"CAPITULO 31"
Tom decidió
centrarse en su trabajo. Asistía a sus habituales encuentros con los miembros
del Club de Anticuarios que estaban en la ciudad y cumplía con todas sus
obligaciones. Sólo controlar el proyecto del museo lo tenía ocupado desde que
salía el sol basta avanzada la noche. Todo por mantener la mente en otra parte
y dejar de pensar en aquellos ojos color lavanda y el deseo que en él
despertaban.
Pero allí, de pie
en medio de la sala que albergaría la mayor colección de objetos romano
británicos del mundo, cada fresco, cada mosaico, cada ánfora, le recordaban
aquello de lo que trataba de escapar.
¿Qué tenía aquella
mujer que no podía quitársela de la cabeza? Unos meses atrás apenas se fijaba
en ella. Hubo una época en que era incapaz de acordarse de ella a no ser que la
tuviera de pie frente a él. Recordaba cómo le molestaba oírla tartamudear al
intentar explicarle su última traducción al latín o al describirle los detalles
más ínfimos de un mosaico. Ella obedecía todas sus órdenes sin protestar, no
importaba lo exigentes o lo poco razonables que éstas fueran; ella siempre las
cumplía a la perfección. De hecho, se comportaba como cualquier otro miembro
del servicio: sin quejas, sin preguntas y cobrando una paga por el trabajo bien
hecho.
Entonces dimitió, y
le dijo a la cara que no le gustaba y que no quería trabajar para él ni un día
más. En ese momento, cinco meses después de su llegada, ella se transformó ante
sus ojos. Se convirtió en alguien desconocido, alguien a quien no le importaba
su título ni su posición. Él suponía que ella siempre había sido así pero que,
por miedo a perder su empleo, se había escondido tras una máscara de
eficiencia. Cuando se le había presentado la primera oportunidad de salir de
allí, había aceptado sin dudarlo, y desde entonces él se había visto obligado a
recurrir a todo su ingenio para intentar convencerla de que se quedara más
tiempo.
¿Y todo por qué?
Porque a ella él no le gustaba. Pero sí le había gustado que la abrazara; le
había gustado que la besara; tanto como a él hacerlo.
Tom sabía que a él
sí le gustaba ella. Demasiado. La deseaba como nunca antes había deseado a
ninguna mujer. Era todo tan inesperado, tan increíble. Había estado equivocado
respecto a __________ al principio, y ahora ella invadía cada rincón de su
mente. ¡Maldito honor! ¿Por qué no había aprovechado la oportunidad de hacerle
el amor? Al menos así dejaría de imaginarse lo que sentiría al hacerlo y quizá
podría apartar de su mente esa obsesión y concentrarse en su trabajo. Miró el
fresco que tenía delante, y sus colores envejecidos; el racimo de uvas que
habría sido púrpura ahora era de color lavanda. Dio un puñetazo a la mesa.
—¡Que se vaya al
diablo!
—¿Me llamabas?
—preguntó una voz masculina desde el pasillo.
—¡Dylan Moore!
—exclamó Tom reconociendo esa voz sin tener que levantar la vista. Tomó aliento
y, agradecido por la interrupción, apartó la vista de la pintura.
—¿A esto le llamas
museo, Tom? —dijo Dylan mirando a su alrededor—. Se parece más a un mausoleo,
está todo lleno de piedras y de estatuas. Pero fíjate, si incluso tienes un
sarcófago.
—Veo que sigues sin
cortarte el pelo —comentó Tom, apartándose de la mesa—. ¿Hasta cuándo vas a
resistirte a los dictados de la moda?
—Aún no lo he
decidido —respondió su amigo sonriendo—. Mi mayordomo me riñe por ello
constantemente, lo creo incluso capaz de drogarme y cortármelo mientras duermo.
Pero estoy decidido a volver a poner de moda las melenas largas en los
caballeros. Por favor, Tom, esos peripuestos de Londres necesitan de alguien
que les guíe.
A Dylan nunca nadie
podría acusarle de peripuesto. Era el compositor más famoso de Inglaterra y su
apariencia era siempre un poco chocante. Hasta tal punto que, cuando alguien lo
veía por primera vez, quedaba tan impactado que no podía ni reaccionar. Estaba
todo muy estudiado.
Era tan alto como Tom
y llevaba una melena larga y negra que le llegaba a los hombros; siempre
despeinada, como si acabara de levantarse de la cama. Sus ojos también eran
negros, con unas invisibles pupilas tan oscuras que lady Jersey lo había
apodado el moderno Mefistófeles. La comparación le iba como anillo al dedo. Sus
cejas se arqueaban burlonas, mientras sus labios sonreían seductores. El
encanto de los ángeles y la suerte del demonio.
