Mi Amor Platonico

Mi Amor Platonico
Y el amor roto, cuando vuelve a nacer, crece
más bello que el primero, más fuerte, más grande.


jueves, 28 de febrero de 2013

"CAPITULO 27"




El domingo, ____________ acudió con los Bennington a casa de sir Edward y lady Fitzhugh para tomar el té y, como era de esperar, el principal tema de conversación fue su tan ilustre vecino.

—Ayer me enteré de una suculenta noticia —dijo la señora Bennington introduciendo así el tema—. Mi buena amiga Margaret Treves me ha escrito desde Londres para contarme lo que el duque fue a hacer en su última visita a la capital. —Se acercó más a sus oyentes, ansiosa por dar la noticia—. Se dice que llevó las esmeraldas ducales a una joyería de Bond Street para que las limpiaran. Eso sólo puede significar una cosa.

—Sí —interrumpió Anne—, las notas de sociedad llevan semanas especulando sobre quién será la afortunada. Casi todos creen que lady Sarah es la opción más segura.

____________ apretó tan fuerte la taza ante la confirmación de lo que ella ya había oído aquel día en la sala de música que temió que se rompiera.

—Ah, sí, la hija mayor del marqués de Monforth —dijo lady Fitzhugh—. Sí, supongo que podría desempeñar bien el papel, pero no creo que sea su tipo.

—Una mujer bella siempre es el tipo de un hombre —dijo sir Edward, y se ganó la mirada de reprobación de su esposa.

___________ cerró los ojos y recordó lo que Viola había dicho esa noche.

«Tú eres el duque de Tremore y tienes que casarte de acuerdo con tu posición, aunque ello implique renunciar al amor y al cariño.»

Ya hacía tiempo que __________ sabía que él iba a casarse con lady Sarah Monforth, pero aun así no pudo evitar enfadarse de nuevo. Él no la amaba, sólo iba a casarse con ella por cumplir con sus obligaciones.

Abrió los ojos, se sacudió el enfado y dejó la taza encima de la bandeja. No era asunto suyo.

—¿Su amiga le contó más detalles? —preguntó lady Fitzhugh a la señora Bennington—. A sus veintiseis años, el duque ya tiene edad para casarse, pero ¿han anunciado ya el compromiso?

—No, aún no, pero reconozco, lady Fitzhugh, que no sé nada más.

—Bueno, estoy convencida de que elegirá a la dama adecuada.

—Oh, ojalá no lo hiciera —exclamó Elizabeth—. Una dama inadecuada sería mucho más interesante.

—¡Elizabeth! —la amonestó lady Fitzhugh.

—Dicen que lady Sarah es muy aburrida —continuó ella sin inmutarse.

—Elizabeth —intervino ahora sir Edward—, no nos corresponde a nosotros criticar su elección de esposa.

—Supongo que tienes razón. Lo que a mí me gustaría sería que asistiera a los bailes del pueblo. Nuestra prima Charlotte me contó que lord y lady Snowden acuden con sus hijos a las fiestas de Dorset cada año. ¿Por qué no podría nuestro duque hacer lo mismo? Papá le ha visto en varias ferias de agricultura y en las carreras, pero yo he vivido toda mi vida en Wychwood y apenas le he visto en un par de fiestas.

—Al parecer, no le gusta mucho asistir a actos sociales —reconoció la señora Bennington—, pero eso es muy raro en un duque.

—Cierto —convino lady Fitzhugh—. Al viejo duque le encantaba asistir a las fiestas locales, pero no a todo el mundo le gustan las mismas cosas, y es perfectamente aceptable que al nuevo duque no le guste.

—Pero mamá —replicó Elizabeth—, ¿no crees que es extraño que pase tan poco tiempo en su casa, o que nunca haya celebrado un baile o una cacería? Es muy raro, especialmente siendo como es un duque.

—El peso de sus obligaciones debe ser difícil de soportar —dijo sir Edward mirando a su hija—. Quizá cuando viene a Tremore Hall lo hace para descansar con privacidad y no para pasearse por todo el condado.

—Espero que se case pronto —suspiró lady Fitzhugh—. Seguro que todo irá mejor cuando haya una duquesa en la mansión. Su madre era una mujer muy bella y considerada y mientras vivió, se celebraron muchas fiestas a las que asistía multitud de gente. Era una mujer muy generosa. El viejo duque quedó destrozado con su muerte. Aún me acuerdo de cómo lloraba en el funeral, como un niño desconsolado, mientras su hijo se mantenía allí de pie, estoico, sin decir ni una palabra, sin derramar ni una lágrima. Se te rompía el corazón sólo de verle.

__________ se mordió el labio y bajó la mirada hasta su taza. Eso era tan propio de Tom, estar sufriendo por dentro y ocultarlo. Ella le entendía perfectamente, a ella tampoco le gustaba perder el control de sus emociones.

—¡Pobre hombre! —dijo la señora Bennington—. No me sorprende que no le guste pasar mucho tiempo aquí. Demasiados malos recuerdos.

