"CAPITULO 27"
El domingo, ____________ acudió
con los Bennington a casa de sir Edward y lady Fitzhugh para tomar el té y,
como era de esperar, el principal tema de conversación fue su tan ilustre
vecino.
—Ayer me enteré de una suculenta
noticia —dijo la señora Bennington introduciendo así el tema—. Mi buena amiga
Margaret Treves me ha escrito desde Londres para contarme lo que el duque fue a
hacer en su última visita a la capital. —Se acercó más a sus oyentes, ansiosa
por dar la noticia—. Se dice que llevó las esmeraldas ducales a una joyería de
Bond Street para que las limpiaran. Eso sólo puede significar una cosa.
—Sí —interrumpió Anne—, las notas
de sociedad llevan semanas especulando sobre quién será la afortunada. Casi
todos creen que lady Sarah es la opción más segura.
____________ apretó tan fuerte la
taza ante la confirmación de lo que ella ya había oído aquel día en la sala de
música que temió que se rompiera.
—Ah, sí, la hija mayor del
marqués de Monforth —dijo lady Fitzhugh—. Sí, supongo que podría desempeñar
bien el papel, pero no creo que sea su tipo.
—Una mujer bella siempre es el
tipo de un hombre —dijo sir Edward, y se ganó la mirada de reprobación de su
esposa.
___________ cerró los ojos y
recordó lo que Viola había dicho esa noche.
«Tú eres el duque de Tremore y tienes que casarte de acuerdo con
tu posición, aunque ello implique renunciar al amor y al cariño.»
Ya hacía tiempo que __________
sabía que él iba a casarse con lady Sarah Monforth, pero aun así no pudo evitar
enfadarse de nuevo. Él no la amaba, sólo iba a casarse con ella por cumplir con
sus obligaciones.
Abrió los ojos, se sacudió el
enfado y dejó la taza encima de la bandeja. No era asunto suyo.
—¿Su amiga le contó más detalles?
—preguntó lady Fitzhugh a la señora Bennington—. A sus veintiseis años, el
duque ya tiene edad para casarse, pero ¿han anunciado ya el compromiso?
—No, aún no, pero reconozco, lady
Fitzhugh, que no sé nada más.
—Bueno, estoy convencida de que
elegirá a la dama adecuada.
—Oh, ojalá no lo hiciera —exclamó
Elizabeth—. Una dama inadecuada sería mucho más interesante.
—¡Elizabeth! —la amonestó lady
Fitzhugh.
—Dicen que lady Sarah es muy
aburrida —continuó ella sin inmutarse.
—Elizabeth —intervino ahora sir
Edward—, no nos corresponde a nosotros criticar su elección de esposa.
—Supongo que tienes razón. Lo que
a mí me gustaría sería que asistiera a los bailes del pueblo. Nuestra prima
Charlotte me contó que lord y lady Snowden acuden con sus hijos a las fiestas
de Dorset cada año. ¿Por qué no podría nuestro duque hacer lo mismo? Papá le ha
visto en varias ferias de agricultura y en las carreras, pero yo he vivido toda
mi vida en Wychwood y apenas le he visto en un par de fiestas.
—Al parecer, no le gusta mucho
asistir a actos sociales —reconoció la señora Bennington—, pero eso es muy raro
en un duque.
—Cierto —convino lady Fitzhugh—.
Al viejo duque le encantaba asistir a las fiestas locales, pero no a todo el
mundo le gustan las mismas cosas, y es perfectamente aceptable que al nuevo
duque no le guste.
—Pero mamá —replicó Elizabeth—,
¿no crees que es extraño que pase tan poco tiempo en su casa, o que nunca haya
celebrado un baile o una cacería? Es muy raro, especialmente siendo como es un
duque.
—El peso de sus obligaciones debe
ser difícil de soportar —dijo sir Edward mirando a su hija—. Quizá cuando viene
a Tremore Hall lo hace para descansar con privacidad y no para pasearse por
todo el condado.
—Espero que se case pronto
—suspiró lady Fitzhugh—. Seguro que todo irá mejor cuando haya una duquesa en
la mansión. Su madre era una mujer muy bella y considerada y mientras vivió, se
celebraron muchas fiestas a las que asistía multitud de gente. Era una mujer
muy generosa. El viejo duque quedó destrozado con su muerte. Aún me acuerdo de
cómo lloraba en el funeral, como un niño desconsolado, mientras su hijo se
mantenía allí de pie, estoico, sin decir ni una palabra, sin derramar ni una
lágrima. Se te rompía el corazón sólo de verle.
__________ se mordió el labio y
bajó la mirada hasta su taza. Eso era tan propio de Tom, estar sufriendo por
dentro y ocultarlo. Ella le entendía perfectamente, a ella tampoco le gustaba
perder el control de sus emociones.
—¡Pobre hombre! —dijo la señora
Bennington—. No me sorprende que no le guste pasar mucho tiempo aquí.
Demasiados malos recuerdos.
—Demasiados —asintió Anne—, yo
haría lo mismo. No me puedo imaginar algo más horrible que perder a tu madre y
que tu padre se vuelva loco.
