaba si era verdad que el duque te había propuesto matrimonio, porque si lo ha hecho me gustaría darte un consejo. Si tú me lo permites.

__________ la miró sorprendida y un poco intrigada. Ella tenía en mucha estima a lady Fitzhugh y no quería oírle decir que se había equivocado al rechazar a un duque.

—¿Consejo?

—Sí. —La mujer cruzó las manos sobre su regazo y guardó silencio un momento. Después empezó a hablar—. Antes que nada, quiero que sepas que te tengo mucho cariño, querida. Tú has sido una excelente compañía para mis hijas, ya que siendo mayor que ellas has logrado transmitirles cierta serenidad y responsabilidad. Pero yo soy mayor que tú, y esos años me han hecho más sabia, o eso espero. Por favor, permite que te de un consejo y entiende que lo hago sólo pensando en ti y en tu felicidad.

—Por supuesto, puede darme todos los consejos que quiera. Usted ha sido muy amable conmigo, me ha abierto las puertas de su casa, ha sido mi amiga y… —se le rompió la voz y tardó un momento en poder continuar—. Lady Fitzhugh, le estoy tan agradecida. Usted me ha tratado como si fuera una más de la familia y las palabras no logran expresar…

—Tranquila, hija —dijo, dándole unos cariñosos golpecitos en la mano—. Y llámame Elinor, querida. Y tienes que saber que para mí ya eres en efecto una más de la familia —añadió sonriendo—, aunque quizá ya no te guste tanto después de que oigas lo que quiero decirte.

__________ se preparó para lo inevitable.

—Va a decirme que debería ser más lista y aceptar la proposición del duque.

—No, no, tú ya eres mayor para saber lo que hay en tu corazón y en tu cabeza. Además, ser duquesa es una enorme responsabilidad, y entiendo perfectamente tu reticencia a ocupar ese puesto. No estoy segura de que me gustara para una de mis hijas. No, mi consejo se refiere al barón.

—¿Al barón?

—Sí, ___________. A pesar de lo feliz que me hace considerarte un miembro de mi familia, eso no altera que el barón es realmente tu abuelo. Entiendo perfectamente tu orgullo, yo también tengo y comprendo que te indignen sus motivos. Sin duda, el hecho de que el duque se interese por ti ha motivado este reencuentro familiar. Sin duda, le interesa emparentar con el duque Tom. Y teme las críticas de la sociedad si se sabe que se negó a ayudarte en tu momento más delicado, a consecuencia de lo cual te viste forzada a trabajar. Pero a pesar de sus motivos, yo te aconsejaría que le permitieras hacer lo correcto y que te reconociera como a su nieta. Deja que actúe como un generoso y benevolente abuelo, al menos por ahora.

__________ iba a hablar, pero lady Fitzhugh le tocó el brazo y decidió callarse.

—Por tu bien, _________ —continuó lady Fitzhugh—, seré, directa y te hablaré como si fueras hija mía. Tú eres una mujer práctica, pero en este tema dejas que el orgullo te nuble el juicio. Si insistes en rechazar al duque, él tarde o temprano desistirá de su empeño, pero si permites que Durand te reconozca ahora, él no podrá dar marcha atrás aunque no llegaras a casarte con el duque. Tendrás su protección y su apoyo y no tendrás que temer nunca más por tu futuro. Antes de que llegaras, he estado hablando con él, y he llegado a la conclusión de que, si bien no es un hombre muy rico, tiene suficientes rentas de todas sus propiedades y podrá mantenerte sin problemas. Querida, tú ya sabes lo que es pasar penurias, sabes lo dura que puede llegar a ser la vida. No permitas que tu orgullo te prive de tener la seguridad y la protección que tu abuelo puede brindarte. El duque, seguro que con intención de ayudarte, le ha ofrecido al barón la posibilidad de corregir todo el mal que te ha hecho. Permite que Durand alivie su conciencia y te reconozca.

