Mi Amor Platonico

Mi Amor Platonico
Y el amor roto, cuando vuelve a nacer, crece
más bello que el primero, más fuerte, más grande.


jueves, 21 de febrero de 2013

"CAPITULO 24"

—Yo no pienso en usted como en un sirviente.
Ella se sobresaltó un poco y se apartó.
—¿Que hace exactamente un lacayo de caballerizas? —preguntó ella en un intento desesperado de volver a mantener una conversación normal—. Me temo que sé muy poco sobre caballos. Aunque soy una experta montando camellos, soy una pésima amazona.
Él podría haber seguido tocándola, pero reconoció su intento de huir de la situación y apartó la mano.
—¿Camellos?
—Así es —afirmó varias veces moviendo la cabeza. Tenía el lápiz fuertemente apretado entre los dedos y seguía dibujando—. Los camellos son unos animales complicados, difíciles de cabalgar, y además escupen.
—Me cuesta imaginar que pudiera montar un camello, señorita Wade. —Él vio cómo sus pies descalzos volvían a asomar por el bajo de la falda y el deseo volvió a golpearle con fuerza—. Yo nunca sería capaz de hacerlo.
—Bueno —dijo ella tímida—, mejor así.
—Sí, estoy de acuerdo. —Tom se obligó a apartar la vista de aquellos pies—. ¿Le gustaría aprender a montar a caballo?
Ella seguía dibujando sin mirarle a la cara.
—¿Y cuánto tiempo más tendría que quedarme a cambio de esas clases de hípica?
En ese momento, no era tiempo exactamente lo que él quería a cambio, sino algo más seductor y mucho menos honorable.
—¿Un mes?
—Gracias, pero no —respondió ella riéndose a carcajadas.
—Cabalgar por el Row está muy de moda —dijo él en un intento de atraer su atención.
Funcionó, porque ella levantó la vista y preguntó:
—¿El Row? ¿Qué es eso?
—El Rotten Row es un paseo de arena que hay en Hyde Park, y en donde se da cita la gente de sociedad a partir de las doce del mediodía para verse y cabalgar juntos.
—Rotten Row. ¡Vaya nombre!
—Cabalgar por el Row es un excelente modo de impresionar a un caballero o a una joven dama. Pasear a caballo durante la temporada le proporcionará muchas ocasiones de conocer a potenciales maridos. Así que se dará cuenta de lo necesario que es para usted aprender a cabalgar.
Ella mordisqueó el lápiz considerando sus palabras.
—No creo que un mes sea un intercambio justo —dijo finalmente—. Al fin y al cabo, si sé montar en camello, un caballo no será tan difícil.
—Estoy dispuesto a negociar. ¿Qué le parecería justo?
—Como ya le he dicho, los camellos son unos animales complicados así que creo que un día de práctica será suficiente para aprender a dominar un caballo.
Una imagen de ella luciendo ajustados pantalones y montando en camello se le cruzó por la mente y decidió arriesgarse con su siguiente pregunta.
—¿Y cuando montaba a camello utilizaba silla de montar?
Ahora sí que la tenía atrapada.
—No había pensado en eso —parpadeó sorprendida.
—Tal como le dije antes, soy sincero cuando digo que quiero ayudarla. —Aunque si era sincero tenía que admitir que había jóvenes damas que, por no saber o por preferencia, no montaban a caballo, pero ni loco iba a confesárselo a la señorita Wade. Después de todo, ocultar información no era lo mismo que mentir—. Una joven dama tiene que saber montar en silla. Eso es preceptivo.
—Está bien. A cambio de las clases de hípica y de enseñarme a montar correctamente en silla, le daré dos días.
—¿Dos días? Una semana.
—Dos días, hasta el veintitrés de diciembre. —Y entrecerró amenazante sus ojos color lavanda.
Él fingió pensarlo un poco, pero sabía que no tenía más remedio que aceptar.