Incapaz de dar crédito a sus
oídos, ___________ miró sorprendida a la chica.
—¡Anne! —le riñó lady Fitzhugh—.
El viejo duque acababa de perder a su amada esposa. Pobre hombre, la pena hizo
que se comportara de un modo un poco extraño, nada más. No se volvió loco.
—Los criados de la mansión decían
que solía hablar con ella —dijo la señora Bennington—. De noche recorría los
pasillos de arriba abajo gritando su nombre. Hablaba de ella como si aún
estuviera viva. Se dice que el viejo duque llegó a azotar a un lacayo que se
atrevió a decirle que ella estaba muerta. Su hijo se vio obligado a encerrarlo
en una parte de la casa, y también dicen que ésa fue la única vez que vieron
llorar al chico. Después de eso, todas las responsabilidades recayeron sobre
él.
Oh, Dios. ____________ pensó en
ese chico, en el coraje y la valentía que debió de tener, y luego pensó en el
hombre en que se había convertido. Alguien que odiaba los chismes y que luchaba
por mantener su privacidad. Miró la taza que tenía en la mano y algo dentro de
ella despertó.
—No creo que debamos hablar de
esas cosas —dijo mientras dejaba la taza sobre la mesa—. Perdió a su madre y a
su padre. La pena y el duelo son algo muy íntimo, y no un acontecimiento
social.
Lady Fitzhugh se volvió hacia
ella y le apoyó una mano en el hombro.
—Ha hecho muy bien en
reprendernos, querida. No volveremos a hablar de ello.
_________ no contestó y la
conversación se encaminó hacia temas mucho más tranquilos a los que ella no prestó ninguna
atención. Se acordó de su padre, de cuan profundamente había sentido la pérdida
de su esposa, pero logró encontrar consuelo en su trabajo y en su única hija.
El padre de Tom en cambio se abandonó a esa pena, perdió la cordura y dejó
huérfanos a sus dos hijos.
«El amor nunca debe estar por
encima de la razón.»
Ahora entendía a qué se refería
cuando hablaba de las trágicas consecuencias del amor, y también por qué tenía
miedo de enamorarse.
«Oh, Tom.»
—Señorita Wade —la distrajo
Elizabeth de sus pensamientos—, háblenos de sus viajes.
__________ agradeció el cambio de
tema y tomó aliento.
—¿Qué le gustaría saber, señorita
Elizabeth?
—Muchas cosas. ¿Es verdad que en
África se comen el corazón de las personas?
—Sólo los leones —contestó
intentando sonreír.
Durante las tres semanas
siguientes, las clases de baile con Tom se desarrollaron en la más absoluta
corrección entre un caballero y una dama; sus cuerpos a la distancia apropiada.
___________ comprobó que Tom tenía razón. Si le miraba a la cara y hablaba con
él, no se tropezaba tanto, aunque las conversaciones que ahora mantenían eran
totalmente inocentes. ___________ echaba de menos las negociaciones, las
insinuaciones, las caricias y, cuando él se fue de viaje de negocios a Surrey,
vio que estar sin Tom era peor de lo que había imaginado.
Mientras él estuvo fuera, __________
no pudo dejar de pensar en la tarde que pasó en casa de los Fitzhugh. Cuando
estaba trabajando en la biblioteca, aprovechaba cualquier excusa para dar un
paseo por la galería donde colgaban los retratos de la familia. Ahora, con todo
lo que sabía, los veía distintos. Se paraba más rato frente a los de Tom de
niño, y se le partía el alma al imaginar el dolor que debió sentir al tener que
encerrar a su padre.
El trabajo le ocupaba gran parte
del día, pero las tardes sin él se le hacían cada vez más largas. Era una
tonta, echaba de menos a un hombre que la consideraba una máquina. Pero de un
modo extraño se habían convertido en amigos, y cada día, mientras restauraba el
mosaico o reparaba vasijas, miraba por la ventana de la antika para ver si
llegaba.
Por la noche, cuando estaba en la
cama, volvía a pensar en él, en sus caricias y en sus insinuantes palabras. Se
acordaba de cómo había intentado convencerla de que le diera un beso y se
arrepentía de no haberlo hecho. Pensaba tanto en él y le costaba tanto dormirse
que llegó a sentir la tentación de cambiar de idea, y quedarse, pero eso sería
una tontería aún mayor. Él iba a casarse, si se quedaba lo único que
conseguiría sería que le rompieran el corazón.
Una semana después de su partida,
__________ estaba tan obsesionada con sus pensamientos que, harta de dar
vueltas en la cama, y a pesar de que aún no había amanecido, se levantó y se
vistió. A lo mejor el trabajo conseguía tranquilizarla un poco. De camino a la
antika pasó por la cocina y cogió un bollo. «Ojalá ya estuviéramos en
diciembre», pensó.
Cuando entró en la antika oyó a
alguien en el almacén y vio que el señor Bennington había llegado allí antes
que ella. Se sorprendió al verle, ya que nadie empezaba a trabajar a esas
horas. Se dio cuenta de que él pensaba lo mismo.