_________ tomó aire y lo soltó lentamente.

—Tiene razón. Él se había negado de tal modo a reconocerme que hoy, cuando ha venido aquí y he visto tan claro que lo único que quería era ganarse el favor de Tom, he sido incapaz de razonar. Rechazar que me reconozca sería en verdad estúpido.

—¿Tom? —Lady Fitzhugh repitió el nombre con una voz tan reflexiva que _________ se sonrojó. Pero lady Fitzhugh era una mujer discreta—. Una taza de té nos iría bien a las dos, ¿no crees? —le sugirió.

Apenas acababa de llegar el té cuando los caballeros volvieron a entrar en el saloncito. Ella y lady Fitzhugh se levantaron y sir Edward se acercó a __________.

—El barón me ha confirmado su reconocimiento como nieta suya. —Le apretó cariñosamente el hombro—. Tu futuro está asegurado, querida.

__________ miró al barón y, siguiendo el consejo de lady Fitzhugh, le permitió tranquilizar su conciencia.

—Gracias —dijo educadamente—. Es usted muy amable.

—También hemos llegado a un acuerdo sobre tu situación —continuó sir Edward—. Lord Durand permite que te quedes con nosotros. Se da cuenta de que te has convertido en una gran amiga para Elizabeth y Anne, y cree que lady Fitzhugh será una excelente compañía para ti. Te ofrece una pequeña asignación para tus gastos de diez libras semanales y dice que puedes utilizar su nombre siempre que lo necesites.

—Eso es muy generoso por su parte, lord Durand —añadió lady Fitzhugh—. Tanto si se casa con un duque como si no, una dama necesita ropa y otras cosas por el estilo. ___________ es una amiga maravillosa para mis hijas y estamos encantados de que se quede aquí con nosotros. Procuraré que haga uso de su generosidad sabiamente.

—Gracias —dijo el barón, y se dirigió hacia ella tosiendo un poco—. _________, sólo espero que cuando entiendas la situación, puedas llegar a sentir cierto afecto por mí.

Hizo una reverencia y se fue.

Tan pronto como Mary hubo cerrado la puerta, Elizabeth y Anne entraron corriendo en el saloncito.

—¿Qué ha pasado? —preguntaron las dos a la vez.

—El barón es el abuelo de _________ —les informó su padre.

Las dos gritaron sorprendidas y se volvieron para mirar a __________.

—¿Por qué no nos lo habías dicho? ¿Por qué estabas trabajando para el duque si eres la nieta de un barón?

—El barón no me había reconocido —contestó ___________ con amargura al recordar lo asustada que había estado en Tánger—. Ahora lo ha hecho.

—Durand permite que se quede con nosotros —le comunicó sir Edward a sus hijas—, y le ha ofrecido una asignación que estoy convencido de que vais a enseñarle cómo gastar lo más rápido posible.

—Oh, sí, seguro que sí —dijo Elizabeth riendo—. Vestidos nuevos, sombreros, y todo lo que pueda necesitar una mujer a la que está cortejando un duque. Primero nos ha visitado un duque, luego un barón. Seguro que cuando acabe la semana ya nos habrá visitado también un conde.

___________ hizo una mueca.

—El barón sólo está siendo generoso porque cree que voy a casarme con el duque. Ahora que mi futuro ya está asegurado, creo que es un buen día para empezar a gastar ese dinero. ¿Pueden acompañarme Anne y Elizabeth? —le preguntó a lady Fitzhugh.

—Claro que sí, querida —respondió la mujer—. ¿Adónde vais a ir?

—A DeCharteres, tengo que mandar mi respuesta al duque.

Anne y Elizabeth estaban entusiasmadas de ir con ella a la floristería para ver en persona qué flores escogía como respuesta. Pero lady Fitzhugh sólo levantó las cejas ante la noticia.

—Contestarle es muy cariñoso de tu parte, querida.

—Cuando él lo vea, Elinor, dudo que esté de acuerdo con usted.
 
CHICAS   aqui con un nuevo capi.. sorry si es corto.. pero es que la verdad no tengo mucho tiempo... espero que les guste la respuesta que le dara TN a Tom.. ya mañana sabran jaja xd...
 
