Mi Amor Platonico

Mi Amor Platonico
Y el amor roto, cuando vuelve a nacer, crece
más bello que el primero, más fuerte, más grande.


lunes, 11 de marzo de 2013

"CAPITULO 31"




Tom decidió centrarse en su trabajo. Asistía a sus habituales encuentros con los miembros del Club de Anticuarios que estaban en la ciudad y cumplía con todas sus obligaciones. Sólo controlar el proyecto del museo lo tenía ocupado desde que salía el sol basta avanzada la noche. Todo por mantener la mente en otra parte y dejar de pensar en aquellos ojos color lavanda y el deseo que en él despertaban.

Pero allí, de pie en medio de la sala que albergaría la mayor colección de objetos romano británicos del mundo, cada fresco, cada mosaico, cada ánfora, le recordaban aquello de lo que trataba de escapar.

¿Qué tenía aquella mujer que no podía quitársela de la cabeza? Unos meses atrás apenas se fijaba en ella. Hubo una época en que era incapaz de acordarse de ella a no ser que la tuviera de pie frente a él. Recordaba cómo le molestaba oírla tartamudear al intentar explicarle su última traducción al latín o al describirle los detalles más ínfimos de un mosaico. Ella obedecía todas sus órdenes sin protestar, no importaba lo exigentes o lo poco razonables que éstas fueran; ella siempre las cumplía a la perfección. De hecho, se comportaba como cualquier otro miembro del servicio: sin quejas, sin preguntas y cobrando una paga por el trabajo bien hecho.

Entonces dimitió, y le dijo a la cara que no le gustaba y que no quería trabajar para él ni un día más. En ese momento, cinco meses después de su llegada, ella se transformó ante sus ojos. Se convirtió en alguien desconocido, alguien a quien no le importaba su título ni su posición. Él suponía que ella siempre había sido así pero que, por miedo a perder su empleo, se había escondido tras una máscara de eficiencia. Cuando se le había presentado la primera oportunidad de salir de allí, había aceptado sin dudarlo, y desde entonces él se había visto obligado a recurrir a todo su ingenio para intentar convencerla de que se quedara más tiempo.

¿Y todo por qué? Porque a ella él no le gustaba. Pero sí le había gustado que la abrazara; le había gustado que la besara; tanto como a él hacerlo.

Tom sabía que a él sí le gustaba ella. Demasiado. La deseaba como nunca antes había deseado a ninguna mujer. Era todo tan inesperado, tan increíble. Había estado equivocado respecto a __________ al principio, y ahora ella invadía cada rincón de su mente. ¡Maldito honor! ¿Por qué no había aprovechado la oportunidad de hacerle el amor? Al menos así dejaría de imaginarse lo que sentiría al hacerlo y quizá podría apartar de su mente esa obsesión y concentrarse en su trabajo. Miró el fresco que tenía delante, y sus colores envejecidos; el racimo de uvas que habría sido púrpura ahora era de color lavanda. Dio un puñetazo a la mesa.

—¡Que se vaya al diablo!

—¿Me llamabas? —preguntó una voz masculina desde el pasillo.

—¡Dylan Moore! —exclamó Tom reconociendo esa voz sin tener que levantar la vista. Tomó aliento y, agradecido por la interrupción, apartó la vista de la pintura.

—¿A esto le llamas museo, Tom? —dijo Dylan mirando a su alrededor—. Se parece más a un mausoleo, está todo lleno de piedras y de estatuas. Pero fíjate, si incluso tienes un sarcófago.

—Veo que sigues sin cortarte el pelo —comentó Tom, apartándose de la mesa—. ¿Hasta cuándo vas a resistirte a los dictados de la moda?

—Aún no lo he decidido —respondió su amigo sonriendo—. Mi mayordomo me riñe por ello constantemente, lo creo incluso capaz de drogarme y cortármelo mientras duermo. Pero estoy decidido a volver a poner de moda las melenas largas en los caballeros. Por favor, Tom, esos peripuestos de Londres necesitan de alguien que les guíe.

A Dylan nunca nadie podría acusarle de peripuesto. Era el compositor más famoso de Inglaterra y su apariencia era siempre un poco chocante. Hasta tal punto que, cuando alguien lo veía por primera vez, quedaba tan impactado que no podía ni reaccionar. Estaba todo muy estudiado.

Era tan alto como Tom y llevaba una melena larga y negra que le llegaba a los hombros; siempre despeinada, como si acabara de levantarse de la cama. Sus ojos también eran negros, con unas invisibles pupilas tan oscuras que lady Jersey lo había apodado el moderno Mefistófeles. La comparación le iba como anillo al dedo. Sus cejas se arqueaban burlonas, mientras sus labios sonreían seductores. El encanto de los ángeles y la suerte del demonio.

