"CAPITULO 19"
Tom siempre había
sido un hombre disciplinado. Tanto si estaba expresando sus opiniones en la
Cámara de los Lores como si estaba resolviendo asuntos domésticos con su ama de
llaves, nunca se distraía, nunca permitía que nada se interpusiera en su
trabajo, y mucho menos una mujer.
Pero desde la cena
con la señorita Wade había tenido serios problemas de concentración. Llevaba
días evitándola, y aun así no podía apartar de su mente la imagen de ___________
empapada por la lluvia. El deseo de estar con ella le atacaba en los momentos
más inoportunos.
Lo que más le
preocupaba era que llevaba más de cinco meses viviendo con una mujer que tenía
el cuerpo de una diosa y él no se había dado cuenta.
Tom miraba sin
prestar atención cómo una docena de hombres trasladaban un trozo del suelo
reparado al hipocausto. El señor Bennington no paraba de gritarles órdenes,
pero él no entendía ni una palabra. Estaba totalmente ausente.
Había sido
necesario verla bajo la lluvia para apreciar lo bella que era. Ahora la
evidencia de esa belleza lo tenía abrumado. La noche que cenaron juntos, a
pesar de que ella llevaba un insulso vestido gris, no pudo dejar de mirarla y
desearla ni un instante. ¿Cómo se le había pasado por alto esa belleza durante
cinco meses? Él siempre había sido un experto en reconocer esas cosas.
Quizá era porque
ella trabajaba para él, y él nunca se había permitido fijarse en las mujeres
que estaban a su servicio; especialmente en aquellas que se esforzaban en pasar
desapercibidas.
O quizá había
estado trabajando demasiado, dejándose llevar por la presión de abrir el museo
a tiempo y sus obligaciones con el Club de Anticuarios. No había disfrutado de
los placeres de un cuerpo de mujer desde la última temporada en Londres.
Tom se removió
nervioso y se preguntó si las piernas de ___________ serían tan largas como le
habían parecido bajo el vestido mojado. Desde que la había visto bajo la
lluvia, soñaba con esas increíbles piernas.
—¿Señoría?
—Humm. —Tom
despertó abruptamente y se encontró con el señor Bennington observándole.
—¿Se encuentra
bien? —preguntó el anciano, preocupado—, Si me permite ser directo, últimamente
parece cansado, señoría.
—Estoy bien, señor
Bennington —contestó él pasándose la mano por el pelo—. Continúe con su
trabajo.
Él sabía que no
podía permitir que sus sensuales sueños sobre __________ lo distrajesen de su
museo y de su excavación. Ninguna mujer valía ese sacrificio, aunque tuviera el
cuerpo de una diosa.
Sólo había dado dos
pasos hacia los establos cuando inconscientemente cambió de dirección y se
dirigió a la antika. Llevaba dos semanas evitándola, permitiendo que su
imaginación lo atormentara. Quizá por eso había llegado a obsesionarse tanto.
Si la veía otra vez, seguro que se curaba. Seguro que si veía una vez más ese
glorioso cuerpo lograría olvidarse de ella por completo.
___________ estaba
en la antika, pero otra vez llevaba puesto ese horrible delantal que ocultaba
sus redondas curvas y su perfecta silueta. Cuando Tom lo vio, primero se lamentó
de no poder disfrutar de tan agradable vista, pero luego decidió que era mejor
así. Quién hubiera podido imaginar que un delantal funcionara tan bien como
protección o, mejor dicho, como cinturón de castidad.
La verdad es que
ese delantal era muy útil para su trabajo, pero no entendía por qué lo llevaba
entonces, si no estaba en la excavación y lo único que hacía era leer una
carta.
—Si no cumple con
su horario de trabajo ahora que es de día, señorita Wade, saldré muy
perjudicado por nuestro acuerdo —dijo él al entrar en la habitación. Cuando
ella levantó la mirada él vio que algo le preocupaba.
—¿Le pasa algo?
—preguntó.
—He recibido una
carta de su hermana.