Las Quiero
Bye =)
 
PD: Jennifer... me tienes que decir y hacemos un baby shower  a la Ale jajajaj xd

miércoles, 20 de marzo de 2013

"CAPITULO 38"




La predicción de lady Fitzhugh de que su casa se inundaría de visitas empezó cumplirse a la tarde siguiente. El primero en visitar a ___________ fue lord Durand.

Ella no estaba de humor para recibir visitas. Junto con Elizabeth acababa de llegar a casa después de un largo paseo por Montagu House, en donde no le habían dejado entrar en el museo porque no había rellenado su solicitud con suficiente antelación. El hecho de que ella fuera la hija de sir Henry Wade, cuyos descubrimientos constituían la mayor parte de la exposición, no había impresionado suficientemente a los encargados como para romper sus estrictas normas de admisión. Así que, cuando llegó a la casa de Russell Square y se encontró con que lord Durand estaba esperándola en la salita, su humor no mejoró.

Se quedó petrificada al pie de la escalera, su mano agarrada con fuerza a la barandilla.

—¿Lord Durand? —repitió mirando confundida a Mary mientras le entregaba su abrigo y su sombrero—. ¿Por qué quiere verme?

La doncella recogió sus cosas y respondió.

—No lo sé, señorita, pero lady Fitzhugh me pidió que se lo dijera en cuanto llegara.

Antes de que ___________ pudiera responder, lady Fitzhugh, que debió de haber oído sus voces, salió de la salita y bajó rápidamente la escalera.

—Lord Durand está aquí —le susurró a _________—. Lleva esperándote más de media hora. —Tocó con cariño el brazo de __________—. Me ha dicho que es tu abuelo, el padre de tu madre, y que acaba de enterarse de ello. ¿Es eso cierto, _________?

—Sí —admitió _________, y empezó a subir con ella la escalera—. Pero nos ignoró durante años y yo no le he visto en toda mi vida. ¿Por qué quiere verme precisamente ahora?

—Dice que desea hablar contigo. Parece ansioso por conocerte y, para que no te sea todo tan extraño, a sir Edward y a mí nos gustaría estar presentes en la reunión. El barón está de acuerdo, si a ti no te importa, claro.

—No, no, por supuesto. Supongo que no puedo negarme a verle, a pesar de que él sí se negó a verme a mí.

—¿Eso hizo? —Lady Fitzhugh se extrañó—. Hoy parece tener muchas ganas de verte. Pero en cualquier caso, no creo que fuera la decisión más acertada, querida. Él ya nos ha reconocido a Edward y a mí que sois familia.

—¿Ah sí? —preguntó a la vez que lady Fitzhugh abría la puerta de la salita y entraba en ella. ___________ la siguió.

La primera imagen del barón la dejó sorprendida, y se detuvo en la puerta. __________ no esperaba que fuera un hombre atractivo. Se había imaginado una especie de anciano de mandíbula desencajada y expresión maléfica. En vez de eso, se trataba de un hombre alto, elegante, con el pelo plateado y que, a pesar de su edad, seguía siendo muy guapo. Esa sorpresa se incrementó al oír sus primeras palabras.

—Mi queridísima nieta —exclamó, y se acercó para cogerle las manos—. Me hace tan feliz poder verte finalmente. Ven, ven, deja que te mire. —La examinó de arriba abajo y luego la cogió del brazo para guiarla hasta el sofá que había cerca del fuego, delante de la silla en la que se había sentado lady Fitzhugh—. Tengo tantas ganas de que pasemos un agradable rato juntos.

__________ se soltó y prefirió sentarse junto a lady Fitzhugh, para así poder mirarlo directamente a los ojos. Pero antes de que pudiera preguntarle nada, el barón habló:

—Estoy tan contento por ti, querida niña. Deja que sea el primero en felicitarte.

Ella parpadeó sorprendida.

—¿Perdón? ¿Por qué me felicita?

—Por tu compromiso con el duque de Tremore, El duque Tom por supuesto.