—De acuerdo —respondió, y se incorporó estirando las piernas—, ¿Va a darme algo de su delicioso picnic? —preguntó señalando la cesta.
—Por supuesto. —____________ dejó el cuaderno de dibujo y el lápiz y se sentó con las piernas cruzadas bajo la falda, escondiendo los pies que tanto habían atormentado a Tom.
Colocó la cesta en medio de los dos y la abrió. Él observó cómo ella disponía sobre el mantel toda la comida, que consistía en pollo asado, manzanas, queso, pan y mantequilla.
—¿No ha traído vino? —preguntó él—. En un picnic que se precie siempre se sirve vino, señorita Wade.
—No exactamente. —Sacó de la cesta una botella de sidra y un vaso—. Si celebrásemos nuestro picnic en Palestina —añadió, mientras se servía—, no habría vino.
—Ni sidra.
—Cierto. —Y le ofreció la botella medio vacía.
Él se quedó mirándola pero no hizo ningún gesto de cogerla.
—Ojalá estuviéramos en Palestina —dijo de golpe.
—¿De verdad? ¿Por qué?
—Me encantaría conocer todos los lugares en los que usted ha estado. Egipto, Siria, Marruecos. —Sólo con pronunciar esos nombres sentía cómo crecían en él las ansias de visitar esos parajes—. Dios, cómo la envidio —confesó asombrado de estar diciéndolo en voz alta.
Ella se sorprendió tanto como él y ya no pudo dejar de mirarle.
—¿Usted me envidia?
—Sí. —Él se inclinó un poco y aceptó la botella que ella aún tenía en la mano—. Usted ha montado en camello, ha vivido en tiendas, rodeada de ruinas romanas, y ha participado en excavaciones a lo largo de todo el Mediterráneo. Con esa vida tan romántica y aventurera, ¿es tan difícil de creer que la envidio?
—Sí, lo es —dijo ella sonriendo y señalando la grandeza que los rodeaba—. Usted es un duque. Tiene todo lo que la vida puede ofrecer.
—Eso parece. —Bebió un poco de sidra y dejó la botella en la hierba, al lado del mantel. Se recostó y miró el paisaje que se erguía tras ella—. Pero hay una cosa que usted tiene, y que yo nunca poseeré, y que es lo que más deseo en el mundo.
—¿Qué es?
—Libertad.
Ella negó con la cabeza sin comprenderle y cogió pan y un poco de queso.
—Usted tiene dinero, tiene poder. Si se tiene eso, todo lo demás se puede conseguir.
—Quizá así lo parezca, pero no es cierto. Tengo todo a mi alcance para hacer lo que quiera, pero nunca puedo hacerlo.
—No le entiendo.
Él la miró directamente a los ojos.
—Mi padre murió cuando yo tenía doce años y entonces me convertí en el duque de Tremore. Mi tío actuó como mi tutor y se ocupó del cargo hasta que cumplí los dieciséis, pero desde la muerte de mi padre he tenido esa responsabilidad. Era yo quien tomaba las decisiones y era yo quien le decía a mi tío lo que debía hacer, y no al revés.
—¿Con doce años? Pero si sólo era un niño.
—Toda mi vida he sabido lo que implicaba ser duque, y que algún día debía hacerme cargo de esas obligaciones. Incluso cuando tenía sólo doce años podía entender las responsabilidades que conlleva tener poder. Quizá habría podido escoger el camino fácil y dedicarme a viajar y a despilfarrar, pero siempre he pensado que lo más importante, lo que merecía toda mi atención, eran mis tierras. Nunca hice el Grand Tour. Nunca he salido de Inglaterra. —Le sonrió levemente—. Así que me veo obligado a ser un viajero de biblioteca. Nunca podré visitar Roma ni otros lugares fascinantes que hay en el mundo.
—Pero ¿por qué no? —preguntó ella mientras cortaba una rebanada de pan—. Si de verdad quiere hacerlo, seguro que puede permitirse viajar durante unos meses.
—Nunca es el momento adecuado para ello. Ser duque conlleva muchos deberes y obligaciones, señorita Wade. Y yo me tomo muy en serio mis responsabilidades.