—¿Y qué dice Viola
en su carta para que usted ponga esa cara de preocupación?
—Hace días le
escribí diciéndole que me quedaría aquí hasta primeros de diciembre.
—¿Y?
—Ella dice que
Londres es muy aburrido en diciembre, pero que por suerte el marqués de
Covington va a celebrar un gran baile en su casa el día de fin de año para
festejar el setenta y un aniversario de su abuela. Dice que se va a asegurar de
que yo también esté invitada.
—¿Y?
Sin responder a su
pregunta, ella dio media vuelta y se dirigió a la ventana.
—Cuando acepté
quedarme tres meses no tuve en cuenta lo de los bailes —se dijo a sí misma—.
¿En qué estaría pensando? Supongo que puedo rechazar la invitación de
Covington, pero no podré rechazarlas todas.
—Señorita Wade, no
entiendo ni una palabra. ¿Por qué le preocupa tanto un baile? Pensaba que se
moría de ganas de entrar en sociedad.
—No sé bailar
—respondió, sorprendida de que él fuera incapaz de entender el problema.
—Ah. —La observó
encaminarse al otro extremo de la habitación—. Eso sí que es un problema.
Moverse en sociedad ya es difícil cuando se ha nacido en ella, y supongo que
saber bailar es de rigor para las jóvenes damas.
Ella refunfuñó.
—Siempre puede
quedarse aquí —añadió él, incapaz de resistirse.
—Oh sí, eso le
gustaría. Estoy segura de que está encantado de ver lo mal que lo estoy
pasando. No entiendo cómo a lady
Hammond se le ha ocurrido ese disparate sabiendo lo que usted piensa de mí.
—¿Disparate?, ¿qué
disparate?
_________ levantó
la carta y empezó a leer:
Querida
__________: Si queremos introducirte en sociedad, tienes que aprender a bailar.
No creo que te resulte atractivo asistir a las clases para niñas del sábado por
la mañana en Wychwood, así que, por favor, atiende mi consejo y pídele ayuda a
mi hermano. Tom no tiene costumbre de asistir a fiestas pero es un excelente
bailarín y estoy segura de que no se negará a enseñarte a bailar el vals y un
par de cuadrillas.
Ella le miró
directamente e hizo una mueca de incredulidad.
—Dudo que usted
aceptara enseñarme nada.
Tom estaba
encantado con la idea. Por fin había encontrado un modo de convencer a ___________
de que se quedara en Tremore Hall más tiempo.
Era brillante, así
los dos conseguirían lo que querían. Ante tal descubrimiento no pudo evitar
sonreír.
—¿Lo ve? —gritó
ella enfadada al verlo a él tan contento. Lo señaló acusadoramente con la carta
que aún tenía en las manos—. Le encanta ver cómo mi poca educación en las artes
de la alta sociedad me impide lograr mi sueño. Seguro que piensa que si fracaso
volveré aquí con el rabo entre las piernas y que aceptaré quedarme hasta que la
excavación haya concluido.
—No piense tan mal
de mí. A mí me gustaría que se quedara porque quisiera quedarse, no porque no
tuviera otra opción.
Ante esa inesperada
respuesta, ella dobló la carta y se la guardó en el bolsillo.
—No le creo.
—Con todo el poder
y la influencia que tengo, si quisiera podría obligarla a quedarse hasta que la
excavación de la villa estuviese finalizada. Podría hacerlo sin importar si es
o no la nieta de un barón. Tengo muchos defectos, señorita Wade, pero nunca he
disfrutado viendo cómo alguien pasa apuros en sociedad. Usted ya ha dejado bien
claro que no le gusto, pero no crea que no soy un caballero.
Ella apartó la
mirada un segundo y luego respondió:
—Lo siento, no
quería insultarle. Es sólo que no puedo entender el motivo de su amabilidad.
Desde que Tom se
había convertido en duque a los doce años, nadie le había cuestionado sus
motivos, y él raramente sentía la necesidad de justificar sus acciones, pero en
esa ocasión decidió que era importante hacerlo.