__________ no daba crédito.

—No sé a qué se refiere. No estoy prometida con el duque.

El barón, no pareció impresionado por sus palabras.

—Claro, claro, lo entiendo. El duque ya me ha explicado lo impetuosa que fue su proposición y que le has pedido que te corteje como te mereces antes de hacer oficial vuestro compromiso.

—¿Eso le ha dicho? —preguntó ella apretando los dientes.

—Sí, y lo entiendo perfectamente. Tienes todo el derecho a querer que te conquisten, incluso aunque él sea un duque.

—No tengo ninguna intención de casarme con él —respondió ella sin lograr distinguir si le irritaba más Tom o el barón. En esos momentos estaba igual de harta de los dos.

El barón le guiñó un ojo.

—Pocas jóvenes se atreverían a hacer esperar a un duque, pero él parece bastante encariñado contigo y ya está resignado a la idea. De todos modos, deja que te dé un consejo, querida. No le hagas esperar demasiado. Al fin y al cabo, es un duque.

__________ tenía la sensación de que iba a oír esa frase bastante a menudo.

—No voy a casarme con él —insistió ella—. No hable de un compromiso que no existe, se lo ruego.

—Es inútil que intentes mantenerlo en secreto, el propio duque me dijo que tenía intención de hacer público que te estaba cortejando. Eres mi nieta, y como caballero tengo el deber y la obligación de cuidar de ti. Te daré consejos de cómo llevar este noviazgo, aunque ahora ya sea un poco inútil, pues ya le he dado mi consentimiento al duque.

__________ empezaba a estar harta de tratar con caballeros honorables.

—Yo no quiero ser su obligación, señor.

Antes de que él pudiera responder, se atrevió a preguntarle lo único que de verdad quería saber.

—¿Por qué ocultó que mi madre se fugó con mi padre y cómo logró mantener en secreto su matrimonio?

El barón miró a sir Edward y a lady Fitzhugh. Parecía enfadado por el cambio de tema e incómodo de tener que responder a esas preguntas, pero aun así lo hizo.

—Mi hija era muy joven, sólo tenía diecisiete años. No di mi aprobación al matrimonio. La gran diferencia social hacía que para ella fuera una unión muy desventajosa. Cuando se fugaron, decidí evitar a toda costa el escándalo, y dije a todo el mundo que Jane se había ido a Italia a estudiar arte.

__________ se sentía satisfecha de que él estuviera dispuesto a contarle la verdad sobre sus padres, pero era como si estuviera soltando un discurso perfectamente ensayado.

—Lo hice lo mejor que pude.

__________ se cruzó de brazos y lo miró seria.

—¿De verdad?

El barón se removió incómodo en su sillón, pero a ___________ no le afectó en absoluto.

—¿Por qué entonces no intentó corregir su error y reconocerme cuando se lo pedí? Ya sé que mi padre era un huérfano sin familia ni influencias, pero era un hombre brillante. Era un caballero, y su hija le amaba. Usted sabía que yo era su nieta y a pesar de ello se negó a reconocerme. ¿No le avergüenza habernos tratado así?

El barón no pudo reaccionar ante aquella avalancha de acusaciones. Parecía molesto por tener que tocar ese tema en su primera visita. Pero cuando habló no lo hizo enfadado, sino que agitó las manos sorprendido.

—___________, no es como tú dices.

—¿Ah no?

—No, no. —Volvió a mirar incómodo a sir Edward y a lady Fitzhugh, pero ellos no le ofrecieron ayuda. Lady Fitzhugh cosía y sir Edward atizaba el fuego. Ninguno de los dos parecía estar escuchando su conversación, y ni la tos forzada del barón logró captar su atención.

Sin ningunas ganas volvió a mirar a __________, que mantenía un estoico silencio.

—Tu padre estaba en Durham, cerca de mi finca de Cramond. Iba a dar allí unas conferencias sobre antigüedades romanas. Mi hija asistió a esas conferencias y empezaron a encontrarse en secreto. Una semana más tarde, vinieron a verme y me comunicaron que tenían intención de casarse. No hace falta que te diga que no lo aprobé.

—¿La desheredó?

Él negó con la cabeza al instante.

—No, no. Pero estaba furioso. Tu padre era un huérfano sin familia y sin influencias. Era casi veinte años mayor que mi Jane y no tenía dinero para poder mantenerla como ella se merecía, ni tampoco a los hijos que tuvieran. Si se hubieran quedado a vivir conmigo les habría perdonado, pero él quería que tu madre le siguiera por todo el Mediterráneo. Además, estaba convencido de que con una semana no había tenido tiempo de enamorarse. Mi hija y yo discutimos. Ella y tu padre se fugaron esa misma noche, y unos días más tarde se embarcaban en Edimburgo con destino a Nápoles. Nunca volví a ver a mi hija. Mi mujer también ha muerto y no tengo más hijos. ¿Puedes llegar a entender lo amargo y traicionado que me siento?

—Usted dice que no la desheredó, pero sí lo hizo. La eliminó de su corazón y nunca contestó ninguna de sus cartas. Como tampoco contestó la mía.

Él parpadeó ante la brutalidad de sus palabras.

—Espero que algún día lo entiendas.

__________ se apoyó en su silla, sin llegar a comprender su punto de vista.

—No, no lo entiendo en absoluto. No sólo abandonó a su hija, sino que también me abandonó a mí. Le escribí pidiéndole ayuda y lo único que recibí fue una carta de sus abogados. ¿Quiere que le diga lo que decía?

Él trató de responder, pero ella no se lo permitió.

—Decía, de un modo muy explícito, que yo no podía ser su nieta —continuó— y que cualquier otro intento de ponerme en contacto con usted para obtener su dinero sería inútil. Mi padre acababa de morir. Estaba en mitad del desierto de Marruecos, sin dinero, sin familia, sin nadie que me ayudara. Le escribí desde Tánger y durante dos meses esperé su respuesta intentando sobrevivir con lo poco que tenía. Todas las antigüedades que papá había descubierto en Volubilis ya las había vendido al duque de Tremore o a un museo de Roma, y el poco dinero que papá tenía para gastos ya se había esfumado.

Se daba cuenta de que se estaba poniendo nerviosa y demasiado emotiva, pero no le importaba. Quería que supiera cómo le había herido su indiferencia.

—Me vi obligada a vender los libros y el equipo de mi padre para poder comprar comida y tener un sitio donde dormir, pero esperé, tenía la esperanza de que mi abuelo, de que usted, me ayudaría. Sin embargo, no lo hizo. Me abandonó y me dejó sola, sin dinero y sin protección. Suerte que el duque Tom de Tremore quería contratar a mi padre y mandó dos pasajes para Inglaterra. Fui a Hampshire y trabaje para ganarme el sustento. Usted me pregunta si puedo entender lo que hizo y mi respuesta es no. No puedo entenderlo, y creo que me será imposible perdonarle.

—Para ser tan joven das tu opinión muy convencida —gritó él enfadado—. He venido aquí de buena fe, con la intención de arreglar lo mal que me he portado contigo.

—Sólo lo hace porque cree que voy a casarme con un duque. No hay ningún compromiso. Así que…

—Tal vez —interrumpió sir Edward por primera vez desde el inicio de la conversación— deberíamos hablar de este asunto a solas, lord Durand. Creo que las mujeres, y seguro que usted está de acuerdo, son criaturas demasiado emotivas y no permiten que la razón intervenga en su discurso.


__________ se sintió ultrajada, pero lady Fitzhugh le puso una mano en el brazo y, cuando ella se volvió a mirarla, lady Fitzhugh dijo:

—Tranquila.

—Tal vez tenga razón, sir Edward —dijo Durand.

—¡Fantástico! ¿Vamos a mi estudio? —Señaló la puerta y los dos hombres salieron juntos dejando solas a las mujeres.


CHICAS... aqui esta el capi.. se los dejo rapidito...
Las Quiero
Bye =)

PD: Ale amiga... felicidades por tu bebe ^^