—¡Y usted dice que yo soy demasiado estricta conmigo misma!
Él le dio la razón asintiendo con la cabeza.
—Seguramente es algo que se nos puede aplicar a ambos. La excavación es el único capricho que me permito.
Ella dejó de cortar pan.
—Ahora entiendo por qué es tan importante para usted —dijo en voz baja—. Es su Grand Tour.
___________ dejó las rebanadas de pan que había cortado a un lado y devolvió la barra a la cesta. Entonces cogió el queso.
—Cuénteme más sobre los deberes de un duque —le pidió, y empezó a cortar el Cheddar.
—No es nada romántico, se lo aseguro, puede ser como una prisión —respondió él—, pero también puede ser fantástico. La mayor parte del tiempo es tedioso, trivial y muy aburrido, aunque también tiene sus compensaciones: riqueza, poder y prestigio.
—E influencia. Piense en todas las cosas buenas que puede hacer con ese dinero. Si hubiera visto la pobreza de ciertos lugares en los que yo he estado…
—Me enfadaría y lo odiaría, nunca he podido soportar darme cuenta de que no puedo hacer nada por arreglar las cosas. Aunque donara todo mi dinero, seguiría habiendo pobreza en el mundo. Es triste pero es así.
—Sí —aceptó ella—, supongo que sí.
—Yo hago lo que puedo por ayudar. Participar en obras benéficas es una de mis principales obligaciones. También lo es la política, por supuesto, y la gente que habita en mis tierras. Y todo ello debo hacerlo bajo constante escrutinio de mi persona a la vez que lucho por mantener mi privacidad.
—Esta mañana, cuando he estado en el pueblo, he conocido a la esposa y a las hijas de sir Edward. Estaban hablando sobre usted con la señora Bennington, todas piensan que es un hombre muy reservado.
Él se sintió incómodo al pensar en todo lo que habrían dicho de él. La enfermedad y la muerte de su padre eran uno de los temas preferidos de conversación y no dejaban de generar todo tipo de chismes y especulaciones.
—Dudo que sólo le hayan dicho eso, señorita Wade.
—No me han dicho nada más y no ha habido ni una pizca de maldad en sus palabras.
Tom se rió sin ganas.
—Entonces, habrá sido una conversación muy corta.
La miró y se dio cuenta de que ella había dejado de cortar queso. Lo estaba mirando seria… Su expresión no era distinta de la de otras ocasiones, pero esta vez percibía un aire de tristeza y censura en sus ojos.
—No me gustan los chismes, señorita Wade —se sintió obligado a explicar—. No me gusta que mi vida o la de mi familia sean tema de conversación. Me esfuerzo mucho por no dar ningún motivo para que hablen de mí.
—Y aun así, usted me acusa a mí de ser reservada y misteriosa, de no contar nunca nada sobre mi persona. Quizá, a pesar de nuestras diferencias, no seamos tan distintos. —Dijo esas palabras como si ella misma no las creyera.
—No, supongo que no.
—Pero puede estar tranquilo, todos los chismes que me contaron sobre usted son inofensivos. Le describieron como un hombre extremadamente guapo, amable y considerado. Las únicas críticas que le hicieron las hijas de sir Edward fueron que no celebra suficientes fiestas, que nunca asiste a las que tienen lugar en Wychwood y que quizá es un poco intimidante. Las dos coincidieron en que si usted les dirigiera alguna vez la palabra en uno de sus paseos o las sacara a bailar en una fiesta, se desmayarían al instante.
—Me alegra saber que causo ese efecto en las damas. Al fin y al cabo, lograr que una damisela se desmaye es una de las muchas obligaciones que tiene un duque.