—Demasiados —asintió Anne—, yo haría lo mismo. No me puedo imaginar algo más horrible que perder a tu madre y que tu padre se vuelva loco.

Incapaz de dar crédito a sus oídos, ___________ miró sorprendida a la chica.

—¡Anne! —le riñó lady Fitzhugh—. El viejo duque acababa de perder a su amada esposa. Pobre hombre, la pena hizo que se comportara de un modo un poco extraño, nada más. No se volvió loco.

—Los criados de la mansión decían que solía hablar con ella —dijo la señora Bennington—. De noche recorría los pasillos de arriba abajo gritando su nombre. Hablaba de ella como si aún estuviera viva. Se dice que el viejo duque llegó a azotar a un lacayo que se atrevió a decirle que ella estaba muerta. Su hijo se vio obligado a encerrarlo en una parte de la casa, y también dicen que ésa fue la única vez que vieron llorar al chico. Después de eso, todas las responsabilidades recayeron sobre él.

Oh, Dios. ____________ pensó en ese chico, en el coraje y la valentía que debió de tener, y luego pensó en el hombre en que se había convertido. Alguien que odiaba los chismes y que luchaba por mantener su privacidad. Miró la taza que tenía en la mano y algo dentro de ella despertó.

—No creo que debamos hablar de esas cosas —dijo mientras dejaba la taza sobre la mesa—. Perdió a su madre y a su padre. La pena y el duelo son algo muy íntimo, y no un acontecimiento social.

Lady Fitzhugh se volvió hacia ella y le apoyó una mano en el hombro.

—Ha hecho muy bien en reprendernos, querida. No volveremos a hablar de ello.

_________ no contestó y la conversación se encaminó hacia temas mucho más tranquilos a los que ella no prestó ninguna atención. Se acordó de su padre, de cuan profundamente había sentido la pérdida de su esposa, pero logró encontrar consuelo en su trabajo y en su única hija. El padre de Tom en cambio se abandonó a esa pena, perdió la cordura y dejó huérfanos a sus dos hijos.

«El amor nunca debe estar por encima de la razón.»

Ahora entendía a qué se refería cuando hablaba de las trágicas consecuencias del amor, y también por qué tenía miedo de enamorarse.

«Oh, Tom.»

—Señorita Wade —la distrajo Elizabeth de sus pensamientos—, háblenos de sus viajes.

__________ agradeció el cambio de tema y tomó aliento.

—¿Qué le gustaría saber, señorita Elizabeth?

—Muchas cosas. ¿Es verdad que en África se comen el corazón de las personas?

—Sólo los leones —contestó intentando sonreír.

 

 

Durante las tres semanas siguientes, las clases de baile con Tom se desarrollaron en la más absoluta corrección entre un caballero y una dama; sus cuerpos a la distancia apropiada. ___________ comprobó que Tom tenía razón. Si le miraba a la cara y hablaba con él, no se tropezaba tanto, aunque las conversaciones que ahora mantenían eran totalmente inocentes. ___________ echaba de menos las negociaciones, las insinuaciones, las caricias y, cuando él se fue de viaje de negocios a Surrey, vio que estar sin Tom era peor de lo que había imaginado.

Mientras él estuvo fuera, __________ no pudo dejar de pensar en la tarde que pasó en casa de los Fitzhugh. Cuando estaba trabajando en la biblioteca, aprovechaba cualquier excusa para dar un paseo por la galería donde colgaban los retratos de la familia. Ahora, con todo lo que sabía, los veía distintos. Se paraba más rato frente a los de Tom de niño, y se le partía el alma al imaginar el dolor que debió sentir al tener que encerrar a su padre.

El trabajo le ocupaba gran parte del día, pero las tardes sin él se le hacían cada vez más largas. Era una tonta, echaba de menos a un hombre que la consideraba una máquina. Pero de un modo extraño se habían convertido en amigos, y cada día, mientras restauraba el mosaico o reparaba vasijas, miraba por la ventana de la antika para ver si llegaba.

Por la noche, cuando estaba en la cama, volvía a pensar en él, en sus caricias y en sus insinuantes palabras. Se acordaba de cómo había intentado convencerla de que le diera un beso y se arrepentía de no haberlo hecho. Pensaba tanto en él y le costaba tanto dormirse que llegó a sentir la tentación de cambiar de idea, y quedarse, pero eso sería una tontería aún mayor. Él iba a casarse, si se quedaba lo único que conseguiría sería que le rompieran el corazón.

Una semana después de su partida, __________ estaba tan obsesionada con sus pensamientos que, harta de dar vueltas en la cama, y a pesar de que aún no había amanecido, se levantó y se vistió. A lo mejor el trabajo conseguía tranquilizarla un poco. De camino a la antika pasó por la cocina y cogió un bollo. «Ojalá ya estuviéramos en diciembre», pensó.