Se vestía de acuerdo con su apodo y alimentaba esa imagen de Mefistófeles llevando siempre ropa negra, fuera cual fuese la ocasión. Su abrigo negro con forro dorado era conocido por todos, al igual que lo era su comportamiento que, a cada año que pasaba, se volvía más escandaloso. Dylan era salvaje, rebelde, y siempre le invitaban a todas las fiestas. Pero también era el compositor de las melodías más bellas que Tom había escuchado en su vida. Se conocieron en Cambridge y eran amigos íntimos desde entonces.

—¿Por qué llamabas al demonio, Tom? Supongo que por algo relacionado con el trabajo, eso es lo único que sabes hacer, trabajar. —Dylan nunca había sido capaz de estarse quieto, así que empezó a caminar por la habitación observando los objetos expuestos—. ¿O quizá la idea de colocar las esmeraldas ducales alrededor del cuello de cierta dama te está haciendo maldecir?

—¿Es que no puedo tener vida privada? —preguntó Tom exasperado—. ¿Hasta dónde han llegado los rumores?

—La semana pasada apareció en el periódico una lista de las posibles candidatas. ¿Qué espetabas, amigo mío? ¿Creías que podías llevar las esmeraldas a una joyería de Bond Street sin que nadie se enterara?

—Fue una tontería, lo sé.

—Muy grande —añadió Dylan, y paró de caminar para mirar directamente a su amigo—. Vamos, desembucha. ¿Quién es la afortunada dama?

—Lady Sarah Monforth.

Su amigo, incrédulo, lo miró fijamente y esquivó un par de estatuas hasta colocarse frente a él.

—Me estás tomando el pelo, Tom. Dime la verdad.

—Te he dicho la verdad. Ella está en París hasta navidades, así que aún no me he declarado. Te pido por favor que mantengas el secreto.

—Estoy demasiado impactado para no hacerlo. ¿Puede saberse por qué precisamente tú, que eres un hombre inteligente, vas a casarte con una boba de tal calibre?

—Es una unión ventajosa para ambos.

—No cabe duda. Su nombre era el primero de la lista. —Dylan cogió un cuchillo de bronce que estaba sobre la mesa y lo observó atentamente por un instante, luego lo devolvió a su sitio—. Sabiendo como sé que odias el matrimonio tanto como yo, supongo que lo haces para tener un heredero.

Tom se estaba irritando. No le gustaba que sus amigos se metieran en sus asuntos.

—¿Tienes algo que objetar?

—Vas a tener que acostarte con ella —dijo Dylan mirándolo a los ojos y poniendo cara de asco—. Lady Sarah es una de esas mujeres que, a pesar de ser hermosas, no tienen ni un ápice de sensualidad en todo su cuerpo.

—Hablas como el hedonista que eres, yo estoy siendo práctico.

La risa de Dylan resonó por todo el museo.

—Dios, Tom, cómo me gustaría ser como tú. Eres tan responsable, tan disciplinado y tienes tanta determinación que consigues siempre lo que quieres. Supongo que ya has informado a Dios de que necesitas como mínimo tres hijos varones para asegurar la descendencia de Tremore.

Tom ya estaba acostumbrado al cáustico sentido del humor de Dylan y se negaba a picar el anzuelo.

—Estoy muy contento de verte, amigo.

—Te confieso que yo también. Nos lo pasamos muy bien siempre que decides visitar la capital. ¿Qué vamos a hacer esta vez? Podríamos ir a Seven Dials a fumar opio. Yo fui hace unos días y fue una experiencia indescriptible. Creo que incluso me inspiró para componer cinco nuevos conciertos.

Tom sabía que era probable que Dylan le estuviera diciendo la verdad. Visitar Seven Dials y fumar opio era la típica situación peligrosa que a Dylan le encantaba. Él siempre hacía cosas así.

—O quizá podríamos invadir los burdeles, Tom. Que yo sepa, en este tiempo has sido lo bastante listo como para no enamorarte de una actriz y, después de todo, dentro de poco vas a casarte con una mujer tan erótica como esta criatura de aquí —dijo, señalando la estatua que tenía al lado—. Así que, ¿qué me dices, visitamos a las prostitutas esta noche?

Por un instante, Tom estuvo tentado de aceptar. A lo mejor, un interludio con una cortesana de Londres era lo que necesitaba para librarse de aquella tensión, de aquella necesidad que lo consumía por dentro. Después de todo, si lo que necesitaba era estar con una mujer, en media hora una prostituta podía solventarlo.