—Buenos días, señorita Wade, —la
saludó respetuosamente levantándose el sombrero—. No sabía que se levantara al
romper el alba.
____________ notó que estaba
tenso y un poco incómodo.
—Soy madrugadora. —Ella miró
perpleja las estanterías que había detrás de él. Volvían a estar llenas de
trozos de fresco cuando ella estaba convencida de que ya los había restaurado
todos—. ¿De dónde ha salido todo eso? —preguntó sorprendida señalando las
estanterías.
El señor Bennington pareció aún
más incómodo, ni siquiera se atrevía a mirarla a la cara.
—Oh, las encontraron hace unas
semanas. Su señoría ordenó que las almacenaran aquí, pero esta mañana me ha
pedido que las prepare para ser trasladadas a Londres, junto con las piezas que
usted y yo hemos restaurado durante su ausencia.
Al oír esas palabras a __________
le dio un vuelco el corazón.
—¿El duque ha vuelto?
—Sí, llegó anoche.
Ella se mordió el labio y apartó
la mirada, no debía demostrar tanta alegría. Cuando hubo controlado sus
emociones volvió a concentrarse en el arquitecto.
—Pero ¿por qué van a llevarse
estas piezas a Londres? ¿Acaso no quiere que las restaure y las catalogue?
El hombre se sonrojó.
—Creo que su señoría quiere que
estas piezas formen parte de su colección privada. Más adelante ya encargará
que las restauren en Londres. Ahora lo más importante es lo que va a ir al
museo, y usted ya tiene mucho que hacer.
___________ lo entendió al
instante y apretó los labios para evitar reírse.
—Me alivia saber que no tendré
que encargarme también de ellas —le contestó intentando sonar agradecida—.
Tiene razón al decir que ahora el museo es mucho más importante que la colección
privada del duque, así que me voy a poner manos a la obra.
Salió de la habitación y él
continuó preparando las piezas. De vuelta a su mesa, ___________ empezó a
dibujar el fresco de Orfeo. El señor Bennington le recordaba tanto a su padre
que no pudo evitar sonreír. A veces los hombres eran tan inocentes.
Tan pronto como el arquitecto
abandonó la antika para ir a desayunar, ____________ entró para inspeccionar de
cerca aquellos misteriosos frescos. Sacó uno de los fragmentos de la cesta
donde estaba y rápidamente confirmó sus sospechas: se trataba de pinturas
eróticas.
Probablemente, el fresco completo
no tendría nada que ___________ no hubiera visto antes, pero no pudo evitar
empezar a juntar los trozos e intentar adivinar qué representaban.
Pasados unos minutos, había
reunido los suficientes como para hacerse una idea del dibujo final. En los
frescos romanos, la imagen de una pareja desnuda haciendo el amor no era
inusual. En aquel fresco en concreto, la mujer estaba encima del hombre y
rodeaba con las piernas sus caderas mientras él le acariciaba los pechos. Una
postura común, pero al verla allí pintada, ___________ empezó a notar cómo el
calor inundaba todo su cuerpo. Era el mismo calor que sentía cada vez que Tom
la tocaba, cuando soñaba con sus besos o cuando lo espiaba sin camisa.
«Le devolveré las gafas si me da
un beso.»
Pero no lo había hecho, y la
satisfacción que sintió al ganarle en ese momento ya no la reconfortaba. Cuanto
más miraba la imagen de la pareja más se arrepentía de no haberlo besado. Sólo
tenía que rodearle el cuello con los brazos y acercar sus labios a los de él,
así habría satisfecho su curiosidad. Había tenido la oportunidad de besar a Tom
y la había dejado escapar. Tres semanas de lecciones de baile, noche tras
noche, y ni una sola vez él había vuelto a intentarlo. Se había comportado como
un perfecto caballero, educado y distante, como si nunca le hubiera pedido algo
semejante.
Ella se iría en pocas semanas, y
sabía que, probablemente, nunca volvería a tener oportunidad de besar a un
hombre como él. Lo lamentó profundamente, y se juró que si volvía a pedírselo
no dudaría en aceptar.
CHICAS aquiii un nuevo capi.. no les habia podido subir ayer porque habia salido.. ademas que me resfrie ¬¬ asi que ando con los animos bajos.. espero les guste el capi..
Se me cuidan..
Las Quiero
Bye =)
Ahora falta que Tom la pille viendo sa pintura..
ResponderEliminarHe quedado con intruga sobre la familia de Tom..
Siguelaa prontoo ... Esta hermosa la fic :D
cuidate bye
oooooo no quiero que tom se casee y que menos tn se vaya...... ojala todo de un vuelco.
ResponderEliminar:3 esta hermoso el capitulo
ResponderEliminary que mal que el recuerdo del beso
atormente a TN... :/ sigue pronto
por favor... oh y que te recuperes de ese
refriado...
bueno bye, cuidate
=D
bonito el capitulo .. bueno siguela, que estes bien :)
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