—¿No cree que su adoración es algo digno de agradecimiento?
El reproche que sintió en su fría voz hizo que volviera a ponerse a la defensiva.
—Ni siquiera me conocen. Mi título, mi riqueza y quizá mi aspecto físico son todo lo que ven, y han construido una fantasía a su alrededor, una fantasía que no existe.
___________ se mordió el labio, como si tratara de no decir lo que estaba pensando. Apartó la mirada de la de él y dijo:
—Tal vez sea una fantasía, pero es totalmente inofensiva.
Tom se dio cuenta de que eso no era lo que había querido decir en realidad y esperó a que se decidiera a continuar, pero no lo hizo. Miró al infinito y observó cómo la luz del otoño empezaba a iluminar sus tierras.
—Tiene razón. Lo admito sinceramente. Sus halagos son inofensivos y un verdadero honor para mí. —Volvió a mirar a la mujer que tenía a su lado—. Debería recordarlo.
—Sí —contestó ella devolviéndole la mirada—, debería hacerlo.
—¿Por qué será que cuando estoy con usted, señorita Wade, no me siento tan arrogante como usted me acusa de ser? —Le sonrió—. Más bien todo lo contrario. Con usted siempre tengo la sensación de que me está poniendo en mi lugar.
—No tenía ni idea de que mis comentarios hicieran tal cosa.
—Pues lo hacen, y estoy empezando a valorar su opinión. Por favor, no crea que mi falta de entusiasmo ante los cumplidos de las hijas de sir Edward se deba a que soy un engreído. Pero en ocasiones mi título supone una gran carga, y esas niñas no pueden entender lo complicado que resulta a veces.
—Entiendo lo que quiere decir —afirmó ella bajando la vista hacia el cuchillo que tenía en la mano—, pero debe reconocer que es normal que mucha gente envidie sus privilegios.
—Le aseguro que yo nunca he dado por merecida mi posición. Siempre he sabido valorar lo afortunado que soy al haber nacido con esos privilegios y con todas las comodidades y riquezas que ello conlleva.
—Es mucho más que eso —contestó ella con pasión—. Usted tiene un lugar en el mundo, y saber eso es algo muy reconfortante.
___________ no se movió, pero él notó la intensidad con la que lo miraba. Un mes atrás, él habría tomado su pasividad como un signo de insensibilidad, pero ahora sabía que no había nada más lejos de la realidad. La manera en que apretaba el cuchillo, tan fuerte que los nudillos empezaban a ponérsele blancos, demostraba que, bajo la superficie, se escondía una gran pasión.
—No tiene ni idea de lo que se siente al no pertenecer a ningún sitio —prosiguió ella con un hilo de voz—. No tener raíces que le aten a ningún lugar o que te den sentido. Eso es lo que yo más envidio de usted.
—Es comprensible sentirse sin raíces si no se tiene un hogar. —Él vio que ella empezaba a temblar y con la mano le levantó la barbilla. Aunque llevara las gafas quería verle los ojos—. Seguro que algún día encontrará su sitio, señorita Wade. Todo el mundo lo hace tarde o temprano.
—Eso espero, señoría.
Él le acarició el labio con la yema de los dedos.
—Dígame —dijo antes de poder reflexionar—. ¿Cómo una mujer que ha vivido tanto tiempo en el desierto tiene una piel tan suave como el terciopelo?
Ella separó los labios bajo sus dedos.
—Yo… —Se paró, tomó aliento y lo exhaló despacio contra su mano—. Siempre trabajaba protegida por una tienda.
—¿Ah sí? —Él dibujó el contorno de su boca. Era tan suave y cálida.
—Sí, y solía llevar sombrero y… un velo.
Su sangre fría era admirable. Sólo el leve temblor de su mandíbula le indicaba a Tom que aquellas caricias la afectaban tanto como a él. Ella también sentía pasión. ¿Qué pasaría si todo ese sentimiento saliera a la superficie?
—¿Sabe? —susurró él mientras con los dedos recorría su mandíbula—, nadie me llama por mi nombre. Casi todo el mundo se dirige a mí como «señoría» o Señor Kaulitz, pero sólo Viola me llama Tom. Incluso para mis amigos, que en realidad son muy pocos, mi rango es siempre un obstáculo. Ni siquiera ellos me llaman por mi nombre.
Él tocó un pequeño lunar que ella tenía en la mejilla y ella levantó la mano como si quisiera apartar la caricia, pero no lo hizo.
Qué haría falta, se preguntó, para que ella bajara la guardia. Él siempre se había creído el rey del autocontrol, pero ella le daba mil vueltas.
—Si fuéramos amigos, señorita Wade, ¿me llamaría Tom?
Entonces ella giró la cara.
—No creo que fuera apropiado. Yo… preferiría no hacerlo.
Él se le acercó. Si la besaba, quizá la presa se rompería o se resquebrajaría y toda aquella pasión saldría a la superficie. Le tocó la mejilla y la obligó a volver la cara de nuevo hacia él.
—¿Usted quiere que seamos amigos, señoría? —preguntó ella.
—Sí, créame, realmente lo quiero. —Él podía sentir su deseo, le notaba los nervios a flor de piel y se le había acelerado la respiración. Acercó los labios a los suyos.
—¿Los amigos se aprovechan así de su condición?
Esas palabras le causaron más efecto que una bofetada.
Tom se detuvo a unos milímetros de su boca, con las manos aún acariciándole la nuca, la miró otra vez y retrocedió. Desde que era niño no había vuelto a sentir la agonía de la incertidumbre.
Él no tenía experiencia con vírgenes. A los dieciséis había escogido a su primera amante, y de eso hacía ya diez años. Habían pasado muchas cosas desde entonces, y había conocido íntimamente a diferentes mujeres, incluso a alguna cortesana. Pero ninguna de esas mujeres había sido virgen.
El deseo no va ligado a la experiencia y él podía sentir cómo __________ lo deseaba tanto como él a ella, pero ella trabajaba para él, y en ese momento parecía muy frágil y vulnerable. Si insistía, quizá ganara un beso, pero el honor, que primaba en la vida de Tom, le dictó lo contrario.
Respiró hondo, recurrió a la voluntad de hierro que desde pequeño le había permitido afrontar todos sus problemas, y soltó a ____________.
Se dijo a sí mismo que todo el incidente había sido inofensivo, que no había pasado nada. No había nada de malo en haberla acariciado, pero tenía que alejarse de la tentación, así que se apartó un poco y acabaron la comida cada uno sentado en una esquina del mantel.


CHICAS.... les subo este capi .. largooo porque no se cuando suba de nuevo jajaja ya que cuando puedo le quito el notebook a  mi prima jajajaja... asi que cuando pueda quitarselo de nuevo les vuelvo a subir... por lo menos no las dejare intrigada... pero para que no se desesperen mucho... les digo que parece que Tom se hira jajaj xd.. o puede que no jahahaja  Gracias a todas por desearme lindas vacaciones.. y no se preocupenb que aqui estoy descansando =)

PD: Ni idea porque todo sale con mayuscula.. pero espero entiendan bien.. ya que este blog.. no me deja subir bien ¬¬

Cuidence
Las Quiero
Bye =D 


2 comentarios:

  1. Awwww ua estaba emocionadaaa!! Yo creii q si la besaba ..
    Ay no como q Tom se va? Noo puede ser..
    Siguelaa prontooo.. Esta hermosa la fic :D
    Bye cuidate

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  2. casi la besa!!! estuvo tan cerca... fue muy emocionante, pero a donde se va Tom?? no, que no se vaya...
    sube pronto amo la historia
    :)

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