Cuando entró en la antika oyó a alguien en el almacén y vio que el señor Bennington había llegado allí antes que ella. Se sorprendió al verle, ya que nadie empezaba a trabajar a esas horas. Se dio cuenta de que él pensaba lo mismo.

—Buenos días, señorita Wade, —la saludó respetuosamente levantándose el sombrero—. No sabía que se levantara al romper el alba.

____________ notó que estaba tenso y un poco incómodo.

—Soy madrugadora. —Ella miró perpleja las estanterías que había detrás de él. Volvían a estar llenas de trozos de fresco cuando ella estaba convencida de que ya los había restaurado todos—. ¿De dónde ha salido todo eso? —preguntó sorprendida señalando las estanterías.

El señor Bennington pareció aún más incómodo, ni siquiera se atrevía a mirarla a la cara.

—Oh, las encontraron hace unas semanas. Su señoría ordenó que las almacenaran aquí, pero esta mañana me ha pedido que las prepare para ser trasladadas a Londres, junto con las piezas que usted y yo hemos restaurado durante su ausencia.

Al oír esas palabras a __________ le dio un vuelco el corazón.

—¿El duque ha vuelto?

—Sí, llegó anoche.

Ella se mordió el labio y apartó la mirada, no debía demostrar tanta alegría. Cuando hubo controlado sus emociones volvió a concentrarse en el arquitecto.

—Pero ¿por qué van a llevarse estas piezas a Londres? ¿Acaso no quiere que las restaure y las catalogue?

El hombre se sonrojó.

—Creo que su señoría quiere que estas piezas formen parte de su colección privada. Más adelante ya encargará que las restauren en Londres. Ahora lo más importante es lo que va a ir al museo, y usted ya tiene mucho que hacer.

___________ lo entendió al instante y apretó los labios para evitar reírse.

—Me alivia saber que no tendré que encargarme también de ellas —le contestó intentando sonar agradecida—. Tiene razón al decir que ahora el museo es mucho más importante que la colección privada del duque, así que me voy a poner manos a la obra.

Salió de la habitación y él continuó preparando las piezas. De vuelta a su mesa, ___________ empezó a dibujar el fresco de Orfeo. El señor Bennington le recordaba tanto a su padre que no pudo evitar sonreír. A veces los hombres eran tan inocentes.

Tan pronto como el arquitecto abandonó la antika para ir a desayunar, ____________ entró para inspeccionar de cerca aquellos misteriosos frescos. Sacó uno de los fragmentos de la cesta donde estaba y rápidamente confirmó sus sospechas: se trataba de pinturas eróticas.

Probablemente, el fresco completo no tendría nada que ___________ no hubiera visto antes, pero no pudo evitar empezar a juntar los trozos e intentar adivinar qué representaban.

Pasados unos minutos, había reunido los suficientes como para hacerse una idea del dibujo final. En los frescos romanos, la imagen de una pareja desnuda haciendo el amor no era inusual. En aquel fresco en concreto, la mujer estaba encima del hombre y rodeaba con las piernas sus caderas mientras él le acariciaba los pechos. Una postura común, pero al verla allí pintada, ___________ empezó a notar cómo el calor inundaba todo su cuerpo. Era el mismo calor que sentía cada vez que Tom la tocaba, cuando soñaba con sus besos o cuando lo espiaba sin camisa.

«Le devolveré las gafas si me da un beso.»

Pero no lo había hecho, y la satisfacción que sintió al ganarle en ese momento ya no la reconfortaba. Cuanto más miraba la imagen de la pareja más se arrepentía de no haberlo besado. Sólo tenía que rodearle el cuello con los brazos y acercar sus labios a los de él, así habría satisfecho su curiosidad. Había tenido la oportunidad de besar a Tom y la había dejado escapar. Tres semanas de lecciones de baile, noche tras noche, y ni una sola vez él había vuelto a intentarlo. Se había comportado como un perfecto caballero, educado y distante, como si nunca le hubiera pedido algo semejante.

Ella se iría en pocas semanas, y sabía que, probablemente, nunca volvería a tener oportunidad de besar a un hombre como él. Lo lamentó profundamente, y se juró que si volvía a pedírselo no dudaría en aceptar.


CHICAS aquiii un nuevo capi.. no les habia podido subir ayer porque habia salido.. ademas que me resfrie ¬¬ asi que ando con los animos bajos.. espero les guste el capi..
Se me cuidan..
Las Quiero

Bye =)

4 comentarios:

  1. Ahora falta que Tom la pille viendo sa pintura..
    He quedado con intruga sobre la familia de Tom..
    Siguelaa prontoo ... Esta hermosa la fic :D
    cuidate bye

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  2. oooooo no quiero que tom se casee y que menos tn se vaya...... ojala todo de un vuelco.

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  3. :3 esta hermoso el capitulo
    y que mal que el recuerdo del beso
    atormente a TN... :/ sigue pronto
    por favor... oh y que te recuperes de ese
    refriado...

    bueno bye, cuidate
    =D

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  4. bonito el capitulo .. bueno siguela, que estes bien :)

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