—Cuando le dije que
quería que se quedase, lo dije en serio, señorita Wade. Mientras esté aquí,
intentaré convencerla por todos los medios, pero si después de todo usted
quiere irse, no la obligaré a permanecer en Tremore Hall ni un día más.
Prefiero que mi museo no abra a tiempo que forzarla a hacer algo que no desea.
—Mientras hablaba, Tom vio que ése era el mejor momento para llevar a cabo su
plan—. Como veo que no me cree, me gustaría demostrárselo.
—¿Cómo?
—Contrariamente a
lo que usted piensa, yo no quiero que usted fracase, así que estoy dispuesto a
atender la sugerencia de Viola y enseñarle a bailar. —Antes de que ella pudiera
responder, añadió—: A cambio de más tiempo, por supuesto.
—Humm. Supongo que
no habría hecho ese ofrecimiento sin esperar nada a cambio, ¿no?
—No, pero debe
admitir que estoy siendo muy sincero con mis intenciones.
—Qué considerado
por su parte. —Ella lo miró directamente a los ojos, cruzó los brazos y,
ladeando la cabeza, le preguntó: ¿Cuántos bailes? ¿Y cuánto tiempo quiere a
cambio? —añadió disgustada.
Tom tenía la
sensación de estar discutiendo los términos de un negocio financiero. Bueno, en
el fondo era lo que estaba haciendo.
—Las danzas
populares son complicadas y una joven dama debe aprender muchos pasos. Le daré
clases cada noche, le enseñaré a bailar el vals y los bailes más comunes a
cambio de que se quede hasta marzo.
—Me quedaré hasta
el quince de diciembre.
—¿Dos semanas? No
es una oferta justa, a mí no me gusta nada bailar y dos semanas más no me
compensa. Doce semanas, quizá.
Ella golpeaba la
carta contra su brazo mientras lo miraba. Tom sabía que ella luchaba entre el
deseo de hacer un buen papel en su debut social y la animosidad que sentía
hacia él. Aún no sabía a qué se debía dicha antipatía, pero estaba dispuesto a
averiguarlo y a convencerla de que se quedara más tiempo. Estaba impaciente por
oír su respuesta.
Por desgracia, el
miedo a fracasar en ese baile no era suficiente para tentarla a quedarse más
tiempo.
—Tres semanas: me
quedaré hasta el veintiuno de diciembre —contestó negando con la cabeza.
—Febrero.
—No me servirá de
nada tornar clases si no puedo asistir a ese baile, ¿no cree? Tres semanas.
Tom aceptaría todo
lo que pudiera obtener.
—Es una adversaria
muy dura, señorita Wade, pero accederé a sus condiciones. El veintiuno de
diciembre será su último día. La veré en la sala de baile esta noche a las
ocho. Avisaré a los músicos y a la señora Bennington.
—¿La señora
Bennington? ¿Por qué?
Él la miró
sorprendido, y respondió:
—¿Por qué? Es su
dama de compañía.
—Sólo en el sentido
más amplio de la palabra. Usted y yo estamos solos muchas veces. —Abrió los
brazos señalando a su alrededor—. Ahora mismo estamos solos. —Apartó la mirada
y tomó aliento—. Preferiría que estuviéramos sólo usted y yo.
Tom empezó a sentir
curiosidad. ¿No tendría la señorita Wade intenciones románticas respecto a él?
No, eso no era posible. Él ni siquiera le gustaba. Aunque a él no le
importaría. Desde que la había visto bajo la lluvia deseaba gustarle, pero optó
por descartar esos pensamientos y dijo:
—No estaremos
solos, los músicos también estarán allí.
—Ya sé que los
músicos estarán, supongo que eso no puedo evitarlo. Pero la señora Bennington
es algo completamente distinto —contestó sonrojada.
Tom no entendía
nada.
—Es que —continuó
ella— no puedo soportar hacer algo mal. Me da vergüenza.
Tom se acordó
entonces de que su trabajo siempre era perfecto, inmaculado, y de golpe lo
entendió todo.