Se vestía de
acuerdo con su apodo y alimentaba esa imagen de Mefistófeles llevando siempre
ropa negra, fuera cual fuese la ocasión. Su abrigo negro con forro dorado era
conocido por todos, al igual que lo era su comportamiento que, a cada año que
pasaba, se volvía más escandaloso. Dylan era salvaje, rebelde, y siempre le
invitaban a todas las fiestas. Pero también era el compositor de las melodías
más bellas que Tom había escuchado en su vida. Se conocieron en Cambridge y
eran amigos íntimos desde entonces.
—¿Por qué llamabas
al demonio, Tom? Supongo que por algo relacionado con el trabajo, eso es lo
único que sabes hacer, trabajar. —Dylan nunca había sido capaz de estarse quieto,
así que empezó a caminar por la habitación observando los objetos expuestos—.
¿O quizá la idea de colocar las esmeraldas ducales alrededor del cuello de
cierta dama te está haciendo maldecir?
—¿Es que no puedo
tener vida privada? —preguntó Tom exasperado—. ¿Hasta dónde han llegado los
rumores?
—La semana pasada
apareció en el periódico una lista de las posibles candidatas. ¿Qué espetabas,
amigo mío? ¿Creías que podías llevar las esmeraldas a una joyería de Bond
Street sin que nadie se enterara?
—Fue una tontería,
lo sé.
—Muy grande —añadió
Dylan, y paró de caminar para mirar directamente a su amigo—. Vamos,
desembucha. ¿Quién es la afortunada dama?
—Lady Sarah
Monforth.
Su amigo,
incrédulo, lo miró fijamente y esquivó un par de estatuas hasta colocarse frente
a él.
—Me estás tomando
el pelo, Tom. Dime la verdad.
—Te he dicho la
verdad. Ella está en París hasta navidades, así que aún no me he declarado. Te
pido por favor que mantengas el secreto.
—Estoy demasiado
impactado para no hacerlo. ¿Puede saberse por qué precisamente tú, que eres un
hombre inteligente, vas a casarte con una boba de tal calibre?
—Es una unión
ventajosa para ambos.
—No cabe duda. Su
nombre era el primero de la lista. —Dylan cogió un cuchillo de bronce que
estaba sobre la mesa y lo observó atentamente por un instante, luego lo
devolvió a su sitio—. Sabiendo como sé que odias el matrimonio tanto como yo,
supongo que lo haces para tener un heredero.
Tom se estaba
irritando. No le gustaba que sus amigos se metieran en sus asuntos.
—¿Tienes algo que
objetar?
—Vas a tener que
acostarte con ella —dijo Dylan mirándolo a los ojos y poniendo cara de asco—.
Lady Sarah es una de esas mujeres que, a pesar de ser hermosas, no tienen ni un
ápice de sensualidad en todo su cuerpo.
—Hablas como el
hedonista que eres, yo estoy siendo práctico.
La risa de Dylan
resonó por todo el museo.
—Dios, Tom, cómo me
gustaría ser como tú. Eres tan responsable, tan disciplinado y tienes tanta
determinación que consigues siempre lo que quieres. Supongo que ya has informado
a Dios de que necesitas como mínimo tres hijos varones para asegurar la
descendencia de Tremore.
Tom ya estaba
acostumbrado al cáustico sentido del humor de Dylan y se negaba a picar el
anzuelo.
—Estoy muy contento
de verte, amigo.
—Te confieso que yo
también. Nos lo pasamos muy bien siempre que decides visitar la capital. ¿Qué
vamos a hacer esta vez? Podríamos ir a Seven Dials a fumar opio. Yo fui hace
unos días y fue una experiencia indescriptible. Creo que incluso me inspiró
para componer cinco nuevos conciertos.
Tom sabía que era
probable que Dylan le estuviera diciendo la verdad. Visitar Seven Dials y fumar
opio era la típica situación peligrosa que a Dylan le encantaba. Él siempre
hacía cosas así.
—O quizá podríamos
invadir los burdeles, Tom. Que yo sepa, en este tiempo has sido lo bastante
listo como para no enamorarte de una actriz y, después de todo, dentro de poco
vas a casarte con una mujer tan erótica como esta criatura de aquí —dijo,
señalando la estatua que tenía al lado—. Así que, ¿qué me dices, visitamos a
las prostitutas esta noche?
Por un instante, Tom
estuvo tentado de aceptar. A lo mejor, un interludio con una cortesana de
Londres era lo que necesitaba para librarse de aquella tensión, de aquella
necesidad que lo consumía por dentro. Después de todo, si lo que necesitaba era
estar con una mujer, en media hora una prostituta podía solventarlo.
—Una idea
tentadora, Moore —admitió—, pero no puedo. Ya tengo un compromiso.
—No seas aburrido.
Llevo días trabajando en una nueva ópera y hace más de una semana que no estoy
con una mujer.
La mano de Tom rozó
el borde del fresco que había en la mesa e inclinó la cabeza para examinar más
de cerca el dibujo. Cerró los ojos y olió un poco de esencia de gardenia. La
preferida de ella.
—¿Tanto? —preguntó mientras
volvía a incorporarse.
—¿Cuál es ese
compromiso? Monforth y su familia no están en Londres, creo que pasan estos
días en Hertfordshire. —Hizo una pausa y repasó todas las opciones—. Ah
—sonrió—, supongo que te refieres a la encantadora Marguerite.
Al oírlo, Tom cayó
en la cuenta de que llevaba más de ocho meses sin visitar a su amante. Dios, ni
siquiera se había acordado de ella.
—No voy a ver a
Marguerite —contestó él, a la vez que pensaba que quizá debiera considerar
hacerlo. Tal vez así lograra recuperar un poco de paz—. Voy a cenar con los
miembros del Club de Anticuarios, tenemos muchas cosas que hablar sobre el
museo. ¿Te apetecería venir? Estoy convencido de que nunca han conocido a nadie
como tú. Si prometes no hacer nada deshonroso, como por ejemplo, recitar versos
obscenos, te dejo que me acompañes.
A Dylan se le
pusieron los pelos de punta sólo de pensarlo.
—¿Sentarme a beber
oporto rodeado de viejos arqueólogos y tratando de comportarme? No, gracias.
Creo que prefiero que me azoten en la plaza pública o beber limonada con las
debutantes en Almack's.
—No puedes. Te
echaron de allí hace dos años y tienes prohibida la entrada. Lady Amelia. ¿Te
acuerdas?
—Ah, sí. Lady
Amelia. Ya lo había olvidado.
Lady Jersey y el
resto de las grandes damas que regentaban Almack's le habían prohibido la
entrada a tan respetable institución cuando Dylan se había negado a casarse con
lady Amelia después de haberla besado delante de todo el mundo mientras
bailaban un vals. Dylan no lamentaba la perdida en absoluto.
—Si no llega a
abofetearte tan rápido, la reputación de lady Amelia no se habría recuperado de
ese incidente —señaló Tom—. Ese beso la habría arruinado para siempre.
—Yo le dije que me
pegara. Era la única solución, todo el mundo nos estaba mirando. —Dylan se
separó de la estatua y empezó a caminar hacia la puerta. A cada paso que daba,
el forro dorado de su abrigo brillaba tras sus botas—. Si no quieres venir
conmigo a perseguir faldas, tendré que espabilarme solo. Creo que lo mejor será
que vaya al teatro, Abigail Williams representa Los rivales. Saltaré de
mi palco y me la llevaré del escenario.
—En serio, Moore
—le gritó Tom a su amigo—. ¿No crees que llevas demasiado lejos ese papel de
artista chiflado?
—¿Quién dice que es
un papel? —preguntó Dylan desde la puerta; a continuación se detuvo y le
sonrió—. Yo mismo aún no lo tengo claro. Cuando decidas hacer algo divertido,
llámame, Tom.
Tom vio cómo su
amigo desaparecía en la oscuridad y negó con la cabeza. Dylan era un hombre
brillante, con talento, pero cada vez parecía perder más el rumbo. Desde su
accidente en Hyde Park hacía tres años, no había vuelto a ser el mismo.
Tom dejó de pensar
en Dylan y volvió a mirar el fresco. Deslizó el dedo sobre una pequeña grieta
que había sido perfectamente reparada.
Él nunca querría
tanto algo cuya pérdida pudiera llevarlo a la locura. Nunca.
Apartó la mano de
la pintura. Tan pronto como se fuera de Londres, iría a Hertfordshire para ver
a Sarah. Había llegado el momento de hacer oficial su compromiso.
CHICAS... espero que esten bien.. y comenzar una nueva semana.. ahora de trabajo y estudio ¬¬ jajaja que le vamos hacer asi es la vida...
Parece que Tom no se va a hechar atras con la idea de proponerle matrimonio a Lady Sara...
Que dira TN de todo esto... jejejej
Las Quiero
Bye =)
Ay te juro que muero por saber q pasara? Seri bueno que alguien se interese en (tn) y asi Tom sienta celos.. !! Podria ser Dylan no? ..
ResponderEliminarSiguelaa prontoo.. Imagino como ya estas de vuelta subiraa todos los dias no? ..
Sii es q muero por leer mas :D
bye cuidate