—Una idea tentadora, Moore —admitió—, pero no puedo. Ya tengo un compromiso.

—No seas aburrido. Llevo días trabajando en una nueva ópera y hace más de una semana que no estoy con una mujer.

La mano de Tom rozó el borde del fresco que había en la mesa e inclinó la cabeza para examinar más de cerca el dibujo. Cerró los ojos y olió un poco de esencia de gardenia. La preferida de ella.

—¿Tanto? —preguntó mientras volvía a incorporarse.

—¿Cuál es ese compromiso? Monforth y su familia no están en Londres, creo que pasan estos días en Hertfordshire. —Hizo una pausa y repasó todas las opciones—. Ah —sonrió—, supongo que te refieres a la encantadora Marguerite.

Al oírlo, Tom cayó en la cuenta de que llevaba más de ocho meses sin visitar a su amante. Dios, ni siquiera se había acordado de ella.

—No voy a ver a Marguerite —contestó él, a la vez que pensaba que quizá debiera considerar hacerlo. Tal vez así lograra recuperar un poco de paz—. Voy a cenar con los miembros del Club de Anticuarios, tenemos muchas cosas que hablar sobre el museo. ¿Te apetecería venir? Estoy convencido de que nunca han conocido a nadie como tú. Si prometes no hacer nada deshonroso, como por ejemplo, recitar versos obscenos, te dejo que me acompañes.

A Dylan se le pusieron los pelos de punta sólo de pensarlo.

—¿Sentarme a beber oporto rodeado de viejos arqueólogos y tratando de comportarme? No, gracias. Creo que prefiero que me azoten en la plaza pública o beber limonada con las debutantes en Almack's.

—No puedes. Te echaron de allí hace dos años y tienes prohibida la entrada. Lady Amelia. ¿Te acuerdas?

—Ah, sí. Lady Amelia. Ya lo había olvidado.

Lady Jersey y el resto de las grandes damas que regentaban Almack's le habían prohibido la entrada a tan respetable institución cuando Dylan se había negado a casarse con lady Amelia después de haberla besado delante de todo el mundo mientras bailaban un vals. Dylan no lamentaba la perdida en absoluto.

—Si no llega a abofetearte tan rápido, la reputación de lady Amelia no se habría recuperado de ese incidente —señaló Tom—. Ese beso la habría arruinado para siempre.

—Yo le dije que me pegara. Era la única solución, todo el mundo nos estaba mirando. —Dylan se separó de la estatua y empezó a caminar hacia la puerta. A cada paso que daba, el forro dorado de su abrigo brillaba tras sus botas—. Si no quieres venir conmigo a perseguir faldas, tendré que espabilarme solo. Creo que lo mejor será que vaya al teatro, Abigail Williams representa Los rivales. Saltaré de mi palco y me la llevaré del escenario.

—En serio, Moore —le gritó Tom a su amigo—. ¿No crees que llevas demasiado lejos ese papel de artista chiflado?

—¿Quién dice que es un papel? —preguntó Dylan desde la puerta; a continuación se detuvo y le sonrió—. Yo mismo aún no lo tengo claro. Cuando decidas hacer algo divertido, llámame, Tom.

Tom vio cómo su amigo desaparecía en la oscuridad y negó con la cabeza. Dylan era un hombre brillante, con talento, pero cada vez parecía perder más el rumbo. Desde su accidente en Hyde Park hacía tres años, no había vuelto a ser el mismo.

Tom dejó de pensar en Dylan y volvió a mirar el fresco. Deslizó el dedo sobre una pequeña grieta que había sido perfectamente reparada.

Él nunca querría tanto algo cuya pérdida pudiera llevarlo a la locura. Nunca.

Apartó la mano de la pintura. Tan pronto como se fuera de Londres, iría a Hertfordshire para ver a Sarah. Había llegado el momento de hacer oficial su compromiso.


CHICAS... espero que esten bien.. y comenzar una nueva semana.. ahora de trabajo y estudio ¬¬ jajaja que le vamos hacer asi es la vida...
Parece que Tom no se va a hechar atras con la idea de proponerle matrimonio a Lady Sara...
Que dira TN de todo esto... jejejej

Las Quiero
Bye =)

1 comentario:

  1. Ay te juro que muero por saber q pasara? Seri bueno que alguien se interese en (tn) y asi Tom sienta celos.. !! Podria ser Dylan no? ..
    Siguelaa prontoo.. Imagino como ya estas de vuelta subiraa todos los dias no? ..
    Sii es q muero por leer mas :D
    bye cuidate

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