—Lo que está
tratando de decir es que no soporta hacer el ridículo frente a los demás, que
sólo permite que la vean si lo tiene todo controlado, ¿es así?
—Eh… sí.
—Señorita Wade, es
usted demasiado exigente consigo misma, todo el mundo comete errores.
—Sí, lo sé… pero…
—Hizo una pausa y se mordió el labio inferior. Tras un momento, suspiró y
continuó—: La verdad es que tengo un miedo horrible a que se rían de mí
—confesó en voz baja—. Hasta que no baile medianamente bien preferiría que
nadie me viera.
Tom la miró y
empezó a entender por qué siempre era tan reservada, por qué nunca mostraba sus
emociones y por qué no dejaba de trabajar hasta que todo estaba perfecto. Y en
ese instante tuvo ganas de matar a su padre. ¿Por qué era tan insegura? ¿Por
qué era incapaz de ser feliz y de reírse de sus fallos? Podía entender que su
padre la hubiera arrastrado por medio mundo, pero por más que lo intentara
nunca entendería que no se hubiera preocupado de los sentimientos y las
emociones de su hija. Cuanto más conocía a ___________, menos respeto sentía
por su padre.
—Yo veré sus
errores —susurró él con una voz muy suave.
—Eso es distinto. A
mí no me importa lo que usted piense.
Él se rió a
carcajadas.
—Eso sí que me lo
creo. Muy bien, señorita Wade, estaremos solos usted y yo. Esta casa es lo
suficientemente grande como para que un cuarteto de cuerda, un duque y su
pupila puedan esconderse. Encontraré el lugar adecuado.
—Gracias —dijo ella
y, evitándole, se dirigió hacia la puerta. Ya iba a salir cuando Tom habló y
ella se detuvo.
—Además de bailar,
¿podría tentarla a que se quede más tiempo a cambio de lecciones de etiqueta?
—No, gracias. —Dio
dos pasos más y notó cómo él la seguía con la mirada.
—¿Por qué no?
___________ volvió
a pararse y le contestó por encima del hombro.
—Encontré cuatro
libros de etiqueta en su biblioteca.
Tom se echó a reír
y ella abandonó la habitación. Estaba disfrutando mucho de esa batalla con la
señorita Wade. No había podido conseguir más tiempo a cambio de clases de
etiqueta, pero seguro que surgirían nuevas oportunidades. Si estaba alerta,
podía incluso lograr que se quedara hasta que el museo abriera.
CHICAS.. jaja como ven Tom no pierde el tiempo para que Tn se quede mas dias jajaja...
Espero les guste el capi... ya que a mi me encanto... Viola esta haciendo de cupido y tendran que esperar para ver si resulta algo con las clases de baile... si puedo tratare de subirles el fin de semana... ya que como les habia comentado desde el lunes no podre subir.. ... tratare si de subir cuando tenga tiempo, internet, y pc jajaja si es que puedo xd...
Las Quiero
bye =)
Hhhah ssii se Tom no pierde oportunidad :D
ResponderEliminarEsta hermosa la fic .. Meencanta..
Sii porfaa sube..
Amo Viola hahhaha..
Bue cuidate xDD
siiiii viola esta haciendo de cupidooo me encantoooo ya quiero la primera claseee jejejejejejejejejejejeejeje.
ResponderEliminarfeliz dia de la amistad y amorr chicas las quiero muchooo.
Oh que bien ya decia yo que Viola me iba a caer muy bien
ResponderEliminarjajaja XD Tamitha sube pronto plisss
y bueno amm... creo que ya sobra decirlo pero igual lo dire...
AMO TU FIC...
bueno me despido
cuidate
Feliz 14
Abschied
jajajaja amo la fic, a Tom y a sus intenciones hahaha... las cosas se ponen cada vez mas interesantes
ResponderEliminarFeliz dia del amor y la amistad, amiga!
ya quiero leer sobre esas clases de baile...
cuidate mucho
besos
(: