"CAPITULO 32"
—No, no —dijo
Elizabeth riendo—. Te has equivocado de lado. —La cogió por los hombros y la
hizo girar.
—Tienes razón
—admitió __________ entre carcajadas—. Me temo que nunca aprenderé estas
dichosas cuadrillas —reconoció, y volvió a bailar intentando recordar los pasos
que Tom le había enseñado. La música corría a cargo de tres violinistas y no de
una caja de música. Elizabeth y no Tom era ahora su pareja de baile y las otras
parejas ya no eran imaginarias. En esa sala había en total veintidós chicas
intentando aprender los pasos de las danzas populares.
Gracias a Tom, ya
no tenía miedo de tomar sus lecciones en una clase llena de gente. Ahora tenía
suficiente autoestima como para poder reírse de sí misma si se equivocaba.
Cuando tres semanas atrás le había confesado a Elizabeth que no conocía los
bailes populares y que quería aprenderlos, ella insistió en asistir cada jueves
por la mañana a esas clases.
—No te desanimes, __________
—le dijo lady Fitzhugh desde una de las sillas que había junto la pared—.
Bailar bien requiere práctica. Anne y Elizabeth asisten a estas clases desde
que cumplieron diez años. Lo estás haciendo muy bien, querida —la animó cuando
volvió a girar hacia el lado equivocado.
—Es verdad —dijo
Elizabeth mientras volvían a alinearse con las demás chicas para empezar un
nuevo baile—. Para cuando vayas a Londres, ya lo harás bien. Bailas mejor de lo
que te imaginas.
Tom le había dicho
lo mismo, pero bailar con tanta gente alrededor aún le resultaba complicado, y
hacía que sus carencias fueran más evidentes.
Pero no quería
pensar en Tom, así que se obligó a entablar conversación.
—¿Así que os vais
dentro de dos semanas? —le preguntó a Elizabeth mientras giraban ejecutando un moulinet.
—Sí. Tengo tantas
ganas… Cuando llegues ¡nos lo pasaremos tan bien juntas!
___________ quería
sentir el mismo entusiasmo que Elizabeth, pero no lo conseguía. Estaban
bailando y ella intentaba concentrarse en contar los pasos, pero no podía dejar
de añorarlo, él era su pareja de baile favorita.
Ya llevaba un mes
fuera y aún no había anunciado su vuelta. A lo mejor no regresaba hasta que
ella ya se hubiera ido. Por otra parte, cualquier día podían llegar noticias
sobre su compromiso. Quizá nunca volviera a verlo. Tres meses atrás, la idea de
irse de allí la llenaba de alegría, pero ahora sólo sentía melancolía.
Había intentado
olvidar aquellos momentos entre los dos, pero no había podido. Había ocupado
sus días con cantidades ingentes de trabajo, pasaba las tardes de los domingos
y los jueves con la familia Fitzhugh, y Elizabeth le había ayudado a escoger un
nuevo vestido en la tienda de la señora Avery. Trabajaba durante todo el día,
pero Tom aparecía en su mente cada vez que cogía un artefacto, cada vez que
bailaba, cada vez que caminaba bajo la lluvia.
A pesar de todos
sus esfuerzos, no había podido seguir enfadada con él. En las doce semanas que
habían pasado desde que ella le presentara su dimisión su orgullo se había
recuperado del dolor infligido por la conversación oída. Y, mientras bailaban y
flirteaban, había ido naciendo entre ambos una agradable camaradería. Él la
había hecho sentir bella e interesante cada vez que le preguntaba por sus
viajes o la tocaba. No sabía cómo, habían llegado a ser amigos. Pero tener un
amigo que con un simple beso podía encender su cuerpo era algo muy peligroso.
Especialmente si se trataba de un duque que iba a casarse con alguien llamado
lady Sarah, una mujer que sin ninguna duda estaba destinada a ser duquesa.
Tom pasó horas
sentado en su carruaje, mirando desde la distancia cómo la lluvia golpeaba los
muros y las ventanas de la mansión Monforth, pero fue incapaz de ordenarle a su
cochero que cruzara la verja. Se quedó allí, en el camino, escuchando cómo las
gotas repicaban en el techo del carruaje aquella melancólica y fría tarde de
diciembre.
Pensó en Sarah, en
su increíble belleza, en su mercenario corazón y en su excelente preparación
para cumplir con las obligaciones de una duquesa. Ella era absolutamente
perfecta para el puesto, pero Dylan tenía razón, no era sensual en absoluto. Tom
la había besado un par de veces y sabía que si sugiriera algo más atrevido sólo
lograría que se desmayara y que le considerara un bárbaro. Pero por eso los
hombres casados, igual que los solteros, tenían amantes.
Pensó brevemente en
Marguerite. No la había visitado ni una sola vez durante todo el tiempo que
había estado en la ciudad y ni él mismo podía entender por qué. Todo su cuerpo
ardía con un deseo desesperado e incontrolado.
Pensó en sus
responsabilidades. Tenía que concertar un buen matrimonio para poder asegurar
el futuro de su título. Tener descendencia era una de sus principales
obligaciones y ya la había pospuesto demasiado tiempo.
Pensó en el poder
que tendrían sus hijos si su madre era la hija de un marqués. En esa unión,
ambos saldrían ganando, y estaba convencido de que Sarah aceptaría encantada. Tan pronto como tuviera las esmeraldas
de Tremore alrededor del cuello estaría dispuesta a pronunciar los sagrados
votos. Era exactamente el tipo de esposa que necesitaba un duque, y era el tipo
de mujer que nunca conquistaría su alma.
Allí sentado,
viendo cómo el atardecer envolvía la mansión Monforth, sintió el peso de las
obligaciones de su rango como nunca antes lo había sentido. Escuchó el repicar
de las gotas contra la cubierta y se dio cuenta de que seguía sin saber por qué
a alguien podía hacerle feliz caminar bajo la lluvia, aunque fuera en una
cálida tarde de agosto.
Se había hecho de
noche. Tom ordenó a su cochero que diera la vuelta y regresara a Londres, y ni
él mismo entendió por qué lo hacía.
Cuando Tom se fue, ___________
se juró que no contaría los días desde su partida, y lo cumplió. No corría a
mirar por la ventana de la antika cada vez que oía que se acercaba un carruaje.
No le preguntó al señor Bennington si sabía cuándo iba a volver. No volvió a
acercarse al ala norte ni a pasear por el invernadero.
Pero nada de eso
pudo evitar que lo echara de menos, que echara de menos sus peleas verbales,
sus bailes a medianoche, sus negociaciones y sus besos. Ella se repetía
constantemente que eso no le hacía ningún bien, ya que tanto si él volvía como
si no, ella iba a marcharse, intentaba recordar una y otra vez todas las
palabras desagradables que él había dicho sobre ella con la esperanza de que
eso la curara de la añoranza, pero tampoco funcionó. Ese recuerdo había dejado
de dolerle.
Decidida a no
echarle de menos, ___________ se centró en su trabajo. El almacén de la antika
aún estaba lleno de piezas por restaurar; luego, pasaba dos tardes a la semana
con la familia Fitzhugh, y ocupaba el resto del tiempo leyendo todo lo que
encontraba sobre política inglesa, moda o nobleza. Incluso llegó a leer un
libro que encontró en la librería del pueblo sobre cómo prepararse para ser una
buena institutriz. Lo único que __________ evitaba con todas sus fuerzas eran
las revistas de sociedad. No quería leer las especulaciones que en ellas habría
sobre Tom y su futura prometida.
Siguiendo las
instrucciones de Tom, el encargado de los establos le enseñó a montar a
caballo. Dada su experiencia con los camellos, sólo fueron necesarios un par de
días para que se sintiera cómoda en la silla de montar, aunque seguía pensando
que era un invento totalmente ridículo.
Cuando llegaron las
vacaciones el señor y la señora Bennington se fueron a pasar las navidades a
casa de su sobrino, en Wiltshire, y lady Fitzhugh invitó a ___________ a Long
Meadows. Ella aceptó encantada y escribió a Viola para informarle, de que se
quedaría unos días más en Hampshire, __________ nunca había celebrado la
Navidad en Inglaterra y tenía muchas ganas de comparar esas fiestas con los
Fitzhugh. En aquellos últimos meses había cogido mucho cariño a esa familia y
ellos la trataban como si fuera un miembro más.
En su primera cena
de Navidad inglesa, _________ comió los platos más exóticos que había visto en
su vida, aunque para sus anfitriones eran de lo más corrientes. El cochinillo
asado no acabó de gustarle, pero le encantó el pudín de ciruelas.
Los
Bennington regresaron a Tremore Hall para despedirse de ella y le desearon lo
mejor en su nueva aventura. El día cinco de enero, el señor Cox le pagó la
prima de quinientas libras. Ya no había nada que la retuviera en Hampshire.
CHICAS... aqui esta el capi y como ven TN ya termino sus días de trabajo y parece que no vera a Tom =( .. tendran que esperar....
espero les guste...
Las Quiero
Bye =)
O.o ya se cumplioo!! El plazo..
ResponderEliminarAy Dios!! Que va a pasar obvio (tn) se ira no? Pero y cuando regrese Tom!!
Siguelaa te lo suplico Tamitha.. Prontoo muy prontoo!!
Bye cuidate :D